Populismo que tergiversa la Historia: cómo se manipula el pasado desde el presente
El conflicto actual entre un indigenismo impostado de México y las falsas apelaciones a un Imperio español benéfico revelan unas tendencias historiográficas sin rigor ni base científica aupadas por las redes sociales
La campaña ultra que presenta como “héroes y santos” a los colonizadores españoles: “Es terraplanismo histórico”
Politizar y moralizar la Historia al estilo de una película de buenos y malos; o divulgar explicaciones sesgadas, simplistas o falsas de procesos históricos; o bien plantear el pasado como una suerte de extensión del presente hacia atrás; o, en suma, concebir la Historia como una interpretación en blanco y negro donde no caben ni grises ni matices ni aristas. Todo ello responde al populismo historiográfico, una tendencia en auge multiplicada por las redes sociales y aprovechada por la demagogia de muchos gobernantes a derecha e izquierda.
El conflicto diplomático entre México y España, tras la petición del expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador para que el rey Felipe VI solicitara perdón por los excesos de la conquista, supone el más reciente litigio con origen en el populismo historiográfico. Ahora bien, los historiadores especializados en el tema critican en este contencioso tanto el indigenismo impostado de México, de un lado; como la reivindicación de los sueños imperiales benéficos de los españoles. En definitiva, ni leyenda negra ni leyenda rosa.
Xosé Manoel Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela, define el populismo historiográfico como “la aplicación de categorías morales, políticas y culturales del presente al pasado” y se pregunta en voz alta: “¿Hasta cuándo habría que retrotraerse para pedir perdón? ¿Debemos los españoles exigir a Francia que se disculpe por las barbaridades de las tropas napoleónicas? Por otra parte, la España de hoy tiene muy poco que ver con la de Hernán Cortés a principios del siglo XVI. De hecho ni España ni México como tales existían en aquella época”.
¿Hasta cuándo habría que retrotraerse para pedir perdón? ¿Debemos los españoles exigir a Francia que se disculpe por las barbaridades de las tropas napoleónicas?
Premio Nacional de Ensayo en 2019 por Suspiros de España. El nacionalismo español 1808-2018 (Crítica) y autor, entre otros libros, de Guaridas del lobo. Memorias de la Europa autoritaria (Crítica), Nuñez Seixas insiste en tener siempre en cuenta el contexto a la hora de cualquier análisis porque, de lo contrario, caeríamos en un peligroso presentismo. “Si revisáramos, por ejemplo ―opina el historiador― las trayectorias de líderes revolucionarios, ninguno de ellos resistiría por supuesto las acusaciones de un descarado machismo”.
Historiador y filósofo, profesor de la Universidad de Barcelona y un experto en el tema, Edgar Straehle reconoce que el actual litigio entre México y España resulta un tema complicado que conviene también situar en su contexto. “Es cierto ―señala― que ha pasado mucho tiempo, pero la conquista no se ha digerido del todo en España porque afecta a la identidad nacional. Además en esta ocasión la memoria nacional se confunde con la memoria imperial. De todos modos, no conviene perder de vista que López Obrador utiliza el pasado para fijar un enemigo exterior que le permita orillar sus problemas internos. Por ello habría que preguntar a las víctimas indígenas cómo se sitúan frente a las élites mexicanas que gobiernan México desde hace dos siglos”. En este sentido, los especialistas recuerdan el latente conflicto en el Estado mexicano de Chiapas que provocó una rebelión zapatista en los años noventa o los problemas en otros Estados que cuentan también con importantes poblaciones indígenas.
Temporada de huracanes el 12 de octubre
Con mucha ironía Bernat Hernández, profesor de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Centro de Estudios de la América colonial, comenta que cuando se acerca la fecha del 12 de octubre, fiesta nacional española, “se desata una temporada de huracanes sobre el papel de España a partir de la conquista”.
Sin duda, la efeméride de la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas sigue siendo motivo de controversia, aunque Hernández se muestra muy rotundo. “Existe amplio consenso historiográfico ―afirma― sobre cómo se produjo la conquista, sus luces y sus sombras, sobre la heterogeneidad del mundo indígena… Por supuesto que hubo aspectos positivos en los más de tres siglos que duró la colonización y, al mismo tiempo, hubo matanzas y agresiones de todo tipo contra los pueblos indígenas. Por ello hemos de tener claro que la conquista significa destrucción y construcción. Así de claro”.
López Obrador utiliza el pasado para fijar un enemigo exterior que le permita orillar sus problemas internos. Por ello habría que preguntar a las víctimas indígenas cómo se sitúan frente a las élites mexicanas que gobiernan México desde hace dos siglos
En cualquier caso, el imparable auge del populismo en la Historia ha puesto en guardia a los historiadores porque colisiona con las numerosas investigaciones serias y con base científica. Tanto Straehle como Hernández y Núñez y la mayoría de sus colegas remarcan que su trabajo responde a criterios de rigor, de metodología, de un adecuado uso de las fuentes y de las citas, entre otros requisitos. En resumen, exigen un aval académico frente a bulos y visiones sesgadas y partidistas. Pero este esfuerzo, a juicio de Núñez Seixas, se ve muy alterado por la expansión de las redes sociales.
“Parece evidente”, opina el catedrático gallego, “que en línea con la polarización política que nos invade, las redes acogen a toda clase de aprendices de historiadores, de propagandistas de falsedades que todavía van mucho más allá en su demagogia de las posiciones revisionistas de autores como Pío Moa”. Sea como fuere, los historiadores universitarios están perdiendo presencia en la esfera pública e incluso algunos de ellos son acusados de “academicistas o de izquierdas” por los sectores conservadores, señala Edgar Straehle en una opinión que comparten muchos colegas.
Por otra parte, las visiones más derechistas de la Historia venden más libros en España en los últimos años a partir de exaltaciones del Imperio español o de sus manipulaciones sobre la Segunda República, la Guerra Civil o el franquismo, según fuentes editoriales. Y en esta línea no deja de ser contradictorio que la derecha apele a los tercios de Flandes o a los conquistadores de América de hace cinco siglos mientras acusa a la izquierda de remover el pasado con una memoria tan reciente como las fosas comunes de la dictadura franquista.
A pesar de reconocer que la investigación histórica vive hoy un buen momento en España, el profesor Straehle lamenta el elitismo universitario y la escasa divulgación de altura en este país frente al modelo anglosajón donde los historiadores intervienen más en los medios de comunicación y en los foros públicos. Desde su posición de autor con influencia sobre un público generalista, Núñez Seixas admite que la historia narrativa tiene menos éxito editorial aquí que en otros países y señala también la ausencia de buenas editoriales universitarias, salvo excepciones.
“Elevar la cultura histórica de la sociedad, pasa por una buena divulgación y por una vocación de los historiadores de llegar al gran público”, apunta Núñez. Por su parte, Bernat Hernández incide en que los historiadores han de tomar partido pero manteniendo siempre el rigor. Sea como fuere, el populismo suele ser transversal y se alimenta de la polarización política, una pugna que se remonta cinco siglos atrás como demuestra el eterno debate sobre la leyenda negra.
Parece evidente que en línea con la polarización política que nos invade, las redes acogen a toda clase de aprendices de historiadores, de propagandistas de falsedades que todavía van mucho más allá en su demagogia de las posiciones revisionistas de autores como Pío Moa
Autor de una biografía sobre Bartolomé de las Casas (Taurus), el fraile defensor de los indios a comienzos del XVI, el profesor Hernández explica que la leyenda negra es tan ambigua como la propia conquista y añade: “El juicio sobre la conquista ya comenzó a hacerse en el siglo XVI cuando De las Casas pidió restituir a los indios sus propiedades y riquezas. Además, hay que considerar que en esa época no existía un México sino muchos Méxicos y que toda Centroamérica fue conquistada por los propios indígenas”.
Si bien se muestra escéptico sobre la posibilidad de frenar el populismo, Straehle apunta a una mayor y mejor investigación universitaria, al rechazo de las categorías presentistas para enjuiciar el pasado y a la necesidad de aplicar filtros a la ingente y anónima información en las redes sociales. Pero la crítica de este especialista también se dirige a “un mundo académico muy precario así como endogámico y productivista”.
Núñez Seixas, por su lado, incide en que “la sociedad de internet se traslada al ágora donde aparecen los charlatanes de la barra del bar cuyas opiniones se amplifican en las redes sociales”. Este catedrático recalca la relevancia del estudio histórico al subrayar que la memoria familiar no suele abarcar más de tres generaciones y la colectiva no retrocede mucho más allá. Al referirse a su especialidad, Hernández lamenta el clamoroso vacío de la historia de América no solo en los programas de la educación secundaria, sino incluso en temarios de las facultades del ramo.
Entretanto, los bulos y la demagogia siguen campando por sus respetos entre públicos cada vez más amplios que compran, en el caso de redes y libros en sentido literal, las interpretaciones conservadoras y falseadas. Como sostiene Edgar Straehle, “lo paradójico es que las leyendas negras denunciadas por los nacionalismos son creaciones que proceden de otras historiografías nacionalistas y que, al tiempo que se las combate, se las imita”.