La excepcionalidad del siglo XX toma fuerza con Masaveu
La riqueza del arte español del siglo XX es mayúscula. Distintos discursos e innumerables artistas confeccionaron un legado pictórico y escultórico de elevado nivel, y de manera paralela en el tiempo. Diversas maneras de recrear la realidad y sus inquietudes funcionan como legado de un pasado reciente y cautivador a nivel socio cultural. Y la Colección Masaveu trata de realzar su merecida relevancia. A través de la exposición «Arte español del siglo XX. De Picasso a Barceló», la Fundación acoge, hasta el 20 de julio, una muestra que aglutina excepcionales obras, desde las vanguardias de Picasso o Blanchard hasta la singularidad de Miquel Barceló.
La comisaria, María Dolores Jiménez-Blanco, define la exposición como «un descubrimiento, porque nunca se ha expuesto junta tanta obra del siglo XX de esta colección». Cada generación de los miembros de la familia Masaveu ha aportado sus preferencias estéticas, aglutinando como consecuencia una de las coleccciones privadas más importantes de España, y una de las más excepcionales del siglo XX. La muestra apuesta por un itinerario que no parte de una narración historiográfica al uso, sino que más bien ha tratado de aprovechar cada recoveco del edificio de la Fundación –sin saturar–, para mostrar las afinidades que afloran entre piezas de Miró, Dalí, Antonio López, Soledad Sevilla, Darío Villalba o Tàpies.
Se trata, añade la comisaria, de una «selección restringida por razones de espacio, lejos de toda pretensión de exhaustividad», y que muestra cada obra con su merecida esplendidez. El visitante arranca observando obras de Juan Gris, Picasso o Julio González, que afirman la centralidad de estos artistas en la configuración de modos de entender la pintura y la escultura que desencadenaron importantes transofrmaciones en el arte de dicho siglo. Asimismo, a lo largo del recorrido, se aprecia a un Dalí obsesionado por lo nuclear en «Assumpta Corpuscularia» (1952), para acto seguido abrazar el delicado realismo de un Antonio López centrado en lo cotidiano, como se muestra en la obra «Interior del váter» (1968-1971). Se exponen, asimismo, los evocadores realismos de Antonio Saura o Lucio Muñoz, así como los explosivos informalismos de Juana Francés o Martín Chirino. Así como «Abesti gogorra II», escultura de Chillida, se erige en el centro de una sala donde dialogan las texturas de Rivera o de César Manrique.
Este itinerario se completa con un gabinete dedicado a obra sobre papel. En una sala, se reúnen interesantes dibujos, como es un boceto que Benjamín Palencia creó para dar forma al icónico símbolo de la Barraca de Lorca. Este espacio, explica Jiménez-Blanco, se irá renovando periódicamente por necesidades de conservación, y en el que se exhibirán sucesivos conjuntos de dibujos y fotografías.