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Los nietos sin rostro del Frente Atlético: una historia de violencia, muerte y traición

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Abc.es 
En el mundillo ultra, los rivales del Frente Atlético hace tiempo que se refieren a ellos como 'Peña Frente Atlético'. Se trata, dentro del complejo sistema de alianzas, de humillar a los radicales colchoneros por una supuesta falta de contundencia. El mismo argumento que los propios aludidos utilizan para recordar lo que pasó aquella mañana aciaga, hace ahora una década, en las inmediaciones del Vicente Calderón. «Eso debían pensar los que vinieron a desayunar», responden, con más o menos literalidad, en alusión a la reyerta multitudinaria que se cobró la vida de Francisco Javier Romero Taboada, el miembro de Riazor Blues conocido como 'Jimmy'. Esa muerte, que hubiera significado la desintegración de casi cualquier grupo, lo único que provocó en el fondo sur del extinto Vicente Calderón fue un abrupto relevo generacional: el tercero desde que las facciones de extrema derecha tomaran el control definitivo en la primera mitad de los 90. Si tras el asesinato en 1998 del seguidor de la Real Sociedad, Aitor Zabaleta, el Frente logró recomponerse gracias a una ley del Deporte aún demasiado laxa, con la muerte de Jimmy ocurrió justo lo contrario. Los violentos del Manzanares sufrieron un golpe mucho más severo, con decenas de miembros detenidos por la Policía, una veintena de expulsados como socios del club y el nombre de Frente Atlético eliminado para siempre del listado oficial de peñas. Un panorama que pocos hubieran resistido de no ser por la capacidad de regeneración de los ultras rojiblancos. Para explicarlo retrocedamos dos décadas. A mediados de los 2000, el Frente no pasa por su mejor momento: con Ricardo Guerra (el asesino de Zabaleta) condenado a 17 años y su grupúsculo neonazi Bastión desterrado del fondo sur, el núcleo duro de los radicales del Atlético se ha reducido. Una oportunidad que aprovecha Herri Norte Taldea (Athletic de Bilbao) para pasearse por el fondo norte del Calderón, y también Ultras Sur (Real Madrid), al plantarse sin policía en la explanada de Príncipe Pio y hacer retroceder a los locales en plena bajada al derbi de 2005. Dos serios varapalos que, vistos en perspectiva, sirvieron para curtir a toda la hornada incipiente que asomaba por la calle San Epifanio, su viejo e histórico fortín. Así, al tiempo que se devolvían visitas sin escolta al Bernabéu y San Mamés, y su sed de violencia se expandía por el viejo continente (coincidiendo con la vuelta del club a competiciones europeas en 2007), el Frente Atlético recuperaba el temor de antaño. El ascenso, sin embargo, no estuvo exento de contrapartidas. La línea roja que siempre había imperado en el grupo de no mantener relaciones con Ultras Sur fue claramente vulnerada por algunas de sus secciones más duras, de claro corte skinhead y con la gresca como único objetivo. Ello obligó a los veteranos a expulsar en 2014 a buena parte de su primera línea, Suburbios Firm y Pella Salvaje, por su amistad con Outlaw , la banda fuera de la ley que meses antes había protagonizado un golpe de estado en el seno de Ultras Sur. Y en ese contexto, con el grupo debilitado y enfrentado a los que hasta entonces habían sido sus compañeros de correrías, llegó la que para muchos iba a ser su estocada final: el 30 de noviembre de 2014, el Frente Atlético y Riazor Blues (Deportivo de la Coruña) se citaban a primera hora de la mañana, en el marco de una pelea entre más de 200 personas que acabaría de la peor manera posible. La muerte de Jimmy llevó a cuatro de los ultras colchoneros a entrar en prisión provisional, y meses más tarde al único menor señalado por el crimen a un centro de internamiento. Pero un error policial en la instrucción , en el caso de los cuatro adultos, y la poca credibilidad del testigo protegido, que había señalado directamente al joven de 17 años, provocó la puesta en libertad de los cinco acusados. Aunque para entonces, poco quedaba del Frente que ellos mismos habían construido. Por si fuera poco, la Fight Firm, la sección juvenil destinada a tomar el relevo de Suburbios y Pella, también desapareció del mapa. «Hubo muchos que dejaron de ir al fútbol porque fueron identificados en la pelea y sabían el marrón que se les venía encima», recuerdan las fuentes consultadas, en alusión a los más de 80 ultras (de ambos bandos) que tuvieron que esperar hasta 2022 para ser juzgados por un delito de riña multitudinaria con la agravante de discriminación ideológica. El carrusel de desbandadas motivó que los jóvenes, dieran, valga la redundancia, un paso al frente: la tercera generación no había hecho más que nacer. Los años venideros sirvieron para recomponer un grupo con diferentes acciones sociales. Con el cambio de estadio, promovieron un 'crowdfunding' para levantar la estatua de Luis Aragonés que hoy luce a la entrada del Metropolitano, y al tener mayor espacio en los alrededores de su nueva casa, intensificaron la celebración de jornadas festivas para todos los aficionados. La misión estaba clara: recuperar la confianza de la masa social y volver a ser una especie de guardián de las esencias de los valores atléticos. Manteniendo, eso sí, el mismo equilibrio de siempre con la directiva del club, como prueba la resistencia frontal al cambio de escudo, con huelga de animación incluida, en contraposición con algunos intentos de acallar al resto de la grada para no cantar contra Gil y Cerezo. En el Metropolitano, los nietos del Frente tuvieron que encontrar su sitio en las calles más cercanas al campo. Y eligieron un bar a espaldas de la Unidad Integral de Distrito San Blas-Canillejas de la Policía Municipal, lo que hasta ahora ha provocado que nadie mueva ficha hacia esa zona de Las Rosas, en la parte alta del entorno del estadio. Solo Biris Norte (Sevilla) intentó alcanzar su punto de reunión en mayo de 2022, pero la Policía Nacional los Interceptó a 300 metros armados con cascos, palos de grandes dimensiones y petardos con metralla adherida. Eso no quita que hayan estado inactivos en cuanto a refriegas se refiere. Superada la pandemia, los colchoneros han protagonizado al menos dos 'drakas', es decir, peleas al estilo ruso en espacios apartados y con un número de implicados acordado de antemano. La primera tuvo lugar en marzo de 2021, cuando quedaron con Ultras Sur, diez contra diez y desprovistos de armas. La segunda ocurrió hace justo un año en un bosque similar de Madrid contra los hooligans holandeses del Feyenoord. Pese a que el Frente perdió las dos batallas, su última camada dejó claro que no estaba dispuesta a abandonar la violencia. Asimismo, resurgieron los enfrentamientos con Suburbios, aparcados tras el crimen de Jimmy, con diversos escarceos en el lado más próximo a Canillejas; colgaron una muñeca hinchable de color negro y con la camiseta de Vinicius, en un puente contiguo a Valdebebas; y mantuvieron una sonada disputa la pasada temporada contra United Family, una facción del Betis con la que años atrás estaban hermanados. Acciones, todas, encaminadas a no perder comba a ojos de otras hinchadas, en una época en la que los radicales del fútbol lejos de estar extinguidos han incrementado su presencia por toda la geografía española. La imagen del pasado derbi, con Giménez, Koke y Simeone yendo a negociar al fondo sur con varios individuos que habían ocultado su rostro, devolvió la mirada veinte años atrás: entonces, un tipo de traje y pasamontañas rojiblanco lideraba el asalto al entrenamiento tras una serie de malos resultados. Hoy la excusa es otra, pero el chantaje vuelve a ser el de siempre.