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Октябрь
2024

Así preparé mi primer maratón

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Abc.es 
Este verano mis zapatillas pisaron la tierra roja de Iten (Kenia), un lugar conocido mundialmente por ser la cuna de los fondistas más laureados. Llegué a Nairobi, la capital, con un grupo de españoles, emocionados y ansiosos por lo que nos esperaba. El viaje hacia Iten, al oeste del país, fue largo, pero cada kilómetro recorrido aumentaba nuestra expectativa. Iten no es sólo un lugar de entrenamiento; es un santuario del atletismo en el que la altitud y la genética se combinan para crear campeones. Despertar cada mañana en Iten era como estar en un sueño. A más de 2.400 metros sobre el nivel del mar , la altitud nos desafiaba desde el primer paso, pero nos adaptamos rápidamente gracias a su atmósfera única. Cada jornada comenzaba con un trote matutino, donde el aire fresco y limpio llenaba nuestros pulmones y las vistas de las colinas verdes nos inspiraban a seguir adelante. Entrenar en el estadio de Eliud Kipchoge , doble campeón olímpico, una leyenda del deporte, fue un privilegio que nunca olvidaré. Hacer series en la misma pista que ha visto entrenar al hombre que rompió la barrera de las dos horas en maratón, aunque no su marca no fue homologada, es un recuerdo que llevo grabado en el corazón. El estadio, modesto, irradiaba una energía especial. Sentíamos que estábamos absorbiendo parte de la grandeza que ese lugar representa. Y, dicho sea de paso, me salió el mejor entrenamiento de series que he hecho nunca. La vida. La verdadera lección de Iten, sin embargo, no estaba en sus pistas ni en su altitud. Lo que realmente nos llevamos de allí fue la humildad y la sencillez de su gente. Los campeones keniatas, a pesar de sus logros, viven con una modestia impresionante. Su éxito se debe no sólo a su genética, sino también a una ética de trabajo impecable y a una actitud humilde. En Iten aprendimos que el atletismo, aparte de talento, es corazón y dedicación. Conocimos a jóvenes corredores que sueñan con llegar a lo más alto, pero que viven sus vidas con una serenidad y humildad desbordantes. Nos impresionó cómo no pierden el contacto con su comunidad y mantienen un trato impecable con los visitantes. Nos sentimos acogidos, como si fuéramos parte de su familia, y esa hospitalidad dejó una huella profunda en nosotros. Además de la conexión con los keniatas, la experiencia en Iten nos unió como grupo. Creamos un vínculo especial, compartiendo no sólo entrenamientos, sino también risas, historias y sueños. La pasión por el atletismo nos unía, y esa camaradería hizo que cada día en Iten fuera aún más significativo. Juntos no sólo corrimos y entrenamos, sino que también exploramos la cultura local, probamos su comida típica, como el ugali (un plato elaborado con harina de maíz y agua), y nos maravillamos con la belleza de su paisaje. Eso sí, con el ugali no nos pusimos de acuerdo. Amado por unos y odiado por otros. Gracias Daniel, Esther, Giuseppe, Héctor, Hetty, Josep, Luisma, Marc, Óscar, Pablo y Sergio. Con todo ese aprendizaje me dirigí a Berlín para enfrentarme a mi primer maratón el domingo 29 de septiembre. El maratón de Berlín es uno de los más prestigiosos del mundo, conocido por su recorrido, muy rápido, y por ser el elegido casi siempre por los atletas de élite para batir récords. Para mí, sin embargo, el desafío era personal. Desde que supe en diciembre de 2023 que había conseguido dorsal, mi objetivo era vivir la experiencia y terminar la carrera. Mi padre, que ha corrido cinco maratones, fue mi compañero de viaje, celebrando también su cumpleaños ese fin de semana. Juntos compartimos la emoción y los nervios previos a la carrera. Durante meses, me preparé con dedicación y esfuerzo. Inicialmente, sólo quería terminar la carrera pero, a medida que avanzaban los entrenamientos, me sentía más fuerte y confiado. Y mi espíritu competitivo iba a más. Es algo que no puedo frenar: quiero competir siempre al máximo. Establecí un objetivo ambicioso: bajar de las tres horas, corriendo a un ritmo de 4:15 por kilómetro . Para ser el primer maratón, no estaría mal. Sabía que no sería fácil pero, con la humildad y el respeto que aprendí en Iten, me planté en la línea de salida junto a 58.000 corredores más. La carrera comenzó y me sentí bien desde el primer momento. Los primeros 25 kilómetros los corrí a un ritmo promedio de 3:57 por kilómetro, sintiéndome fuerte y controlado. Sin embargo, a medida que la distancia aumentaba, la fatiga comenzó a hacerse notar. Recordé entonces las lecciones de Kenia: la importancia de mantener la humildad y el respeto por los 42 kilómetros y 195 metros. Decidí priorizar disfrutar el momento, vivir cada paso y absorber la energía de Berlín. Aunque tampoco frené en exceso. De hecho, sólo bajé el ritmo cinco segundos por kilómetro. Pasar bajo la mítica Puerta de Brandeburgo fue un momento indescriptible. Durante años, con la presencia del muro de Berlín, el mítico monumento berlinés estuvo encerrado entre el muro interior y exterior, quedando su visita reservada a algunos invitados especiales de la RDA y a los guardias fronterizos. La emoción y la satisfacción de haber llegado tan lejos me invadieron. Al cruzar la meta y pasar por debajo de los arcos de la mítica puerta, las lágrimas y la sonrisa se mezclaron en mi rostro. Recordé el sueño lejano de correr un maratón, que se había convertido en realidad gracias al esfuerzo y la dedicación de meses de preparación. Y con la medalla en el cuello, dediqué mi logro a mi abuela Angelita , sabiendo que ella estaría orgullosa. ¿Y el tiempo? Aunque en ese momento no importaba tanto, al final a una persona tan competitiva como yo sí que le importaba: 2 horas, 51 minutos y un segundo, a 4:03 minutos por kilómetro. Y lo mejor de todo es que este camino no termina aquí. Ya estamos planeando las próximas aventuras: correr la Behobia-San Sebastián, la San Silvestre Vallecana profesional , la media maratón de Sevilla y, por supuesto, Roma, donde buscaré otra victoria personal y, sobre todo, donde me encontraré de nuevo con el grupo de españoles que viajamos a Kenia. Porque el verdadero éxito no está en el tiempo que hacemos, sino en todo lo que aprendemos y vivimos en el proceso. * Iván del Dedo tiene 27 años y reside en Madrid. Nació en Ávila y se considera toledano de acogida. Trabaja como periodista en C de Comunicación, un medio especializado en el ámbito profesional, donde su cometido es cubrir temas relacionados con suministros industriales. Además, intenta divulgar su pasión por el atletismo, combinando vídeos de carreras, entrenamientos y humor en la cuenta de Instagram @vanchirunner.