Tomás Rufo y una vuelta al ruedo con ¿el toro de la discordia?
A Román se le conoce por ser un tipo honesto. Y como honesto que es (con el toro sobre todo) se fue al centro del ruedo con el segundo de El Puerto de San Lorenzo. Quería el valenciano varias cosas, por un lado tocar el corazón de la afición con el toreo en la distancia que siempre gusta en Madrid y aprovechar por otro la inercia del de El Puerto de San Lorenzo. El animal iba con franqueza, pero también con esas ganas de rajarse, de salir suelto sin la necesidad de volver a volver a la muleta de Román. Le ganaba la acción el valenciano y cuando solo veía muleta el toro quería. Román fue montando así la faena, solvente y sincero con el astado. La espada no tuvo tanta convicción; su corazón sí.
A Román se le espera siempre con ganas de ver qué pasa, a lo largo de su trayectoria ha dado argumentos y mucha sangre en honor del toreo. Se cruzó de salida el quinto en el capote de Román, pero pasó de largo después en la muleta. Eso sí sin excesiva humillación y con la emoción justa. El de Valencia puso oficio y ganas y los mejores muletazos los firmó para el final, a dos manos y genuflexo de rodilla. Justo antes de meter el acero a la primera. Estábamos ya en el quinto y con la certificación habitual de que Madrid es Madrid. Lugar inhóspito por muchos motivos para ver toros, sobre todo porque apuesta (y raro será que no ganes) por que no pasará nada.
Así ocurrió en el sexto de la tarde
Fernando Sánchez puso en la cara el par de banderillas en el sexto. No suele fallar. Ya era mucho. ¿O habíamos tenido poco? También había brillado en el anterior. Estábamos ya en el camino de irnos. En el túnel de una temporada negra en Madrid. Rufo brindó el toro, sería mucho saber a quién, estaba debajo pero lejos. Muletazos de tanteo previos para llevarse de un tirón al toro al centro y se hizo el silencio. El toro iba. O eso queríamos pensar. Aquí quemamos todas las balas, que a ilusión no nos gana nadie (o casi). Comenzó la faena muy fuera y se le recriminó. Normal. Y ya estaba abierta la brecha del público de Madrid, que marcó toda la puesta en escena. En la segunda tanda fue cuando le cogió el aire, sobre todo al final para alargar con los vuelos la arrancada, que la tenía. No iba a durar, pero era sitio y hora. La faena de Rufo tuvo algún momento bueno, con clase y empaque el torero, alargando la embestida y gozándola, con otros de menos fluidez y reunión. La labor, en ese punto de querer despegar, se quedó en en el medio, aunque el remate de faena volvió a recobrar esplendor. Luego vendría la media y el ocaso de una tarde. Y casi de una temporada. Y lo suyo, lo de Rufo, quedó en una vuelta al ruedo.
El toledano se las vio con un tercero sobrero de Juan Pedro Domecq, que se movió sin demasiada entrega. De rodillas comenzó la faena, pero ya se vio ahí que se quería medio quedar en la muleta, que penalizaba cuando iba volandera. Rufo puso voluntad sin rebasar líneas. A los bajos se le fue la espada.
A Manzanares le había tocado un ejemplar de El Puerto de San Lorenzo, tan suavón que si se hubiera ceñido a él hubiéramos podido ver algún muletazo bonito, pero como todo ocurrió en la periferia se juntó la banalidad del muletazo con la falta de transmisión del animal. Y el fallo a espadas.
El cuarto no empujó en los trastos, iba y venía por allí y salía desentendido del encuentro. Así la faena del alicantino. La espada se le fue abajo, ya marcada desde el pinchazo inicial. Estaría bien saber en qué momento la tarde también se nos había venido. (Al traste).
Ficha del festejo
Las Ventas. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (4º y 5º). El 1º, noblón y con calidad; 2º, mansito pero franco; 3º, bis de Juan Pedro Domecq, movilidad sin entrega; 4º, sin entrega ni empuje; 5º, manejable; 6º, bueno. Casi lleno.
José María Manzanares, de grana y oro, cinco pinchazos, estocada (silencio); pinchazo, estocada baja (silencio).
Román, de azul cielo y azabache, media honda, dos descabellos (saludos); estocada corta desprendida (silencio).
Tomás Rufo, de berenjena y oro, estocada baja (silencio); media, descabello (vuelta).