El Girona se hunde en la anarquía
Dos penaltis parados, dos goles en propia puerta y un total de cinco tantos. Esas son las crudas estadísticas del duelo entre el Girona y el Feyenoord , una oda a la anarquía , a los cambios de guion inesperados, taquicárdicos, que acabaron desembocando en una nueva derrota de los catalanes en la Champions League. Los chicos de Míchel, aunque se adelantaron con un gol de David López , fueron presos de sus dantescos errores, que propiciaron la remontada neerlandesa. Cuando parecían muertos, Van de Beek consiguió un empate épico, pero un nuevo volantazo en el minuto 79, cuando más tocados estaban los visitantes, propició su victoria final. Aunque la imagen era histórica, pues ver a Montilivi acoger un partido de Champions era impensable hace unos años, el recinto catalán no mostró su mejor imagen en su estreno continental. La UEFA no permite el uso de gradas supletorias y una importante parte del estadio estaba desierta. Además, la densa lluvia hizo que las zonas habitables estuviesen llenas de calvas. Un escenario tristón que para nada acongojó a los locales, que firmaron un inicio de lo más prometedor. Sin ir más lejos, Tsygankov estuvo a punto de adelantarles a los siete minutos, pero su disparo a bocajarro fue desviado por Wellenreuther. Era Bryan Gil el gran agitador, muy móvil, siempre con hambre de llegar a unos balones que parecían inalcanzables, impresionante el físico desplegado por el Feyenoord. Los neerlandeses intentaban imponer su supremacía muscular, sacar rédito de los eléctricos regates de Osman por la banda derecha, mientras que los españoles apostaban por el seso, jugar la pelota controlada para luego, tras sobrepasar la divisoria, acelerar por los costados y bombardear el área. Tácticas que se fueron al traste gracias a un error de Bueno. El lateral visitante falló al despejar un córner y, con un remate tosco pero sí muy efectivo, David López adelantó a los catalanes. Pero la Champions, en cuestión de segundos, le enseñó al Girona lo cruel que puede llegar a ser. Aún jaleaba la grada su primer gol continental cuando un centro neerlandés fue a parar a la cabeza de Timber . Estaba solo el centrocampista y, aunque su remate no fue del todo preciso, acabó siendo desviado por Herrera y el 1-1 se hizo efectivo. El empate solo fue el primer golpe de la ráfaga y acto seguido Tsygankov, uno de los mejores del Girona, tuvo que ser sustituido por una lesión muscular. Para celebrar en la Champions no vale con ser un buen equipo, hay que sufrir lo indecible y tener una fe desmedida. Se deprimieron los locales y el Feyenoord, todo un campeón (1970), se tiró a la yugular. El héroe fue villano, David López regaló un pase a Milambo y este no falló a la hora de definir ante Gazzaniga. El drama pudo ser definitivo ya que el guardameta argentino, en la siguiente jugada, dio un pase infame a Iván Martín, que acabó haciendo penalti, pero en esta ocasión el portero sí estuvo fino y le paró el disparo desde los 11 metros a Ueda. El cóctel se le había atragantado al Girona y a punto estuvo de recibir un par de disgustos más por sus imprecisiones a la hora de sacar la pelota jugada desde atrás. El descanso fue muy bien recibido. Fue una incógnita si Míchel metió el bisturí en el intermedio, sus pupilos prosiguieron decididos hacia el desastre, cometiendo toneladas de errores en el pase y abrazando un posible goleada. Casi se recomponen, pero el gol en propia de Hancko fue anulado por un fuera de juego previo de Van de Beek. Sin embargo, ese espejismo enseñó el camino hacia el empate. La banda derecha, poblada por el neerlandés y Gil, produjo muchas acometidas gerundenses y al Feyenoord le tocó recular y en ocasiones se pasó a la hora de aplicar dureza a sus entradas. Esa indecisión hizo que el guardameta visitante no acertara a la hora de atrapar un disparo de Gil. Provocó un penalti a Miovski, pero Wellenreuther , como antes Gazzaniga, deshizo su error con una gran parada al macedonio. La anarquía ya se había hecho con el control del partido, cualquier línea narrativa era posible en la húmeda noche en Montilivi y Van de Beek decidió destrozar los pronósticos tras firmar el 2-2 con un buen disparo y tras una gran jugada de Danjuma. Míchel fue valiente, desplegó a Stuani y a Asprilla, dos colmillos muy afilados. Y una vez más, el fútbol golpeó a los locales. Cuando más sufría el Feyenoord, un centro de Hancko, que se había anotado en propia puerta, provocó el gol definitivo, obra de Krejci en propia puerta. La jugada que resume un duelo imperfecto, de lo más entretenido y anárquico, y que supuso la segunda derrota en dos partidos para el Girona en la Champions League.