Editorial: Sheinbaum, la historia y el futuro
El significado histórico de su toma de posesión, el martes, fue resumido por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, con una inspiradora frase: “Por primera vez llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra hermosa nación. Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas”.
Esta llegada debe ser bienvenida. Marca un cambio simbólico de gran importancia, resultado de luchas emprendidas durante décadas para derribar prejuicios machistas y abrir mayores espacios de equidad y justicia. Lo que sigue a partir de ahora para la presidenta y su gobierno está en clave de futuro: es la difícil tarea de honrar ese derecho ganado por todas y volcarlo, en el marco de la democracia y las instituciones, en bienestar para su pueblo.
Su predecesor y mentor político, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien hiperbólicamente calificó en su discurso de toma de posesión como “el mejor presidente de México”, deja un legado que dificultará sus tareas. En el sexenio que sigue, Sheinbaum deberá realizar grandes esfuerzos para atemperar daños, corregir rumbos y emprender iniciativas con sello propio. No hay certeza de que tal sea su propósito, pero la necesidad de hacerlo es inevitable, dada la magnitud de los retos. A la vez, su manifiesto afán renovador y su trayectoria política y profesional dan esperanzas de que actúe en consecuencia.
Partiendo de que así sea, la presidenta no podrá descuidar el gran poder político del que dispone AMLO y la posibilidad de que lo ejerza para mantener su influencia e, incluso, imponer vetos. Tras seis años de gobierno populista, cuyos principales aportes fueron su honestidad, el aumento en el ingreso de los sectores más pobres y la consecuente reducción de la pobreza y (en mucha menor medida) la desigualdad, AMLO se retira con un 68 % de popularidad. Además, tiene gran influencia en el Poder Legislativo, en algunos miembros del nuevo gabinete y en el partido oficialista Morena.
Pese a los aportes señalados, durante su mandato el presidente se dedicó sistemáticamente a debilitar los pesos y contrapesos democráticos, empoderó a los militares mucho más allá de sus tareas de defensa, acentuó la dependencia energética de los hidrocarburos, generó gran incertidumbre entre los actores económicos, no logró mejorar la productividad ni aumentar el crecimiento, personalizó el ejercicio de la presidencia, irrespetó adversarios y fue incapaz de mejorar la seguridad.
En estos seis años, los homicidios y las desapariciones alcanzaron cifras récord: un promedio combinado anual de 40.000 aproximadamente. Los carteles del narcotráfico ejercen enorme control en casi un tercio del territorio nacional. La población con acceso a los servicios públicos de salud se ha reducido. Según el secretario de Hacienda, el déficit fiscal acumulado llegará al 5,9 % del producto interno bruto este año, en tanto el Banco de México pronostica un crecimiento económico de apenas un 1,5 %. La deuda acumulada de la empresa petrolera estatal, Pemex, alcanza los $100.000 millones, en medio de enormes ineficiencias y altos costos para el fisco. Y se han dedicado miles de millones a proyectos de obra pública de dudosa necesidad.
En su último mes como presidente, aprovechando la supermayoría lograda por Morena y sus aliados en las elecciones del 2 de junio, AMLO logró que el Congreso aprobara dos reformas constitucionales con graves implicaciones para la democracia.
Una dispuso que todos los jueces federales, incluidos los magistrados de la Corte Suprema y de los tribunales electorales, hasta ahora seleccionados mediante exámenes y nombramientos calificados, sean elegidos por votación popular. El nuevo sistema se presta mucho más que el actual para la manipulación política, la corrupción y la influencia de la delincuencia. La otra reforma conducirá a una mayor militarización de la Guardia Nacional, una policía creada por López Obrador que pasará de la Secretaría (ministerio) de Seguridad a la de Defensa.
En su discurso del martes, Sheinbaum descartó que se trate de pasos hacia más autoritarismo. Además, prometió respeto a las libertades, incluida la de expresión, a menudo asediada por su predecesor, a la autonomía del Banco Central y al Estado de derecho en general. Y prometió una transición hacia fuentes de energía renovables. Se trata, al igual que otras, de promesas considerables. Cómo las diseñará y aplicará es lo que está por verse.
El logro histórico de una mujer presidenta es notable. Tanto o más importante será la índole del gobierno que consiga hacer. Le deseamos éxitos.