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Lenta respuesta a la viruela símica, otro llamado de atención

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Es como una película que ya hemos visto. Una nueva cepa vírica está matando gente en algunos de los países más pobres del mundo, y aunque existen vacunas, la insuficiencia de la producción y los obstáculos regulatorios impiden su llegada a quienes las necesitan.

La respuesta al brote de viruela símica en África Central hace pensar que no hemos aprendido las lecciones de la covid‑19, cuando la inequidad en el acceso a vacunas prolongó la pandemia y agravó sus consecuencias económicas. Y demuestra, en un tono más alarmante, lo mal preparados que estamos para una nueva crisis sanitaria global.

Pero quedan dos motivos de esperanza. El primero se debe al azar. El coronavirus era muy contagioso y se transmitía a través del aire, mientras que el contagio de la viruela símica es mucho más lento y depende del contacto cercano, lo que ha limitado la cifra de muertes. La Organización Mundial de la Salud tiene unos 100.000 casos confirmados desde enero del 2022, mientras que los Centros para el Control de Enfermedades africanos informan de 724 muertes por la enfermedad en lo que va del año.

En segundo lugar, esta crisis ofrece una oportunidad. Trabajando juntos para eliminar los obstáculos a una respuesta a la viruela símica, los gobiernos, los organismos internacionales y el sector biofarmacéutico mejorarán la preparación para futuros patógenos. Los obstáculos más fáciles de desmantelar son las regulaciones que dificultan la fabricación de vacunas y su distribución a través de las fronteras.

Tras el brote de viruela símica del 2022, las autoridades regulatorias en la Unión Europea, Japón, Estados Unidos y Canadá aprobaron vacunas, pero en la República Democrática del Congo (RDC), el país más afectado por el brote iniciado el año pasado, solo se aprobaron en junio de este año, y eso puso una barrera adicional al ingreso de dosis donadas.

Muchos países de bajos ingresos dependen de la OMS para la evaluación de seguridad y eficacia de las vacunas; la autorización de la OMS también es necesaria para que Gavi y la Unicef efectúen pedidos de compra en grandes cantidades y distribuirlas. A pesar de los esfuerzos de la OMS, sus normas demoraron hasta mediados de agosto la declaración de la viruela símica como emergencia y la correspondiente autorización para la administración de vacunas, cuando la difusión de la enfermedad ya la había convertido en un problema sanitario de importancia internacional.

Una vez obtenida la declaración, la Unicef procedió con una licitación de hasta 12 millones de dosis de aquí a finales del 2025. En paralelo, la OMS trabajó con fabricantes y reguladores para reunir los datos necesarios para la "precalificación" total (para uso no solo en emergencias) de vacunas contra la viruela símica. La primera de las autorizaciones se otorgó el 13 de setiembre, y pocos días después Gavi llegó a un acuerdo con la fabricante danesa Bavarian Nordic para la compra de 500.000 dosis que se entregarán este año.

Para evitar demoras en el futuro, los países tienen que estar mejor preparados para recibir vacunas. Una posibilidad es que los diferentes gobiernos comiencen a reconocer las autorizaciones de otros países, y que usen las negociaciones sobre la propuesta para un acuerdo de la OMS sobre pandemias para dar a los reguladores nacionales y regionales y a la OMS nuevas herramientas para acelerar las autorizaciones.

En una emergencia sanitaria, la fluidez del comercio transfronterizo es esencial. Durante la pandemia de covid‑19, cadenas de suministro con participación de varios países ayudaron a acelerar la producción y distribución de equipos de protección personal, kits de diagnóstico y miles de millones de dosis de vacunas. Pero el proceso no estuvo exento de trabas, ya que varios gobiernos restringieron las exportaciones y cortaron el acceso a vacunas a naciones dependientes de las importaciones.

Otro problema se evidencia en el hecho de que hasta la reciente decisión del presidente de los Estados Unidos Joe Biden de donar un millón de dosis contra la viruela símica, la RDC solo había recibido unos pocos cientos de miles, a pesar de tener una población de más de 100 millones de personas. Es un problema que excede las barreras comerciales: ha habido muy pocos avances en lo referido a diversificar la fabricación y generar capacidad de producción extra.

Antes de la pandemia de covid‑19, el 80 % de las exportaciones de vacunas procedía de solo diez países, de modo que una restricción a las exportaciones en unos pocos de ellos bastaba para alterar el suministro global. Descentralizar la producción de vacunas y kits de diagnóstico para incluir en ella a más naciones en desarrollo ayudaría a proteger el suministro contra perturbaciones. Pero para eso se necesita una acción en varios frentes, que incluya a gobiernos, organismos internacionales y el sector privado.

Uno de los frentes es la propiedad intelectual. Durante la pandemia, los países integrantes de la OMC llegaron, tras arduas deliberaciones, a una decisión sobre la propiedad intelectual de vacunas contra la covid‑19 que ofrece herramientas para diversificar la capacidad de producción. Para la viruela símica y futuras amenazas sanitarias, las empresas farmacéuticas tienen la responsabilidad de ser proactivas. Estando preparados para llegar a acuerdos voluntarios con posibles socios, diversificarán e incrementarán en poco tiempo la capacidad mundial de producción según sea necesario. Puesto que el Fondo de Patentes de Medicamentos tiene un historial comprobado en la facilitación de esos acuerdos, debemos concentrarnos en mejorar aún más este mecanismo.

Los países en desarrollo, por su parte, deben asegurar que sus marcos legislativos y regulatorios estén preparados para dar apoyo a la fabricación local o regional, sea por medio de licencias voluntarias de los titulares de patentes o haciendo uso de flexibilizaciones en las normas de propiedad intelectual de la OMC.

Pero la propiedad intelectual es solo una de las cuestiones. También es necesario que los gobiernos se pongan de acuerdo respecto de dónde ubicar centros regionales de producción con el objetivo de hacer posibles economías de escala. En esto, encontrarán ayuda en los esfuerzos del Marco Colaborativo para la Fabricación Regionalizada de vacunas. Los centros de fabricación que se creen en África y otros lugares necesitarán una demanda sostenida para seguir operando. El mecanismo de compra conjunta instituido por el Fondo Africano de Adquisición de Vacunas durante la pandemia de covid‑19 es un paso en la dirección correcta. En el futuro, el Fondo para Pandemias del Banco Mundial debe ayudar a financiar compromisos de compra a largo plazo, ya que sería una inversión en un bien público planetario.

Durante la pandemia del coronavirus, la Secretaría de la OMC trabajó con los fabricantes de vacunas y los Estados miembros para identificar y resolver obstáculos de carácter comercial contra la producción y distribución de vacunas. Los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado tienen que empezar a hablar el mismo idioma y ponerse a trabajar juntos.

Ngozi Okonjo Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio, fue presidenta de la Junta Directiva de Gavi, la alianza para la vacunación.

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