La muerte de Nasrala reconcilia a Harris y Trump con Netanyahu
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, justificó el sábado la muerte del líder de Hizbulá, Hasán Nasrala, como «una medida de justicia para sus muchas víctimas. El grupo terrorista que dirigía fue responsable de matar a cientos de estadounidenses durante su reinado del terror de cuatro décadas», informó en un comunicado, a pesar de que, tan solo unos días antes, Estados Unidos y sus aliados pidieron, durante el viaje a Nueva York del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, un alto el fuego inmediato de 21 días para permitir las negociaciones entre Israel y Hizbulá. La declaración conjunta, negociada en el marco de la Asamblea General de la ONU, tenía como objetivo «dar espacio a la diplomacia» ya que la escalada «presenta un riesgo inaceptable para la región».
Por su parte, la vicepresidenta Kamala Harris, casada con el abogado judío Doug Emhoff, también mostró su apoyo a Israel. En plena campaña electoral para las presidenciales, la candidata demócrata describió a Nasrala como «un terrorista con sangre estadounidense en sus manos cuyo liderazgo llevó a la muerte de innumerables personas inocentes en Líbano, Israel, Siria y en todo el mundo». De esta manera, la cúpula del poder demócrata reiteró el apoyo de Estados Unidos a Israel y su «derecho a defenderse», continuando así con la retórica oficial desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023.
Mientras, en la bancada republicana el asesinato de Nasrala ha hecho cambiar parte de su narrativa sobre Hizbulá. En octubre de 2023, poco después del inicio de la guerra en Gaza, el expresidente Donald Trump describió al grupo como «muy inteligente», cosa que causó una gran fricción entre el ahora candidato republicano y Netanyahu, a quien llegó a describir como «un idiota». No obstante, las asperezas entre ambos líderes podrían haber sido limadas el pasado 26 de julio durante la reunión entre el expresidente y el primer ministro israelí en el cuartel general de Trump en Mar-a-Lago, la cual fue solicitada por Netanyahu, según informó la CNN, y supuso el primer encuentro entre los dos líderes desde que Trump dejó la Casa Blanca.
El posible cambio de posición ha sido evidenciado por el yerno del expresidente, Jared Kushner, exasesor de alto rango de la Casa Blanca, quien aseguró el pasado viernes que «se debe permitir a Israel acabar con Hizbulá», y rechazó una posible negociación liderada por la Administración Biden. «Cualquiera que haya estado pidiendo un alto el fuego en el norte está equivocado. No hay vuelta atrás para Israel. Ahora no pueden permitirse el lujo de no terminar el trabajo y desmantelar por completo el arsenal que se les ha dirigido. Nunca tendrán otra oportunidad», escribió en sus redes sociales.
Asimismo, Kushner describió el 27 de septiembre, día de la muerte de Nasrala, como «el más importante en Oriente Medio desde el avance de los Acuerdos de Abraham. Irán está ahora completamente expuesto. La razón por la que sus instalaciones nucleares no han sido destruidas, a pesar de los débiles sistemas de defensa aérea, es porque Hizbulá era un arma cargada apuntando a Israel. Estados Unidos debe insistir en que termine el trabajo», indicó. Hace semanas que el yerno informó que no tenía planes de regresar a la política si Trump es reelegido, pero su voz todavía tiene mucho peso entre los partidarios del expresidente.
Las beligerancias entre el gobierno estadounidense y Hizbulá (o Partido de Dios) se remontan a los años 80 del siglo pasado. El grupo se formó en 1982 como respuesta a la invasión israelí del Líbano, juró lealtad al líder supremo de Irán y marcó la destrucción de Israel como su principal objetivo. Entre 1983 y 1984 realizó diversos atentados suicidas en Beirut contra la embajada de Estados Unidos y el cuartel de los marines que se saldaron con más de 300 muertos. Asimismo, entre 2003 y 2011, miembros de Hizbulá «armaron y entrenaron a milicias chiíes responsables de ataques contra las tropas de Estados Unidos en Irak», según un informe del Congreso publicado la semana pasada.
En 1997, Hizbulá fue designada como una organización terrorista por el Departamento de Estado. Desde entonces, este ha impuesto numerosas sanciones a la organización y a sus miembros clave, incluidas medidas para cortar las fuentes de financiación del grupo en Oriente Medio. Además, la Casa Blanca lleva décadas presionando a Irán para que deje de respaldar militar y económicamente al grupo que utiliza como ariete militar en la región. Por ejemplo, Hizbulá tuvo un papel decisivo en conflictos como la guerra civil siria, donde luchó en apoyo del régimen de Bachar al Asad.