ru24.pro
World News in Spanish
Сентябрь
2024
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
29
30

Asesinado, despiezado y quemado en una hoguera por amarla demasiado

0
Abc.es 
Mil kilómetros separan Castelldefels, en Barcelona, de la pequeña aldea orensana de Cortegada. Una distancia considerable, pero inexistente en el mundo virtual, que permitió que una noche de verano Cristina y José María se conociesen a través de una aplicación de citas. 'Una forma divertida de encontrar nuevas personas y conectar con ellas', reza el eslogan de la app en la que el catalán y la gallega entablaron una relación. Ella, 26 años y con una hija cuya custodia ostenta el padre. Él, un hombre de 53 años también con una hija, prejubilado por una discapacidad visual y que compartía casa con su madre. El intercambio de mensajes entre uno y otro esas jornadas estivales fue intenso , y no tardaron en pasar del portal de citas a la mensajería privada. La relación se consolidó a pasos agigantados -pantalla mediante- y solo una semana después del primer saludo, Cristina animó a su ligue a que la visitase. El 20 de agosto de 2021, once días después del primer contacto, José María se montó en un avión que cubría la ruta Barcelona y Vigo y se plantó ante la chica, que fue a recogerlo y lo instaló en el domicilio unifamiliar de O Rabiño, en el que residía sola desde la separación de su anterior pareja. Los primeros días en Galicia, todo marchó sobre ruedas. La pareja salió a cenar y compartieron tiempo juntos. Algunos vecinos del lugar incluso recuerdan haberlos visto en la piscina municipal. Pero la aparente concordia no tardó en resquebrajarse. Tres días después de ese primer encuentro a pie de pista el ambiente empezó a enrarecerse y el final de José María se precipitó . Las discusiones entre la prematura pareja fueron subiendo de tono y Cristina, desencantada con la situación y con el hombre que tenía al lado, le pidió que recogiese sus cosas y se volviese a Barcelona. La mujer explicó, en su defensa, que él había dejado de gustarle. Ante su insistencia, él le dijo que no se iría, que la amaba, que estaba enamorado, y que su idea era instalarse allí. Se había llevado hasta la PlayStation , detalló ella, muestra -quizás- de que aquello iba para largo. También había comprado una cafetera para la casa. Una adquisición, a priori inocente, que Cristina interpretó como una declaración de intenciones de la vida en pareja que José María planeaba y que detonó su última pelea, la definitiva. Según la tesis fiscal basada en las indagaciones del Instituto Armado, en una hora no determinada entre el 23 y el 24 de agosto de 2021, la acusada le suministró a su amante «de forma premeditada» un cóctel fatal y lo ahogó con una almohada . La autopsia determinó que en el cuerpo de la víctima había restos de un hipnótico llamado Zolpidem y de un antidepresivo que le había sido recetado a Cristina y que logró adormecer a José María «hasta el punto de la inconsciencia». Lo que vino después se lo deslizó la chica a su médico en las Navidades de ese mismo año, cuando el catalán llevaba cuatro meses ya figurando en la lista de desaparecidos. En esta consulta, clave en el crimen, Cristina le explicó a su escéptico interlocutor que un hombre la había visitado y había fallecido en su casa de manera natural . También le narró que, asustada, ella había lanzado el cuerpo a un embalse cercano. Ninguno de estos datos resultó ser cierto -salvo la muerte de José María-, pero sirvieron para acelerar las gestiones que los investigadores de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Orense llevaban meses preparando. La confesión en la consulta, que el doctor no acabó de creerse, lo llevó a levantar el teléfono y hablar con el alcalde de la localidad. El regidor, igual de incrédulo, hizo lo propio con los agentes, que tenían a Cristina en el radar desde hacía tiempo. Y, en horas, se procedió al registro de la propiedad. El siguiente escenario en este caso de asesinato, que se juzgará el próximo 21 de octubre en la Audiencia provincial de Orense, colocó a los investigadores en el jardín de la casa de Cortegada. Un entorno aparentemente inofensivo que escondía la resolución del crimen por el que la gallega se enfrenta a una petición de 18 años de prisión. Allí, y bajo las indicaciones de la detenida, los efectivos del departamento de criminalística con un antropólogo forense a la cabeza recuperaron los restos óseos de la víctima que la mujer intentó quemar en varias hogueras repartidas por el terreno. Para apurar las llamas, la acusada utilizó gasolina como acelerante y se valió de una pala para ir desmembrando el cuerpo . Su plan lo frustró una vecina que le llamó la atención porque estaba ahumando la fachada, por lo que tuvo que improvisar y deshacerse de lo que quedaba de José María enterrándolo en uno de los laterales de la vivienda. Con la colaboración de Cristina, los agentes hallaron un pie de la víctima y algunos de sus objetos personales. Otros, como la consola, los tiró en unos matorrales cercanos. Y el teléfono móvil, que siempre había localizado al hombre en la aldea de Cortegada, fue recuperado por los buzos días más tarde en el cercano embalse de Frieira. Lo cierto es que la Policía Judicial tenía claro que Cristina ocultaba algo desde los primeros compases de la investigación porque en sus entrevistas con la joven en las semanas posteriores a la denuncia por la desaparición la gallega había incurrido en llamativas contradicciones . Cristina estaba cercada y su confesión fue la puntilla que permitió recuperar el cadáver y conocer el mecanismo de la muerte. Ante la instructora del caso, en el segundo día de registros en la vivienda, la joven reconoció que había drogado y ahogado a su pareja porque se le había acabado el amor, por lo que fue enviada a prisión coincidiendo con la Nochebuena de 2021 . Desde entonces, la autora confesa del crimen de Cortegada espera entre rejas, en la cárcel pontevedresa de A Lama, la celebración de un juicio en el que un jurado popular decidirá cuál será su horizonte vital. La estrategia de defensa se abrazará, presumiblemente, a la atenuante analógica de alteración psíquica que plantea el fiscal , aunque a estas alturas no se descarta un acuerdo de conformidad con el que la procesada evite el plenario. El análisis psiquiátrico llevado a cabo durante la instrucción del caso evidenció que Cristina es imputable porque «no existe una alteración de la inteligencia y comprende perfectamente la ilicitud de los hechos de los que se le acusa» . Solo anota, en su defensa, que la procesada padece un trastorno de ansiedad generalizada y un trastorno obsesivo compulsivo que limitó «moderadamente» su voluntad en la relación con la muerte de la que se le acusa, «pero no así la posterior manipulación y desaparición del cadáver». Con la única acusada encarcelada, dos años después del crimen -en septiembre de 2023- el caso sumó un particular epílogo. En la finca en la que la acusada había quemado a su enamorado aparecieron varias bolsas con más restos de la víctima . Las encontró la expareja de Cristina desbrozando y de inmediato lo puso en conocimiento de los investigadores, que no tardaron en desechar esta línea de trabajo. Fuentes del caso explicaron a ABC, a las puertas del arranque del juicio, que esas bolsas debieron quedar ocultas en unas acacias tras el registro en el que se halló el cadáver de José María, y corroboraron que nunca hubo indicios de la participaron de terceras personas en el crimen , pese a que se investigaron. Descartado el fantasma del cómplice, toda la responsabilidad del asesinato regresó a Cristina, la novia desencantada que pasó del amor al odio en horas.