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Сентябрь
2024

La Casa Azul: «Llevo 25 años y me sigue siendo complicadísimo hacer un WiZink Center»

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Abc.es 
Fue allá por el lejanísimo 1999 cuando el egregio Juan de Pablos lanzó a las ondas la primera maqueta de un «misterioso artista de Barcelona» en su programa radiofónico 'Flor de Pasión', hinchando de ilusión y orgullo a un jovencísimo Guille Milkyway que acababa de cumplir veinticinco años, los mismos que ahora cumple el proyecto con el que firmó aquel debut, La Casa Azul . «La forma en que habló de mí, cómo se expresó al elogiar mi música... No sé cómo describirlo... Me sentí comprendido», dice con la voz entrecortada por el aluvión de recuerdos. «Los 'outsiders' no somos muchos. Y cuando un 'outsider' ve que no está solo, que hay otros 'outsiders' por ahí que entienden tus fantasías, es una sensación muy guay, tan reconfortante que me hizo convencerme de que podría dedicarme a esto para siempre». En aquella época La Casa Azul era todavía una suerte de grupo ficticio que presentaba a sus miembros como dibujos, emulando a bandas sesenteras como The Archies y adelantándose a Gorillaz, pero su cara visible pronto se transformó en un tipo calvo con cascos y gafas de realidad virtual, una estética de escuela Daft Punk con la que Guille acabaría conquistando las salas y festivales de toda España. «Mi crecimiento fue muy natural, cosa que puede parecer un tópico pero que para mí es de suma importancia. Porque nunca he vibrado con nuevas pulsiones, nuevos intereses. Gran parte de mi razón de ser es el amor por el sonido, más allá de modas que apelen generacionalmente a unos u a otros. Eso hace que mi forma de incorporar cosas a mi música sea eso, natural, sin dogmas ni prejuicios, sin obedecer a los fundamentos que supuestamente implica cada género», describe el artista de Barcelona. Como apasionado del sonido en sí mismo, Milkyway es de los que niegan la mayor cuando se habla de la decreciente calidad que han traído los nuevos formatos de escucha, planteando interesantes paralelismos entre los más viejos y los más modernos. « El discurso alrededor del 'streaming' se moduló en un momento en el que los algoritmos de compresión eran dudosos, por no decir malos. Pero en los próximos cinco años la cosa va a cambiar mucho en ese aspecto. Además, tiene una cosa muy buena, muy práctica, que lo acerca más al vinilo que al compact-disc. En un vinilo puedes marcar un punto exacto de una canción con la aguja. Eso se puede hacer igual con el ratón en un archivo digital, cosa que en el CD es imposible. Eso tiene importancia no sólo para los oyentes, sino también para los creadores. Esa posibilidad que dio el vinilo hizo que surgieran nuevos movimientos como el hip-hop y la cultura de club, y con la nueva creación digital ya estamos presenciando efectos parecidos». La Casa Azul cumple un cuarto de siglo en otro momento de convulsión en el arte de la música, por la inteligencia artificial -«cuyas implicaciones morales tendrán que ser gestionadas desde ya», apunta Guille- y por el cambio de paradigma en una industria del directo revolucionada por la adicción a los macro-conciertos. «Yo llevo veinticinco años y me sigue siendo complicadísimo actuar en un WiZink Center», dice en relación a su cita del 11 de octubre en Madrid (ya tiene agotado el barcelonés Sant Jordi Club el 9 de noviembre). «Y no tiene por qué ser algo malo. El mainstream nos está marcando más que nunca qué es lo que significa triunfar, y creo que no debemos olvidar que en el mundo de la música, los productos de masas son la minoría. Lo malo es que se destinen muchos recursos a pocas cosas, cada vez más».