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Bacall, solo tienes que silbar

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El 21 de mayo de 1945, en una ceremonia celebrada en la granja de Ohio del escritor Louis Bromfield, ganador del Pulitzer y autor del best-seller “Vinieron las lluvias”, contraía matrimonio la pareja compuesta por Lauren Bacall (nacida Betty Joan Perske en 1924) y Humphrey DeForest Bogart (nacido en 1899). Ella apenas tenía veinte años, él 45, juntos formarían uno de los matrimonios más estables sentimentalmente y brillantes artísticamente del Hollywood clásico. Juntos protagonizarían varios títulos imprescindibles del film noir. Juntos tendrían dos hijos, y juntos se opondrían a la infame caza de brujas del senador McCarthy, formando parte del Comité por la Primera Enmienda, con otras estrellas y directores como Danny Kaye, John Huston, Gene Kelly, John Garfield, Olivia de Havilland o Groucho Marx. También juntos -aunque no faltaran algunos episodios de infidelidad mutua, esto es Hollywood, qué demonios- permanecerían hasta el fallecimiento de Bogart en 1957. Y juntos descansan en el mismo cementerio, el Forest Lawn Memorial Park en Glendale, California. Como dicen los franceses: ¡vive la différence!

Hoy, el escándalo habría sin duda acompañado el romance entre una madura estrella masculina y una casi adolescente jovencita recién estrenada, separados por veinticinco años de edad. Hoy, Lauren Bacall, fallecida el doce de agosto de 2014, con 89 años, cumpliría un siglo de vida. En un siglo muchas cosas han cambiado, para bien y para mal. Pero una permanece inalterable: Lauren Bacall fue y seguirá siendo por siempre una de las más bellas, inteligentes y sofisticadas actrices de la historia de Hollywood.

Modelo de perfección

Lauren Bacall era, lisa y llanamente, una chica judía de clase media neoyorquina. Su madre, Natalie, había emigrado de Rumanía; su padre, William Perske, nacido en New Jersey, procedía de una comunidad judía en la actual Bielorrusia y estaba lejanamente emparentado con Shimon Peres, quien llegaría a presidente de Israel. Se divorciaron cuando Lauren tenía solo cinco años y ella jamás volvió a tener contacto con William. Gracias a una serie de ayudas económicas, Lauren pudo terminar sus estudios y en 1941 comenzó a tomar clases en la Academia Americana de Artes Dramáticas de Nueva York. Allí, coincidiría con otro joven judío con ambiciones artísticas: el hijo del trapero, Kirk Douglas, con quien una década más tarde protagonizaría el estupendo drama musical “El trompetista” (“Young Man with a Horn”, 1950), de Michael Curtiz.

Aunque debutó en el teatro con diecisiete años, su estilizada belleza felina le abrió pronto las puertas como modelo publicitaria, tras haber sido Miss Greenwich Village en 1942. Al año siguiente, Lauren, fotografiada por Louise Dahl-Wolfe, una de las más prestigiosas fotógrafas de moda, se convirtió en portada a todo color del número de marzo de la revista “Harpers Bazaar”. Allí la vio la no menos bella modelo e icono de la alta sociedad Nancy “Slim” Keith, casada entonces con el director Howard Hawks, quien insistió a su marido para que la llamara al casting de su nueva película: “Tener y no tener” (“To Have and Have Not”, 1944), basada con no demasiada fidelidad en la novela del mismo título de Hemingway. Hawks, no muy convencido, pidió a su secretario que le preparara un dossier sobre la modelo. Este entendió que debía convocarla a la audición y le envió un billete para Hollywood. Lo demás, como suele decirse, ya es historia.

“Tener y no tener”, superior respuesta de Hawks al éxito de “Casablanca” (1942), fue todo un triunfo, tanto de crítica como de público. Fue también el primer encuentro entre Bacall y Bogart. La joven actriz, que se había reído poco antes de una amiga que encontraba atractivo a Bogey, quedó fascinada por el actor en persona. Él, se enamoró como nunca antes ni después. La química entre ambos iluminaba esta ligera historia de aventuras, romance y guerra, con ribetes noir, volando en alas del guion escrito por Jules Furthman y William Faulkner. A la tercera semana de rodaje, la simpatía mutua entre Bogart, que había ayudado a superar sus miedos a la debutante a base de bromas y consejos divertidos, y Lauren se transformó en romance, para horror del director.

Pero por mucho que molestara al celoso Hawks, el amor entre ambos acabaría llevándolos al matrimonio, después de haber trabajado juntos en tres títulos más que convirtieron automáticamente a la felina, insinuante y descarada Bacall en una de las femmes fatales por definición del cine negro americano: “El sueño eterno” (The Big Sleep, 1946), también dirigido por Hawks, con Bogart en el papel del detective Philip Marlowe, creado por Raymond Chandler; “La senda tenebrosa” (Dark Passage, 1947), de Delmer Daves, sobre novela de David Goodis; y “Cayo Largo” (Key Largo, 1948), de John Huston, según la obra teatral de Maxwell Anderson. Tres obras mayores que consagraron de inmediato a Lauren Bacall como gran dama del film noir.

[[QUOTE:PULL|||"Nadie ha escrito jamás una historia de amor mejor que la que nosotros vivimos"|||Lauren Bacall]]

En realidad, Bacall puso su belleza y carácter al servicio de casi todos los géneros del Hollywood clásico: melodramas como “La tela de araña” (“The Cobweb”, 1955) de Vincente Minnelli o “Escrito sobre el viento” (“Written on the Wind”, 1956) de Douglas Sirk; comedias como “Mi desconfiada esposa” (“Designing Woman”, 1957) también de Minnelli o “Cómo casarse con un millonario” (“How to Marry a Millionaire”, 1953) de Jean Negulesco e incluso wésterns (“El rey del tabaco”/“Bright Leaf”. Michael Curtiz, 1950; “El último pistolero”/“The Shootist”. Don Siegel, 1976) y filmes de aventuras (“La India en llamas”/“North West Frontier”. J. Lee Thompson, 1959). Siempre encarnando mujeres de fuerte personalidad, seductoras pero complejas, independientes y sutiles, junto a estrellas como Richard Widmark, Rock Hudson, Marilyn Monroe, Gregory Peck, Gary Cooper, Kenneth More o John Wayne.

Mujer trabajadora

Si algo distinguió la larga carrera de Lauren Bacall fue su incansable dedicación a la profesión. Sin dormirse sobre los laureles, y pese a lógicos altibajos, Bacall siguió trabajando década tras década no sólo en el cine sino también en teatro, obras musicales, radio y televisión. Puso voz a personajes de series y películas de animación. Desde los años setenta hasta prácticamente su fallecimiento fue reclamada por directores como Sidney Lumet, Don Siegel, Danny Huston, Rob Reiner, Robert Altman, Lars von Trier o Jonathan Glazer.

Ejemplo pluscuamperfecto de dama del viejo Hollywood, supo envejecer sin abusar de cirugías, con auténtica elegancia otoñal. Demócrata liberal y progresista desde sus tiempos con Bogey, siempre fue fiel tanto a su partido como al recuerdo del amor de su vida. Ni su breve romance con Sinatra, su malogrado matrimonio con Jason Robards (que le daría otro hijo y quien a veces se refería a ella como “La Viuda Bogart”) o su relación final con Harry Guardino, le harían cambiar la apasionada frase que le dedicó en su libro de memorias: “Nadie ha escrito jamás una historia de amor mejor que la que nosotros vivimos”. Cien años después de su nacimiento, solo tenemos que silbar para que Lauren Bacall vuelva arrasadora en el recuerdo como la más hermosa, pícara, sensual e inteligente de las divas del Hollywood más clásico y noir.