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Dos años después de la muerte de Mahsa Amini las iraníes vuelven a desafiar al régimen

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El lunes próximo se cumplirán dos años de la muerte durante custodia policial –había sido detenida por agentes de la Policía de la Moral en Teherán por no llevar bien puesto el velo islámico, obligatorio desde 1979– de la joven Mahsa Amini, quien se convertiría en símbolo de la resistencia de las mujeres a las exigencias del régimen de los mulás, y, por extensión, de las aspiraciones de libertad, democracia, laicismo y respeto a los derechos humanos del pueblo iraní.

Después de tres días detenida por los agentes del orden en la capital iraní, Amini moría en condiciones poco claras tras un breve ingreso en un hospital. La versión policial aseguró que la joven sufrió un «repentino» problema cardíaco. Su fallecimiento a los 22 años desató casi de manera inmediata una oleada de protestas en las calles de las principales ciudades del país que tuvieron eco más allá de las fronteras iraníes. El movimiento surgido de la desaparición de la joven kurda hizo que muchas mujeres perdieran el miedo, y durante meses fue común el gesto de protesta de quemar en público el hiyab. Su momento culminante fue la plataforma Mujer, vida, libertad.

Apenas diez días después de la muerte de Amini las marchas desbordan la capital y su universidad y se propagan por Shiraz, Isfahán, Hamedán, Bandar Abas, Qom, Rasht y Ghazvin. Ese empuje fuerza al régimen de los mulás a retirar de las calles a la conocida como Policía de la Moral en diciembre de 2022, aunque regresa a las mismas en agosto del año siguiente. Cuando se acababa de cumplir un año de la desaparición de Amini, otra joven, Armita Garavand, es hospitalizada tras sufrir un altercado en el metro por no llevar el velo. Permaneció en coma hasta su fallecimiento el 28 de octubre. Entretanto, el Parlamento europeo concede a Amini el Premio Sájarov.

La respuesta del régimen fue implacable, y tras meses de detenciones, encarcelamientos, ejecuciones y violencia directa contra las manifestantes, logró controlar una protesta que alcanzó su cénit entre septiembre y diciembre de 2022 y llegó a amenazar la estructura de poder de la República Islámica. Poco más de un mes después de la desaparición de Amini, la justicia iraní acusó a medio millar de personas de participar en las protestas. Varias de ellas se enfrentaron a la pena capital. El noviembre de 2022 fue condenado por primera vez a muerte un preso acusado de participar en las protestas. En diciembre se produjo la primera ejecución.

Según Amnistía Internacional, más de 500 personas han muerto desde entonces, víctimas de la represión. Se calcula además que 22.000 han sido detenidas, muchas de ellas mujeres y al menos 41 menores, y mientras, son también muchas las personas sometidas a torturas y a juicios arbitrarios.

Dos años después de la muerte de la joven kurda a los 22 años muchas iraníes se resisten a cubrirse el cabello con un velo como gesto de desafío a la República Islámica a pesar de una represión que regresa con fuerza. La propia Policía de la Moral volvió a las calles en abril pasado para detener a mujeres que rehusaban cubrirse. En las calles de Teherán se observan a muchas jóvenes con la cabeza descubierta y no pocas no llevan siquiera velo sobre los hombros.

En las últimas semanas las autoridades han denunciado a la actriz Sahar Dolatshahi por «llevar a cabo actos contrarios a las normas islámica» como bailar en una escena de una serie y a la directora de cine Rakhshan Bani-Etemad y la intérprete Baran Kosari por asistir a la presentación de una película sin taparse el cabello. A mediados del pasado mes de agosto se desvelaba que el 22 de julio una mujer que no llevaba el velo había quedado paralítica tras recibir un tiro en la espalda al no atender la orden de la policía de detenerse mientras conducía.

Este viernes la misión de investigación de Naciones Unidas para Irán acusaba a las autoridades locales de aumentar la represión contra mujeres y niñas tras la muerte de Amini señalando en un comunicado que Teherán «ha intensificado sus esfuerzos para reprimir los derechos fundamentales de mujeres y niñas y aplastar las iniciativas del activismo femenino».

Además, la misión de la ONU manifestaba que, «si bien las protestas se han reducido durante estos dos años, la incesante rebeldía de las mujeres y las niñas es un recordatorio constante de que todavía viven en un sistema que las relega a la categoría de ‘ciudadanas de segunda clase’».

Por su parte, Amnistía Internacional ha denunciado en el segundo aniversario del fallecimiento de Amini que «el pueblo iraní continúa resistiendo las consecuencias devastadoras de la brutal represión del movimiento Mujer, Vida, Libertad entre una impunidad sistemática ante crímenes contra la legalidad internacional». Además, la ONG denuncia que «las serias violaciones de derechos humanos y crímenes contra la legalidad internacional por parte de las autoridades iraníes durante y después de las protestas de septiembre-diciembre de 2022 no han sido objeto de investigaciones efectivas, imparciales e independientes».