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Сентябрь
2024

"Cállate, corazón": Zarzuela de siempre con otros aires

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Dirección y dramaturgia: Susana Sánchez. Dirección musical: Miguel Huertas. Reparto: Milagros Martín / María Rodríguez; Ángel Walter / Polo Falcón; Andrés Lara / Paco Sánchez / Ricardo Calderón; Ruth González / Rebeca Cardiel; Enrique Sánchez/John Heath. Músicos: Miguel Huertas, Cecilia Serra, Iván Mellén e Irene Celestino. Teatro Pavón, Madrid. Hasta el 15 de septiembre.

La verdad es que hay que ser valiente en los tiempos que corren, diría que casi temerario, para estrenar en pleno verano una producción privada de zarzuela con cinco actores y cuatro músicos en escena. Aunque este mes de septiembre la taquilla parece estar funcionando –al menos el día que yo fui el teatro estaba casi lleno–, es fácil intuir que la recaudación en los días de agosto no habrá sido, ni de lejos, suficiente para rentabilizar económicamente una propuesta de esta envergadura, concebida con un equipo de primer nivel en todas sus facetas artísticas.

El simple hecho, por tanto, de embarcarse en esta aventura –nunca mejor dicho, por amor al arte– es ya de por sí digno de aplauso. Pero mayor y más sonoro debe ser ese aplauso a la luz de los resultados de este espectáculo, titulado "Cállate, corazón", que repasa de manera ligera (desde el punto de vista dramático) y en cierto modo novedosa (en lo que concierne a lo musical) buena parte de la historia de la zarzuela, la copla y la revista de nuestro país.

El argumento de la obra se inicia cuando la cantante Josefina entra en su camerino para cambiarse después de haber protagonizado la última función de "La chulapona". Como en un vodevil, en ese camerino irán entrando distintos personajes relacionados directamente con la vida y la trayectoria de Josefina: admiradores, compañeros, amantes... e incluso los músicos del teatro. La verdad es que la acción da bandazos en una dramaturgia que resulta un tanto forzada; pero tiene uno la sensación de que es un sacrifico consciente por parte de la directora Susana Sánchez en aras de dar, ante todo, dentro de un armazón dúctil, ritmo y continuidad a los verdaderos protagonistas, que son los números musicales. Nada menos que 30 se suceden a lo largo del espectáculo, procedentes de obras muy dispares en estilo, época y temática: "La Gran Vía", "Luisa Fernanda", "Don Gil de Alcalá", "La corte del faraón", "Juegos malabares", "La verbena de la Paloma"...

Y, en efecto, todo discurre con notable agilidad en el plano musical, y además sorprende, merced al estupendo trabajo que ha hecho Miguel Huertas, por la originalidad en los arreglos y en la instrumentación para cuarteto de clarinete, violonchelo, percusión y piano. Esos arreglos, que no necesitarían mayor justificación, están relacionados en este caso, además, con la propia naturaleza de los personajes, de manera que las versiones más "modernas" son las que canta el personaje de Paloma, una jovencita ajena en principio a ese mundo clásico que sueña con convertirse en artista. Algunas de estas piezas son el "Tango de la Menegilda" –en una deslumbrante versión jazzística–, "Me llaman la primorosa" –convertida en tango porteño– o "Por la calle de Alcalá" –transformada en madrigal a cuatro voces y fusionada con "Feliz, feliz en tu día"–. Hay asimismo otros momentos musicales de gran belleza "muy aplaudidos por el público", como la interpretación del aria "No puede ser", de "La tabernera del puerto", de Pablo Sorozabal, o la copla de Quintero, León y Quiroga "Yo soy esa".

En cuanto al elenco, que presenta variaciones según los días, destacan, dentro del que a mí me tocó en suerte, Ruth González y Milagros Martín, por combinar mejor que sus compañeros masculinos (John Heath, Ricardo Calderón y Ángel Walter) las dotes musicales y actorales.

Por último, hay que decir que la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda y el vestuario diseñado por Gabriela Salaverri y Mónica Teijeiro presentan la correcta factura que cabe esperar en estos reconocidos profesionales, pero no juega a su favor la propia concepción dramatúrgica del proyecto: por un lado, uno no termina de ver bien ubicada la acción dentro de un camerino, dado lo surrealista que resulta tener a los músicos tocando dentro de él; por otro lado, la historia pedía a gritos una ambientación más contemporánea que se percibiese en la indumentaria y en el propio espacio, y que permitiese ver a un personaje como el de Paloma abriéndose al mundo de la lírica desde el presente.

  • Lo mejor: La obra es interesante para el espectador habitual de zarzuela y sirve, además, para que el público menos versado se acerque al género.
  • Lo peor: Algunas piezas musicales se disfrutarían mucho más si el montaje contase con sobretítulos.