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Сентябрь
2024

Antonio Arias: “La reunión de Oasis es la demostración de que a la gente le gusta que le escupan en la cara”

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La carrera de Lagartija Nick está llena de saltos al vacío, de insobornables decisiones artísticas de dudoso olfato comercial. La banda de Antonio Arias proviene de una generación en la que la música entrañaba riesgo, principios y ganas de molestar, algo infrecuente hoy en día. 35 años después, los de Granada, autores de la cumbre de la incomprensión que fue el “Omega” con Enrique Morente y de trabajos conceptuales que van de Val del Omar a Buñuel o las ciudades europeas bombardeadas, soplan las velas de su onomástica durante una gira por 11 ciudades españolas: Palma (21 de septiembre), Zaragoza (27), Vitoria (28), Valencia (18 de octubre), Madrid (26), Málaga (9 de noviembre), Gijón (22), Sevilla (30), Barcelona (14 de diciembre). Erik Jiménez (batería), Juan Codorníu (guitarra), JJ Machuca (teclados) y Antonio Arias (voz y bajo) vuelven a la carga.

Surgen en una escena musical muy diferente a la de hoy.

Aparecimos en una escena en la que había una intención y una voluntad entre los grupos. Era la época de los Cancer Moon, Surfin’ Bichos, Sex Museum, El Inquilino Comunista... los que quieras, pero una escena activa interesante y en el que cada grupo tenía una personalidad propia a diferencia de la homogeneidad de los tiempos modernos.

Les unía una manera de entender la música.

Totalmente. Si no había unidad en cuanto al estilo, había una actitud, podemos decir, más luchadora, de canciones que tenían otra intención, aunque no quiero valorar el pasado desde el presente. Entonces los grupos peleaban por abrir camino sala por sala, convenciendo a la gente en todas las ciudades, y ahora parece que, que te guste la música, es de tontos. Se aprecia más el desprecio que existe, la postura altiva, el desplante. La reunión de Oasis es la mayor demostración de que a la gente le gusta que le escupan en la cara. Es un sistema moderno donde se valora la posición dentro de lo homogéneo. Dentro de una pauta muy cargada. La ideología musical de ahora, que la tienen los festivales, está muy clara, a diferencia del “do it yourself”. Ahora, la filosofía es de fondo buitre. Y la música en los festivales es música de fondo... buitre, claro.

Nadie hacía caso a Oasis bastantes años de separarse. Y ahora...

Es que Oasis y todo ese movimiento viven de la recuperación de los Beatles, pero es como la venta obsesiva del mercado sajón. Lo que pasa es que el negocio lo han cuidado más que la música, ya no se les da ni bien.

También de la nostalgia y el revival.

La gente quiere pintar su vida de mierda con canciones que consideran bonitas. Y un ejemplo es esa reunión, volver al pasado con una melodía o color agradable. Queremos pintar el pasado más bonito que lo que era.

¿Le pasa también?

Claro, a todos. Por eso la música no solo tiene un poder evocador o de viaje en el tiempo, sino transformador. Te puede, literalmente, crear, forjar, y dar una nueva versión de tu vida.

Lagartija tuvo grandes golpes. Como el “Omega”, aunque pueda costar creerlo hoy.

Ese fue uno de los grandes golpes, sí, sin duda. En nuestra carrera esos altibajos están. Hacemos una serie de discos, pasamos de la “indie” a la multi y vamos bien, todo rápido, nos situamos bien, pero eso nos daba un sentido de responsabilidad. Queríamos hacer discos buenos, porque habíamos aprendido de Joe Strummer y de Enrique Morente y esa fue la progresión hasta “Omega”, que fue un fracaso y un ridículo espantoso. La gente se fue del grupo, nos rompió por dentro, porque no se asumía la presión de defender ese trabajo. Una cosa era sacarlo y visto cómo se puso la gente, fatal, y cómo nos recibían en directo, fatal... había una impresión de haber dado en hueso, porque la reacción no era normal y eso condicionó la forma de hacer música posterior. Si “Omega” fue nuestro mayor fracaso y todo el mundo nos abandona y nos quedamos solos con Enrique en los conciertos y bueno, mira, por lo menos era Enrique Morente. Yo era su músico o Enrique era el cantante de Lagartija, el caso es que esa experiencia a la hora de sacar discos después no te fías de nadie.

¿Nadie les apoyó?

Aquí tengo el póster de la salida del disco que solo fue apoyado por Cadena Dial y M80. No lo apoyó nadie, ni revistas, ni prensa, así que a la hora de editar el disco ya no podías pensar en si le iba a gustar a la gente, sino si iba a quedar algo dentro de 30 años, que es como empezamos a funcionar desde entonces.

¿Por qué hubo esa oposición frontal?

Yo creo que por la idea. Nosotros éramos un grupo adorador de la cultura sajona y afterpunk y pensábamos que podíamos aportar nuestra música al mundo de forma genética y no solo imitando, que es lo que más se valora, el reconocimiento a través de la imitación. Y creo que eso le puso nervioso a todo el mundo, a la gente, a los medios, a los músicos, y pensaron: “va a venir ahora un gitano a decirnos cómo hacer las cosas”. Es mi impresión. Ahí había un racismo... pero ¿cómo se hace eso, si no es con un genio y un creador? ¿se hace por repetición automática de los modelos ingleses? Ese golpe de estado compositivo que fue el disco, les sorprendió, les pilló con el paso cambiado y muchos no dan su brazo a torcer. No fue un disco que creció en España, donde estaba siendo ignorado y vilipendiado, sino fuera, porque Leonard Cohen lo defendía en entrevistas. Y podíamos moverlo en París, fuera y eso. Y el reconocimiento nos permitió seguir trabajándolo y luchándolo y porque juega en una liga internacional.

Se mantuvieron, pese a todo.

Porque estoy convencido de que este es un oficio, un arte diario y hay que tener la motivación de hacerlo cuando el peligro está al acecho. También por oficio, por salud. A partir de 2012 recuperamos la formación original y está última época de “Crimen, sabotaje y creación” (2012) y "Los cielos cabizbajos” (2019), que fue una vuelta a esos postulados heredados de TNT, de canciones que mi hermano dejó por ahí. Y de volver también a los principios punkis activos con un mensaje que nos motive y que nos ha mantenido muy vivos. Yo valoro mucho eso, y aquí estamos, después de la evolución personal y profesional tenemos un fuego que cuidar y eso nos mantiene vivos. Nos reímos porque sabemos que a la gente no les gustan los discos conceptuales y pensamos ¿hacemos un disco de Buñuel? Y con este grupo lo puedes hacer (ríe). Bueno, venga, vamos..., ¿os apetece que hablemos de ciudades bombardeadas? Venga sí, que la gente se va a volver loca... jajaja.

No hay que tomarse a uno mismo demasiado en serio.

La música es un juego del que no te hartas. Puedes bajar cada día a jugar. Es un diálogo sincero contigo mismo, que sano, es una cuestión de salud. Esa motivación y ese encontrarte. Otra cosa es que el mensaje no encaje con la ideología de los festivales, pero es que la poesía a veces tiene una llamada, un grito. A veces hay milagros de emergencia.

Publican en Montgrí, un colectivo integrado por Cala Vento y Biznaga, con ideas firmes y diferentes de la ideología de mercado.

Es que Montgrí sale como una cooperativa, donde trabajas con gente que se involucra con proyectos distintos, es una unión que crean una nueva fuerza, que acabamos todos en un grupo que mira la música como un compromiso a largo plazo. Pero claro que hay una resistencia. También la hay en el trap, quizá no tenía yo razón antes si habla tan genéricamente. Con Montgrí trabajamos de modo simbiótico. Todos activos y nadie se siente como preso de una compañía. El mercado tiende mucho a coger a los grupos con un contrato 360 grados que sirve para cobrarte por todo. Y en Montgrí es lo contrario: es generar para ti. Es algo que he os aprendido por intuición, que es algo que le gustaba al maestro Morente y por eso nos acercamos a quienes nos acercamos y hacemos lo que hacemos.