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Сентябрь
2024

Una ruta para el MEP

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Sin cambios estructurales, la educación seguirá siendo de mala calidad. El problema radica en que la persona nombrada para dirigir el MEP debe ser consciente de que la institución es vertical, todo lo contrario de lo que debería ser una institución educativa para promover la innovación y la eficiencia.

Decisiones tan básicas como dar vacaciones, permisos, una llamada de atención, una incapacidad o cualquier cambio están sujetas a complejos trámites y autorizaciones.

La mentalidad y estructura del MEP quitan a los directores y juntas educativas la iniciativa y la capacidad de innovación y evaluación. El mínimo cambio está sujeto a consultas y debe pasar por diferentes estructuras burocráticas.

Una iniciativa siempre va a topar con obstáculos, debido a la estructura jerárquica. El MEP cree que con esa rigidez conseguirá uniformidad, control, estándares de calidad y equidad. Nada más alejado de la realidad. Cada vez vamos más hacia atrás y la deserción es creciente.

Para ilustrarlo, basta con considerar que ¢47.000 millones para el programa de inglés apenas dieron como resultado un nivel básico del idioma. El 80 % de los niños de primaria terminan exitosamente, pero solo el 43 % de los estudiantes de colegio concluyen el bachillerato y apenas el 23 % la educación superior.

Autonomía

La tecnología, la formación de los educadores, la selección de la planilla docente, la descentralización, el papel de los directores, las habilidades para asumir responsabilidades y el enfoque inclusivo son claves para que escuelas y colegios se desenvuelvan dentro de un marco de acción. Nadie conoce los problemas y las soluciones mejor que cada centro educativo.

La escogencia de los docentes, su formación y evaluación deben estar centradas en una pedagogía moderna y flexible. Bien haría el MEP en asignar recursos para la profesionalización de los educadores, por medio de becas para que ellos mismos cuenten con excelencia académica.

El MEP debe atraer y retener a los mejores talentos para la educación pública, pero para ello se requiere apoyo basado en resultados, no en estandarización. De otra manera, las diferencias entre los centros de enseñanza privados y públicos serán mayores, aunque los costos operativos para el Estado sean iguales o superiores.

El MEP debe ser consciente también de que cada alumno tiene necesidades especiales y la educación debe diferenciarse. Cada escuela y colegio precisa infraestructura y mantenimiento distintos.

Solo mediante la descentralización y la escogencia de directores con capacidad ejecutiva, humana, conocimiento y grandes virtudes de innovación, motivación y responsabilidad lograremos tener una educación de buena calidad.

Es importante fomentar la creación de gobiernos operativos en los centros educativos, con representación de las fuerzas civiles locales, de los padres y de las asociaciones de desarrollo, a través de cooperativas, fundaciones, asociaciones o empresas de educación municipales.

Estos gobiernos tendrían la labor de impulsar la gobernabilidad y la productividad de los centros educativos, desarrollando un programa educativo acoplado con las metas establecidas por el MEP.

Evaluación de centros educativos

Estos centros educativos recibirían recursos públicos según sus resultados, avalados por una firma externa especializada, con altos estándares de calidad y transparencia. Por tratarse de recursos públicos, las escuelas y los colegios deberán realizar una auditoría externa para enviarla al MEP, junto con los informes de resultados.

La descentralización de responsabilidades y recursos deberá hacerse de forma progresiva. Solo con la autonomía escolar es posible promover la innovación, la productividad, la eficiencia y un enfoque educativo eficaz.

Este sistema no elimina los estándares curriculares ni las evaluaciones nacionales. La descentralización requiere una vigorosa coordinación y comunicación entre los gobiernos educativos y la unidad central del MEP.

Solo cambiando la estructura vertical del MEP acabaremos con las preocupantes desigualdades sociales.

No puede ser que la evaluación de desempeño de educadores y estudiantes la lleve a cabo el mismo MEP. Un gran cambio sería que un organismo técnico externo e independiente la realice, con informes objetivos y sin presiones políticas.

Otro cambio de envergadura es reformar la integración del Consejo Nacional de Educación (CSE), dándole independencia política y financiera, donde la única representación política sea la del ministro de turno.

Es urgente una nueva estructuración del CSE, conformada por representantes de nuestra sociedad idóneos, escogidos por su experiencia, conocimiento y capacidad de determinar los cambios y la innovación para la educación pública a largo plazo y con objetivos de calidad totalmente técnicos.

No podemos seguir cambiando continuamente la visión y la evaluación del rumbo de la educación. La integración del CSE debe estar sujeta a un minucioso escrutinio. El CSE debe tener recursos para contratar personal capaz de desapegarse de la voluntad política del gobierno de turno. Así deber ser la ruta del MEP.

jorge.woodbridge@icloud.com

El autor es ingeniero.