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Francisco, en Timor: «¡Cuidado con los vendedores de felicidad!»

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El Papa Francisco cerró esta mañana su visita de tres días por Timor Oriental, el país más joven de Asia y algo más que una potencia emergente en lo que a fortaleza de la fe católica se refiere. Jorge Mario Bergoglio se va como llegó, con un respaldo popular incontestable en las calles y en cada uno de los actos que ha presidido.

El centro de convenciones de la capital, Dili, el lugar elegido para un diálogo abierto entre el pontífice argentino y los jóvenes timorenses, se quedó pequeño. En el interior le laureaban un millar de jóvenes. Otros dos mil lo esperaban a las puertas confiando en poder saludarle o, al menos, recibir una mirada o una bendición a la entrada o la salida del recinto.

El pontífice no defraudó de principio a fin, repartiendo alegría, con gestos cómplices e improvisaciones cargadas de cariño y buen humor. Cualquier duda sobre la fragilidad en la salud del pastor de 87 años se ha disipado día tras día en esta gira. «No me voy a olvidar más de la sonrisa de ustedes. Gracias por su sonrisa y su alegría», fueron sus últimas palabras de despedida a los jóvenes católicos timorenses y, por tanto, a todo el país. Antes de esta frase a la que acompañó una atronadora ovación, el Sucesor de Pedro departió con la nueva generación de creyentes como si se tratara de un párroco con sus chavales de catequesis.

Los dos ejes en los que vertebró sus consejos fueron la necesidad de que se comprometan activamente por el bien común y que no olviden las raíces de los valores que han recibido de sus familias. «Los jóvenes hacen lío», comentó, utilizando una de sus expresiones más populares que se convirtió en el lema oficioso de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013. Pero, en esta ocasión, fue más allá: «Los jóvenes hacen barullo. Sigan haciendo barullo. Los jóvenes tienen que hacer barullo para demostrar la vida». En esta misma línea, propuso «soñar en grande». «Un joven que no sueña es un jubilado de la vida», apostilló. Esta confianza del Papa en que los jóvenes son capaces de reconstruir el presente y futuro de la humanidad no está exenta de obstáculos. De hecho, añadió que «si luego se bebe alcohol, lo que se tienen son pesadillas».

Sabedor del duelo que todavía sigue latente en Timor Oriental después de más de dos décadas de guerra para lograr la independencia de Indonesia, Francisco reivindicó ante ellos la necesidad de que la libertad conquistada por sus predecesores no caiga en el olvido. «Ustedes en este país tan sonriente tienen una historia maravillosa: de heroísmo, de fe, de martirio y, sobre todo, de perdón y de reconciliación», explicó. Con esta premisa, les instó a ser «herederos de la historia tan hermosa que han tenido». «Así que no pierdan su memoria», apostilló, refiriéndose al cuidado de los ancianos. Y lo sostuvo desde la siguiente afirmación: «Hay un proverbio oriental que dice: los tiempos difíciles crean hombres fuertes. Y miren a sus padres, a sus abuelos, que tuvieron que enfrentar tiempos difíciles para construir la libertad del país. Y por eso ustedes tienen que aprender a manejar los tiempos difíciles». Esta fue solo una de las múltiples advertencias que fue diseminando el Papa en cada una de sus reflexiones a vuela pluma: «No perdáis el entusiasmo de vuestra fe. Y cuidado con las adicciones, porque llegan los llamados ‘vendedores de felicidad’. Venden drogas, tantas cosas que te dan felicidad durante media hora, nada más».

En otro momento, abordó una de las lacras crecientes entre los niños y adolescentes en Timor, pero que también es una constante a nivel global: el bullying. «Desde este momento nunca más acoso escolar», expresó con gesto serio.

Por último, no se olvidó de convertirles en embajadores de lo que ha venido en llamar la ecología integral, una mirada cristiana de abordar la lucha contra el cambio climático a la que ha dedicado una encíclica -Laudato sí- y una exhortación apostólica -Laudate Deum-. «Un joven tiene que entender que ser libre no es hacer lo que uno quiere, sino que un joven tiene responsabilidad. Y una de las responsabilidades que tiene es aprender a cuidar la casa común, y para eso el joven tiene que comprometerse», remarcó el Papa.

Última escala

La cuarta y última etapa del viaje apostólico de Francisco se desarrolla en la ciudad-Estado de Singapur, donde el Papa aterrizó en las primeras horas de la tarde proveniente de Timor Oriental después de un viaje de cuatro horas de duración. Llegar a esta megalópolis de casi seis millones de habitantes ha supuesto un cambio radical de situación. Hemos estado previamente en tres países con economías no muy brillantes y en algunos casos con niveles muy altos de pobreza. Singapur es considerada con Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán uno de los cuatro «tigres de Asia». En efecto, la suya es una de las economías más agresivas y potentes del planeta. Al pontífice se le ha dispensado un recibimiento discreto, tal y como solicitó la Santa Sede. Mañana será la bienvenida oficial.