Perversidad política
La perversidad política no es nada nueva, pero en este gobierno se ha hecho más visible, pues exhibe los enclenques valores de los advenedizos que prometieron un cambio radical. Sin embargo, en dos años y medio han incurrido en peores conductas que los políticos tradicionales, a quienes tanto satanizaron.
Primero, una definición: “La perversidad política no es otra cosa que la inversión de todos los valores, lo que lleva a que una actividad decente y necesaria se convierta en un ejercicio perpetuo de daño intencional, de improvisación recurrente y de maldad sistemática”, como la describió en el 2022 el filósofo y articulista mexicano Javier Brown César.
“Maldad sistemática”, dos contundentes palabras que reflejan lo que se percibe con más frecuencia. El último caso son los audios filtrados por una televisora donde se delatan turbias componendas para provocar que el presidente Rodrigo Chaves llegue a ser declarado “mentalmente inestable”. El concebir tal estrategia es síntoma de que la ética política toca fondo, ya que se es capaz de mancillar a un adversario por medio de acciones malignas.
Curiosamente, el plan vino de un aventajado alumno del gabinete de Chaves, recién caído en desgracia. Da la casualidad de que en esa escuela se instruyó también la que pagó a un trol para “darle duro” en las redes sociales a un “maldito” periodista que exhibió su mala gestión. Nótese el mismo patrón: infligir daño escudados en el anonimato.
Ese modus operandi se usó contra la diputada y abogada socialcristiana Vanessa Castro para que perdiera un contrato de asesoría legal con una televisora local. Los tentáculos viajaron hasta la casa matriz en México para, desde allí, lograr la represalia sin dar la cara. Esta escuela política quedó también al descubierto en los audios de la presidencia, publicados por La Nación, los cuales revelaron cómo se transan contratos y dinero público entre cuatro paredes de una oficina.
Tal perversidad es porque se destierra la ética de la vida política y pública. Cuando se gobierna sin ética y con perversidad, se acrecientan las represalias y la corrupción, aunque no todo es desesperanzador. Al menos, están siendo desenmascarados.
El autor es jefe de Redacción de La Nación.