Casas para pobres, templos y oración: el legado de los obispos de Córdoba
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Los Evangelios son siempre los mismos y la doctrina cristiana permanece en lo esencial, pero el acento con que se puede predicar y trabajar con ella es distinto. Por eso la historia de la diócesis de Córdoba , de la forma en que la Iglesia trabaja en el terreno, evoluciona también según la forma en que los distintos obispos han ejercido su ministerio. El pontificado de Demetrio Fernández se prolongará algún tiempo más, hasta algo más allá de los 75 años. No habrá coadjutor para preparar la sucesión, y puede ser el momento para mirar atrás y detenerse en los prelados anteriores, que de alguna forma han ido forjando el mapa de la Iglesia en Córdoba. Con un margen de un siglo, el más antiguo es Adolfo Pérez Muñoz , que entre 1920 y 1945 protagonizó el ministerio más largo de los últimos tiempos en la iglesia de Córdoba. Era una época en que no existía la renuncia por motivos de edad, así que murió en el cargo poco antes de cumplir los 80 años. Fue la suya una época convulsa, marcada por la Guerra Civil , pero también antes por la inquietud social, porque la tensión, la queja por la pobreza en que vivía una gran parte de la población y también cierto descontento con la labor de la Iglesia, iba creciendo. Por eso creó el que se llama todavía el colegio de San Rafael del Señor Obispo , para formar a niños pobres, que estuvo en el mismo Palacio Episcopal y que hoy está en la Fuensanta. También creó viviendas sociales sobre todo en la zona de las Ollerías , que durante años llevaría el nombre de Obispo Pérez Muñoz. En su época se levantó el monumento al Sagrado Corazón de Jesús , pero pronto tuvo que hacer frente a las tensiones que terminaron con la Guerra Civil, que veía venir. Fueron años en que murieron asesinados muchos sacerdotes , y el obispo defendió el alzamiento militar, aunque también pidió el perdón para quienes atacaron a la Iglesia, y apuntó a la reconciliación nacional, contra el criterio del régimen. Al poco de su muerte le sucedió Fray Albino González Menéndez-Raigada (1881-1958), un dominico que dejó la huella más profunda de un obispo en los últimos siglos en Córdoba. En sus primeros años se encontró de lleno con la pobreza y el sufrimiento y entendió que era su mies como prelado. Sus huellas están todavía en el callejero y en el mapa de la diócesis, sobre todo de Córdoba capital. Porque si había gente viviendo en condiciones infrahumanas, fue capaz de trabajar con los poderes públicos para crear una solución. Así nacieron los nuevos barrios en que se levantaron viviendas modestas y dignas, entre ellos el Sector Sur , Cañero (en terrenos donados por el rejoneador) y el que lleva su nombre. Allí levantó también nuevas parroquias, que serían más de treinta, pero también mercados, cines e instalaciones para el deporte, porque entendió la ayuda también como promoción social. La ciudad le recuerda con dos monolitos , en el barrio de su nombre y en la plaza de Cañero, también con una avenida junto al Guadalquivir y sobre todo con la memoria en el pueblo y en muchas instituciones, entre ellas la imprenta Tipografía Católica. A su muerte, en 1959 le sustituyó Manuel Fernández-Conde (1909-1970), que fue el último obispo de Córdoba que ha estado al frente de la diócesis hasta el último aliento. Lo había ordenado prelado el Papa San Juan XXIII en la mismísima basílica de San Pedro del Vaticano y desde allí llegó a Córdoba. Se le recuerda por el talante bondadoso y dialogante , y lo cierto es que parte de su trabajo lo tuvo en Roma, porque debió asistir a las sesiones del Concilio Vaticano II, que tuvo que empezar a aplicar en su diócesis antes de que la muerte lo sorprendiera en los primeros días de 1970. La ciudad y la Iglesia ya eran distintas después de un interregno que terminó con el nombramiento con la llegada como obispo de José María Cirarda Lachiondo (1917-2008) en 1972. Si la época era de novedades, no dejó de notarlas e incluso de protagonizarlas. José María Cirarda cerró durante sus años el Seminario de Córdoba , afrontó las secularizaciones masivas de sacerdotes tras el Concilio y conoció de cerca la forma en que la Iglesia se implicó en la lucha por la democracia y en los movimientos obreros. En sus años muchos de sus sacerdotes comenzaron a estar muy cerca de los movimientos vecinales y de posturas políticas próximas a la izquierda. Se le recuerda pisando mucho las calles, en un pequeño utilitario con el que se desplazaba, pero también en la creación de nuevas parroquias que atendían a los barrios con que Córdoba iba creciendo. Casi siempre en condiciones muy modestas o en bajos de edificios. Fue un episcopado corto, el de la doble transición de la Iglesia y de España tras la muerte de Franco , que terminó con su nombramiento como arzobispo de Pamplona. Entonces la Santa Sede confió la silla de Osio al último andaluz que hasta ahora la ha ocupado, un sacerdote de vocación tardía que había sido párroco del Salvador en Sevilla y hasta entonces obispo de Canarias. José Antonio Infantes Florido llegó a Córdoba en 1982 y no vaciló en restaurar parte de lo que se había perdido en los años anteriores. Así, recuperó el Seminario San Pelagio y los sacerdotes ya no tenían que formarse en Sevilla y también se preocupó mucho por los sacerdotes y por su retribución. De esa época es la caja de la que sale el mínimo vital , el modesto salario que reciben. En su manera de interpretar los cambios de la Iglesia quiso dar protagonismo a los laicos, en una época en que la Iglesia todavía estaba floreciente y eran mayoría quienes participaban del culto y de las actividades. Ninguno de sus antecesores las había desdeñado y todos habían aprobado el nacimiento de las que se formaban, pero en sus años el movimiento de las cofradías adquirió una gran pujanza, en línea con lo que sucedía en toda Andalucía. Se preocupó también por el patrimonio y la cultura, y de su época es el Museo Diocesano , que se instaló en el Palacio Episcopal, en esa época con uso distinto ya que él se trasladó hasta el edificio del seminario. Allí fueron a parar obras que habían salido de iglesias desamortizadas o de otros templos todavía abiertos al culto. Para entonces la Iglesia en Córdoba estaba parcialmente marcada por la presencia de Cajasur , la caja de ahorros que había fundado el Cabildo Catedral en el siglo XIX, como institución financiera para las clases desfavorecidas, pero que en las últimas décadas ya se había extendido como una institución con un peso social, cultural y económico muy fuerte. A la cabeza estaba el sacerdote Miguel Castillejo , y a los prelados de los últimos años del siglo XX y primeros del XXI en parte se les observaba por su relación con la figura. Infantes Florido trabajó en armonía con él, pero no sucedió lo mismo con su sucesor. Cuando presentó su renuncia el nuevo obispo fue Javier Martínez, protagonista de un período muy corto, de apenas siete años entre 1996 y 2003, y también bastante convulso. No sólo hubo falta de entendimiento con la caja fundada por la Iglesia y con su presidente, sino que también protagonizó una sonada controversia con las hermandades cuando anuló un proceso electoral en la Agrupación de Cofradías e impuso una junta gestora. También insistió en desanimar los proyectos de nuevas corporaciones. En sus siete años dirigió el Jubileo de la Iglesia en el año 2000, con una fuerte exhibición de músculo en la plaza de toros, y quedó para siempre la Casa Madre del Redentor , que acoge desde entonces a personas sin hogar , aunque con muchos movimientos no hubo conexión. Sí salieron fortalecidos los más recientes, como el Camino Neocatecumenal . Cuando terminó su etapa para ser arzobispo de Granada, asumió la diócesis de Córdoba Juan José Asenjo Pelegrina , que tomó posesión en el otoño de 2003 y que asumió los retos de enderezar los asuntos pendientes. En su período se preocupó por el patrimonio con la actuación en muchas iglesias y en la Catedral, pero también restauró el Palacio Episcopal , que se encontraba en muy mal estado, y que pasó a tener más protagonismo en la vida de la Iglesia, como ahora sucede. Definió una nueva relación con Cajasur, que pasó por la salida de Castillejo: si el histórico presidente se había acogido a la ley estatal para escapar de la intervención de la Junta de Andalucía, entonces en manos del PSOE, la inesperada victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones de 2004 creó un nuevo escenario que terminó con su larga etapa en 2005, sustituido primero por Juan Moreno y más tarde por Santiago Gómez Sierra . Su etapa estuvo llena de actividad: creó nuevas parroquias y un reglamento para la administración de los sacramentos de iniciación, inauguró la revista 'Iglesia en Córdoba' para hablar de la actualidad de la diócesis y actualizó el marco normativo para las hermandades, a las que trató con estima, pero también insistiendo en que conservaran sus aspectos más auténticamente cristianos. A él se le debe que las cofradías no tuviesen que pagar por hacer estación de penitencia en la Catedral. Aunque en 2008 se le nombró arzobispo coadjutor de Sevilla, continuó como administrador apostólico hasta la llegada de Demetrio Fernández en 2010 para abrir una nueva etapa mucho más larga en la que el pastor ha buscado conocer a todas sus ovejas, con muchas visitas pastorales, pero también por la lucha por insistir en la catolicidad de la Mezquita-Catedral . Su postura frente a los ataques a la vida y a la concepción cristiana de la familia y de la sociedad ha sido también de firmeza.