Artemisia I, la reina que luchó en Salamina
Una de las soberanas más notables de la Antigüedad fue Artemisia I de Caria, reina de la antigua ciudad-estado de Halicarnaso (actual Bodrum, Turquía) y de las islas cercanas de Cos, Nísiros y Calinda, en el siglo V a. C. Hija de Lígdamis I, sátrapa (gobernante) de Halicarnaso, Artemisia I era de linaje halicarnasiano por parte de padre y cretense por parte de madre.
Tras la muerte de su marido, Artemisia I asumió el control de Halicarnaso como regente. En Caria era común que las mujeres de la familia gobernante ocuparan el poder tras la muerte de sus maridos, incluso cuando había descendencia masculina o hermanos vivos que, en teoría, podrían asumir el mando. Asimismo, debían demostrar su capacidad de liderazgo y habilidades militares. Por ello, durante la Segunda Guerra Médica, Jerjes I, rey de Persia, convocó a sus aliados a aportar tropas para su invasión de Grecia, y Artemisia I, a pesar de no estar obligada, se unió a la campaña como cabecilla de su flota con una escuadra de cinco barcos.
Heródoto, natural de Halicarnaso como Artemisia I, la describe con admiración. Él destaca que Jerjes I, impresionado por su liderazgo, la consideraba una de sus consejeras más valiosas. En sus textos, Heródoto recoge que Artemisia, antes de la batalla de Salamina, aconsejó al rey persa no enfrentarse a los griegos en el mar. «Este es mi consejo: prescindid de vuestras naves y no libréis batalla en el mar. […] Si entablas una batalla naval ahora mismo, me temo que la flota será destruida e implicará también al ejército en la derrota. Reflexiona sobre esto también, mi rey», dijo Artemisia I. Aunque Jerjes valoraba sus opiniones, optó por seguir el consejo de la mayoría de sus generales y decidió luchar en el estrecho de Salamina. La flota persa fue derrotada, tal como Artemisia había predicho, perdiendo así una oportunidad crucial en la guerra.
La participación de Artemisia I en las batallas navales de Artemisio y Salamina, libradas en el año 480-479 a. C., fue legendaria, destacándose no solo por ser la única mujer entre los comandantes persas, sino también por su pericia. Durante el enfrentamiento, un barco ateniense comenzó a perseguir su nave. Viéndose atrapada entre naves aliadas persas y sin una vía de escape clara, Artemisia I tomó una decisión audaz en el ardor de la batalla: embistió y hundió a un barco aliado persa para engañar a los atenienses y hacerles creer que su barco era griego. El capitán ateniense, convencido por su maniobra, cesó la persecución. Polieno relata que Artemisia tenía dos estandartes en su barco: uno persa y otro griego.
Cuando era perseguida por los griegos, ondeaba el estandarte griego; cuando perseguía a un barco griego, izaba el estandarte persa. Esta astuta estrategia desconcertó a los enemigos e impresionó al rey persa, que observaba la batalla desde la lejanía. Al presenciar cómo la única mujer líder en su flota demostraba que su actuación superaba la de muchos de sus homólogos masculinos, Jerjes I exclamó: «Mis hombres [persas] se han convertido en mujeres y mis mujeres [Artemisia I] en hombres». Posteriormente, el rey envió a Artemisia I como presente varias armaduras griegas y a los comandantes que habían tenido un rendimiento deficiente en la batalla les hizo un obsequio irónico y humillante: husos y ruecas, herramientas típicamente asociadas con las labores femeninas, subrayando su lentitud y su falta de valor.
Exageraciones y fábulas
La muerte de Artemisia I está envuelta en exageraciones y fábulas. Según el bizantino Focio, Artemisia I, después de la derrota persa en Salamina, aconsejó a Jerjes I que se retirara a Asia Menor y cesase la batalla. Sus otros consejeros no estaban de acuerdo, ya que deseaban que el rey continuase librando batallas. Para no crear mayores disputas, Jerjes la mandó a Éfeso a cuidar de los hijos del rey. Se dice que posteriormente se enamoró de un hombre llamado Dárdano de Abidos, quien la rechazó. En un arrebato de desesperación amorosa, se dice que le arrancó los ojos mientras dormía y, al no poder soportar el dolor de su rechazo, acudió al oráculo de Léucade, quien le aconsejó que se lanzara al mar desde un acantilado. Según otra leyenda, Safo también se suicidó saltando desde estos acantilados, porque estaba enamorada de Faón.
Si bien la historia de Artemisia I es en gran parte conocida gracias a los escritos de Heródoto, el «padre de la Historia», y muchos expertos han intentado ensombrecer su figura argumentando que Heródoto la ensalza por ser compatriotas, lo cierto es que Artemisia I representa un ejemplo claro de liderazgo femenino, valentía, y astucia tanto política como militar.