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Сентябрь
2024

Sánchez y la gran mentira de su (in)justicia social

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Eso que llaman la justicia social es una gran mentira. No tiene nada que ver con lo que refleja la doctrina social de la Iglesia, como argumentan algunos. La «justicia social» del socialismo es eliminar la igualdad ante la ley, dar a unos políticos el poder de decidir qué es justo o injusto e imponer el privilegio y penalización por adhesión política.

Como explica el gran economista Luis Pazos, «la justicia social se contrapone a la justicia a secas, ya que implica la violación al derecho humano de la propiedad, premisa fundamental del nacimiento de nuestra civilización». Thomas Sowell, siempre acertado, recuerda que «la envidia fue considerada una vez como uno de los siete pecados capitales antes de que se convirtiera en una de las virtudes más admiradas bajo su nuevo nombre “justicia social”».

Prometer justicia social con el manido «lo van a pagar los ricos» es una de las mentiras más obscenas de Sánchez. Solo busca generar envidia y enfrentamiento. Si hay «élites privilegiadas» como dice Sánchez, las tiene a su alrededor. No, una persona no tiene «dinero en el banco para cien vidas», y Sánchez no es nadie para decidir cuánto y qué debe tener. Eso que él llama los ricos invierte en empresas, en capitalizar la economía, en creación de empleo y, además, en financiar el enorme nivel de deuda que él emite… La justicia social que vende Sánchez es la miseria socialista. Envidia, expolio e igualar a la baja.

Es aberrante que los medios cercanos al Gobierno lleven desde hace meses una campaña para que te enteres que, si ganas más de 25.000 euros al año, eres rico y te tienes que callar. Pagar impuestos y callarte. Si tu empresa gana un contrato público, debes rendir pleitesía al que gobierna o sufrir el escarnio de la nueva inquisición que, mientras tanto, aplaude que la esposa y el hermano del presidente sean un ejemplo evidente de esa élite privilegiada que accede a contratos imposibles de alcanzar para el común de los mortales.

Cuando Sánchez y sus socios hablan de gravar a los ricos, se refieren a médicos, profesionales independientes, autónomos, arquitectos, ingenieros… Mientras te llaman rico a ti, Díaz cobra lo que casi ningún empresario español percibe, y con gastos pagados.

Las clases medias han soportado el 80% del aumento de la presión fiscal con Sánchez. Aumentos de impuestos indirectos al ahorro, a la inversión, a los bienes inmuebles y la ilegítima negativa del Gobierno Sánchez a indexar el IRPF a la inflación, que le ha costado al contribuyente medio una subida encubierta del IRPF de más del 10,5%, como explica Ignacio Ruiz-Jarabo, exdirector de la Agencia tributaria.

En el más puro estilo Maduro, Sánchez ha afirmado que los 25.000 millones de euros que le va a costar al país su acuerdo de concierto en Cataluña se van a financiar con la falacia de los impuestos a los ricos. «Menos Lamborghini y más transporte público» dijo el rey del Falcon.

En España se han vendido 34 Lamborghini en lo que va de año. Solo hay 852 ricos con más de 30 millones de patrimonio en un país de 47 millones de personas, y de ellos solo 234 que tengan patrimonio neto gravable. Solo 15.000 personas declaran un salario superior a 600.000 euros en un país de 16 millones de nóminas privadas. Solo hay 5.500 empresas con más de 250 empleados en un país con 3,2 millones de empresas de las cuales el 54% no tiene empleados. Todos ellos trabajan de sol a sol y lo que necesitamos no es odio y envidia, sino muchos más Lamborghini, muchas más grandes empresas y muchos más ricos. No bajar en «prime time» el listón de rico y decirle a la audiencia de un canal de izquierdas que si ganas 2.500 euros al mes eres rico.

Sánchez va a seguir empobreciendo a la sociedad española mientras aumenta los privilegios del sector político confiscatorio. Destruir la clase media es una prioridad del socialismo, el de izquierdas y el de derechas. Así se crean clientes rehenes dependientes de un Estado confiscatorio que le echará la culpa siempre a un número irrisorio de «ricos» mientras sus votantes aplauden.

Por eso, los que son inmensamente ricos de verdad están encantados y apoyan el socialismo que nos ahoga. Dicen algunos que están encantados de pagar más impuestos, pero, ¡oh sorpresa!, ni despiden a su asesor fiscal ni se vienen a España como residentes fiscales, ni hacen una donación a Hacienda, que está siempre a su disposición.

Desde la residencia fiscal en Panamá es muy cómodo pedir más impuestos. El socialismo es la mejor manera de que nadie entre en su círculo. Hace casi imposible que alguien les haga sombra o competencia y, además, el coste en mayores impuestos o lo evitan o simplemente lo consideran un tributo a mantener su privilegio. ¿Por qué se creen que ciertos multimillonarios se reúnen encantados con los mismos Sánchez, Iglesias o Díaz, que fingen atacarles en los medios y además les votan? Es un pequeño tributo para perpetuar su cuota de mercado. Un arancel a la competencia. Poca gente es más rica y privilegiada que los políticos expoliadores en Cuba o Venezuela y sus "boliburgueses". Los intervencionistas defienden un impuesto a las grandes fortunas y aquellas grandes fortunas revoloteando alrededor del socialismo están encantadas porque saben que es un caballo de Troya que esconde muchos más impuestos a todos los demás, que desde su residencia fiscal en otros países se defiende la (in)justicia social con vigor porque viene con beneficios adicionales para ellos por otro lado.

El socialismo es un arancel a la riqueza y al progreso. El socialismo es el mejor aliado de algunos ultra-ricos y el mayor enemigo del empresario y el autónomo. Nunca redistribuyen de los ricos a los pobres, sino de la clase media hacia los burócratas. Te empobrece a ti y enriquece al que te expolia. Justicia social, lo llaman. Ellos. La verdadera élite privilegiada.