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Vinos Indar: la vuelta a los orígenes de un joven enólogo en Socuéllamos

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Abc.es 
A ritmo de la música de Rage Against The Machine. Así es cómo se presenta Manuel Requena su pequeño proyecto vitivinícola en un video promocional. Una pequeña bodega en Socuéllamos (Ciudad Real) , en plena Mancha, cuyo lema es: «Vino natural y vida rural sin postureos: de callos en las manos, dolor en los riñones y abrazos sinceros». Con el nombre de Vinos Indar , palabra que significa «fuerza» en euskera y «apero de labranza» en castellano antiguo, este joven viticultor de 34 años ha vuelto a sus orígenes, a la tierra de sus ancestros. Una comarca, la manchega, que presume de tener el mayor viñedo del mundo, pero donde no todo son grandes producciones y graneles, sino que hay pequeños reductos de calidad y autenticidad. Y no lo dice cualquiera; lo dice todo un sumiller de la talla de Josep Roca, que lleva junto con sus hermanos Joan y Jordi El Celler de Can Roca , el famoso restaurante gerundense que se encuentra entre los mejores del mundo. «Es posible ofrecer un vino con mirada acústica e íntima, algo que tiene que ver con evitar el éxodo rural en una tierra realmente de extensión donde hay un tesoro», dice sobre el proyecto de Indar. Pero ese no es el único prestigioso restaurante donde se pueden encontrar estos vinos, ya que otros como el Montia o Santerra los han incorporado a sus cartas. Este es el resultado, pero desde hace una década a esta parte Manuel Requena no ha parado de trabajar, de acumular callos en las manos y dolor en los riñones, a la vez que abrazos sinceros, como apunta el lema de su bodega, para recuperar la tradición vitivinícola de sus tatarabuelos, que comenzaron allá por 1935. «Aunque me marché a estudiar fuera, sentí la llamada de mis ancestros y fue mi abuelo el que me enseñó este trabajo cuando regresé», rememora. Su familia, según cuenta, comercializó vino hasta mediados del siglo XX, cuando en Socuéllamos, como en toda La Mancha , se implantaron cooperativas y las grandes producciones. Sin embargo, la tradición decía que el vino se criaba en tinajas y en depósitos de cemento, algo que este joven recuperó cuando decidió coger el testigo de sus antepasados tan sólo con 22 años. Su proyecto, como él lo define, es «muy humilde», con 7 hectáreas de viñedo que se convierten luego en vino en una pequeña bodega instalada en un antiguo garaje donde su familia guardaba el tractor. «El negocio nos permite vivir de nuestras viñas y poder practicar una viticultura en la que creemos, ecológica y sostenible, con una clara por los vinos naturales y por las variedades autóctonas de la zona», explica. Entre las variedades con las que trabaja, se encuentra cencibel, parellada, macabeo, tinto velasco, crujidera y, sobre todo, el símbolo de La Mancha, como es la airén , de la que Manuel Requena puede presumir de contar con viñas viejas. «La airén se ha utilizado mucho para vender a granel y mezclar con otras uvas o para destilación, por lo que siempre ha estado enmascarada con químicos, pero ahora pequeños proyectos como el mío lo que estamos haciendo es devolverle el valor que tenía porque estoy seguro de que nuestros abuelos y bisabuelos bebían unos vinos espectaculares con esta uva», afirma. Con esos mimbres es con los que este joven autodidacta de la enología elabora vinos jóvenes que ya van por la quinta añada y que comienzan a salir al mercado en marzo después de una crianza de seis meses en tinajas (barro y cemento) y barricas. Entre ellos, hay cuatro vinos blancos, todos con la variedad airén: La Pelá Llano, La Pelá Pie Franco, Ventusque (airén con hiperoxidación) y Candongo (airén de vendimia tardía); tres vinos tintos: Bollolé (tempranillo), Indar (cencibel y perellada) y Lebrel (airén y macabeo con la novedad de tinto velasco); y dos espumosos: Venturi Blanc (airén) y Venturi Rosé (tinto de la pampana blanca). No obstante, cada año saca cosas nuevas y adaptándose al cambio climático, por lo que está con constantes probaturas e investigando con variedades nuevas porque, aunque Manuel Requena trabaja como lo hacían sus antepasados, mira al futuro con realismo utópico, que es el que le lleva a hacer estos vinos únicos y respetuosos con el medio ambiente . ¿A qué espera para probarlos?