El sistema de residencias en Catalunya, un modelo que prima lo privado y sin mejoras laborales
Sindicatos y Marea de Residencias critican que solo 16 centros de este tipo sean totalmente públicos y reivindican un cambio en el modelo que redunde en el bienestar de usuarios y trabajadores
El primer censo de las residencias en España confirma que solo el 14% son completamente públicas
Las imágenes de una usuaria de una residencia barcelonesa rodeada de hormigas que caminaban por su pijama y recorrían su cuerpo ha vuelto a sacar a la palestra las condiciones en las que se encuentran tanto internos como trabajadores de los centros sociosanitarios. A pesar de tratarse de un hecho puntual, la falta de personal y las paupérrimas condiciones laborales de las plantillas estructuran un sistema sociosanitario copado por lo privado en Catalunya, tal y como denuncian sindicatos y la Marea de Residencias. Reclaman una mayor inversión que revierta en el bienestar tanto de usuarios como de sus cuidadores.
El vídeo que grabó una trabajadora de la residencia La Vostra Llar Reig, en La Garriga (Barcelona), era tan esclarecedor que hasta el departamento de Derechos Sociales de la Generalitat decidió inspeccionar las residencias de la zona ante una posible plaga de hormigas. Una vez que se constató el centro en el que ocurrieron los hechos, la Conselleria envió a dos inspectoras para realizar una revisión a fondo. “El informe de inspección todavía está en elaboración”, han añadido. Por su parte, desde el departamento de comunicación de la residencia afirman que se trató de un “hecho puntual y aislado” que tuvo lugar hace dos meses y que ya está “completamente solucionado”.
La residencia explica que en el momento de la detección, se llevó a cabo “una rigurosa actuación de limpieza en la habitación afectada y las áreas adyacentes”. Añaden que además los servicios sanitarios del municipio determinaron que la persona afectada “no sufrió ninguna dolencia o afectación como consecuencia de la situación”. La cosa no queda ahí, pues la dirección del centro junto a la familia de la usuaria afectada está valorando emprender acciones legales por vulneración del derecho a la intimidad contra la trabajadora, ya despedida, que grabó las imágenes.
Precariedad acuciante en el sector
“Yo vi ese vídeo, pero a mí ya no me sorprende nada en el mundo de las residencias”, comenta Jaume Adrover, responsable del sector de Servicios Sociales de la UGT en Catalunya. Tampoco puede decir mucho más sobre el suceso porque el sindicato no tiene representatividad en ese centro. “Y ese es otro de los problemas. Muchas residencias no tienen delegados sindicales, así que estas cosas terminan escondidas”, añade. En todo caso, en su opinión, el testimonio gráfico denota que “tuvo que pasar mucho tiempo hasta que alguna trabajadora entrara en esa habitación” para percatarse de cómo decenas de hormigas merodeaban alrededor de un cuerpo inmóvil.
Ante este extremo, Adrover determina que las plantillas de las residencias son las personas que en peores condiciones trabajan de todo el mercado laboral. “Si te paras a mirar detenidamente, verás que hay una falta de personal muy bestia con unas cargas de trabajo increíbles, por lo que la gente termina agotada”, en sus propias palabras.
Además, el salario no acompaña. De hecho, las cinco últimas categorías del convenio quedaban por debajo del SMI tras las dos últimas subidas del mismo. Las condiciones laborales tampoco son fáciles. Se trabaja en muchas ocasiones con turnos rotatorios mientras el desempeño diario no da un respiro. “Estás todo el día moviendo mucho peso, haciendo limpiezas, pendiente de muchas cosas, más el estrés que supone ser pocos en plantilla”, denuncia el responsable sindical.
En UGT también recalcan que en el ámbito de las residencias los accidentes de trabajo no existen: “Eso significa que las mutuas están diciendo que son enfermedades comunes que derivan a la Seguridad Social dolencias que son consecuencia del desempeño profesional de las trabajadoras”.
“Quiebra” del sistema
Preguntado por el sistema de servicios sociales catalán, Adrover es claro: “Ha quebrado”. Argumenta que es un sistema en el que se está invirtiendo muy poco dinero. “Más que del bienestar, tendría que llamarse del malestar”, agrega. Los datos que maneja confirman su postura. Si en Catalunya hay unas 1.100 residencias aproximadamente, tan solo 16 son de titularidad y gestión pública. “Eso quiere decir que cuando surge algún problema, la Generalitat, que tiene las competencias, está secuestrada”, exclama.
No solo se trata de mayor inversión, sino también de una reevaluación del destino de esta inversión. “Con cientos de plazas concertadas en Catalunya, la patronal lo único que hace es pedir dinero a la Administración, que se lo da. En cambio, no lo invierte ni en los ancianos ni en sus cuidadores”, denuncia el integrante de UGT. Él todavía se acuerda de lo que sucedió durante la pandemia y cómo ninguna residencia ha cerrado, a diferencia de cualquier otro sector que sí se vio golpeado por la crisis sanitaria. “Lo que vivimos dentro de las residencias en la primera y segunda ola del Coronavirus se llama Holocausto, pero aquí ya se ha tapado todo”, prosigue.
Cambia la realidad, no las condiciones laborales
Las cosas han cambiado desde hace un par de décadas, cuando las residencias se empezaron a concebir como ese lugar al que ir los últimos años de vida y en los que recibir una atención de calidad. Según Elena Motos, portavoz de Marea de Residencias en Catalunya y enfermera en un hospital de Lleida, “las personas que acudían a estos centros eran mucho más autónomas que ahora, cuando el 80% de los residentes tienen altas dependencias y muchos de ellos padecen trastornos cognitivos y psiquiátricos”.
Además, recuerda que el modelo catalán es “básicamente privado y fuertemente feminizado”. Calcula que en torno a unas 60.000 personas pueden estar empleadas en el sector, de las cuales el 90% son mujeres y, de ahí, un 60% proceden de otros países.
Una de las principales demandas de Marea de Residencias es el incremento de la ratio, el número de cuidadoras por residente. “Seguimos estando en 580 horas por usuario con alta dependencia. Parece mucho, pero echas cuentas y eso te sale a menos de dos horas por día para ducharle, vestirle, ir al servicio, comer, cenar… Es menos del tiempo que necesita cualquier persona en su casa”, critica Motos.
Desde su punto de vista, la sociedad tiene pendiente como ciudadanía humanizar las residencias. Tilda de “inhumano” el trato que reciben los mayores, “quienes dejan todos sus derechos fundamentales en la puerta, porque a partir de ahí ellos ya no pueden decidir apenas nada sobre sus vidas”, desarrolla la que fue también responsable de las residencias en Barcelona para Comisiones Obreras.
Otra forma de cuidados es posible. Lo fue y lo sigue siendo. “Tenemos que cambiar el sistema, porque este ha fallado. La patronal se lucra de nuestros últimos años de vida mientras las arcas públicas siguen engordando sus cuentas de beneficios. Aquí hace falta inversión, pero bien dirigida, para hacer realidad eso de lo que tanto se llenan la boca: poner a las personas en el centro”, concluye.