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Hasta aquí llegó O'Connor: recital de Roglic que desbanca al líder

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Abc.es 
El reloj de arena de Ben O'Connor, su procesión hasta ser destronado como líder de la Vuelta a España, llega hasta el corazón de la Rioja, en el Alto del Moncalvillo. Allí Primoz Roglic ejecuta una sinfonía perfecta, obra maestra de estrategia coral con el Red Bull y demostración de fuerza y personalidad para asumir el peso de la carrera, liderar el derrocamiento del australiano y enfundarse el maillot rojo después de pisar a los adversarios, destruir su resistencia y lograr una victoria que deja medio sentenciada la Vuelta. Tiene una ventaja de 1:54 sobre O'Connor y 2:20 con Enric Mas, a quien le fue imposible seguir el paso del esloveno. Queda una etapa con siete puertos y final en el empinado Picón Blanco al norte de Burgos y una contrarreloj de 24 kilómetros en las calles de Madrid, pero después de la exhibición de Roglic y sus compañeros en la Rioja se hace impensable imaginar un vuelco a la clasificación, que se encamina hacia el cuarto entorchado de Roglic en la Vuelta a España, más que nadie en la historia. «No necesitaba ganar la etapa, quería ventaja en la clasificación. Y estoy muy feliz con la renta obtenida », cuenta Roglic en la meta, fino como un lápiz, esa serena sonrisa contagiosa de un tipo que es feliz en España, en la carrera que mejor se ha amoldado a sus virtudes: resistencia, tenacidad y una potencia superior para rematar en los últimos kilómetros de los puertos cortos de la ronda ibérica. A Roglic, que también ha ganado el Giro (el año pasado, en un final de infarto frente a Geraint Thomas), le cuestan los puertos largos del Tour, sus ascensiones de una hora de esfuerzo, la Madeleine, el Tourmalet, el Galibier y toda esa pléyade de colosos donde Pogacar o Vingegaard se expresan den plenitud. Roglic está en el siguiente escalón, con Remco Evenepoel y poco más, élite total del ciclismo y una motivación extra ahora que es el jefe indiscutible de un emporio, Red Bull, que ha desembarcado en el ciclismo para dominar, como hizo en la Fórmula 1 con su escudería estrella. El Red Bull ofreció un concierto soberbio en la antepenúltima etapa de la ronda. Así lo decreta el resultado y, sobre todo, la actitud decidida en la carretera y en la estrategia. El equipo del esloveno eligió el ritmo sostenido para evitar que la fuga de cada día se convirtiera en un problema irresoluble. Hubo escapada, sí, como siempre, pero sin ventaja para administrar y resolver en la meta. La escuadra de capital austriaco mantuvo la distancia y facilitó la victoria de su líder con una calculada precisión. Al pie del Moncalvillo, los fugados no tenían fe ni segundos para soñar. Un minuto y medio . Eran carne de cañón para el pelotón. El Red Bull se lanzó a por Ben O'Connor con verdadera codicia porque el puerto ofrecía argumentos: 9,2 kilómetros, los últimos cinco a un desnivel medio del 11 por ciento (11 metros de elevación por cada cien metros). A 23 por hora en las rampas, el Red Bull destrozó la resistencia del Decathlon, hizo doblar la rodilla a los compañeros de Enric Mas en el Movistar dejó desnudo a Carapaz y, por supuesto, a Sepp Kuss, el vencedor de la Vuelta 2023 por la generosidad de Vingegaard y Roglic. En una ligera bajada en el puerto, el trío que manejaba el cotarro, Felipe Martínez, Vlasov y Roglic estiró el cuello, aceleró y se marchó del minipelotón. Tres ciclistas del Red Bull en cabeza sin nadie en la réplica. El trío se quedó en dúo (Vlasov y Roglic) y el dúo en un portentoso monólogo del veterano esloveno (34 años). Era la montaña y él, la victoria a la vista, el maillot rojo puerta de entrada a la historia de la Vuelta. Roglic no es Pogacar ni Vingegaard, conviene aclarar. No tiene ese paso demoniaco, esos watios que torturan al resto. Posee un ritmo demoledor para su congregación de desafiantes en la Vuelta, O'Connor, Mas, Carapaz, Landa, Carlos Rodríguez... «No hemos salido a por él porque su ritmo era imposible», explicó Enric Mas. «Hay muy poca gente en el mundo que pueda seguirle, salvo Pogacar o Vingegaard», ratificó. Gracias a la ayuda del diminuto Paret Peintre y su amor propio, Ben O'Connor honró el maillot rojo, lo defendió con sangre hasta el final, esos últimos dos kilómetros de Moncalvillo donde perdió hasta los calcetines. Catorce días en la cima de clasificación concluyen en este paraje de la sierra de la Demanda.