Seguiremos denunciando la hiperdecibelia
La historia de la unidad gastronómica El Piano, en la ciudad de Santiago de Cuba, es un caso más de impune persistencia hiperdecibélica, por más denuncias que aquí se publiquen.
El 31 de enero de 2013, desde calle 2, edificio 15, apto. 9, esquina a 23, en el reparto Vista Alegre de esa ciudad, Humberto Barrabí denunció aquí que en esa cuadra sufrían el alto volumen de los espectáculos nocturnos cada noche en ese centro de la Empresa Provincial de Gastronomía y Servicios Especiales.
En febrero de 2011, decía, se enviaron cartas a la administración de El Piano, el Gobierno en Vista Alegre, la delegación territorial del Citma en Santiago. Sin soluciones, escribieron en marzo de 2012 a la Empresa Provincial de Gastronomía y Servicios Especiales, el Grupo Empresarial de Comercio en Santiago y otras instancias. Y fue publicada una queja en la sección Buzón del pueblo, del periódico provincial Sierra Maestra.
Hubo visitas por el Grupo Empresarial del Comercio y la dirección de El Piano. La situación se alivió unos días… hasta que volvió el desaforado volumen de la música y el audio.
El 8 de diciembre de 2012, añadía, un especialista de Higiene y Epidemiología midió el ruido en dos viviendas cercanas y en la azotea, y comprobó que los niveles estaban por encima de la norma. Y su informe fue enviado al Departamento de Atención al Cliente de la Empresa Provincial Gastronómica.
Tristemente Humberto reveló que todo seguía igual o peor. Y añadía: «¿Quién controla regularmente un centro nocturno que provoca afectación todas las noches?»
El 23 de mayo de 2013 respondía aquí la doctora Tania Guerrero, jefa de Atención a la Población del Ministerio de Salud Pública, que, convocados el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, el Citma, la Empresa Provincial de Gastronomía y Servicios Especiales, administrador, productores y técnicos de sonido de El Piano, y representantes de los vecinos, «la administración del centro reconoció la violación de los niveles de ruido, y aseguró que cumplirá lo recomendado en el estudio ambiental realizado por el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología. Y se acordó realizar inspecciones sorpresivas…».
El 3 de octubre de 2018 volvió aquí Humberto a reiterar el elevado volumen de la música y del animador. Y preguntaba: «¿Cómo es posible que en ese lugar, rodeado de edificios, viviendas e incluso un hospital, autoricen a realizar ese tipo de espectáculos, en que se violan los niveles permisibles de sonido y se hace un uso abusivo de los equipos de música?».
El asunto seguía sin solución, decía. Hubo que demandar ante la Fiscalía, y se resolvió: La parrillada adecuó sus niveles de audio. Pero semanas después volvió con una nueva oferta: una discoteca que perturbaba la tranquilidad nocturna.
El 1ro. de noviembre de 2018 respondía aquí Leonides Sánchez Danger, director de la Empresa Provincial de Gastronomía y Servicios Especiales, que se hizo un análisis con la administración del centro y sus trabajadores, por violar el expediente de Servicio, que permite música mecánica en un horario de 12:00 m. a 11:45 p.m. Y se adoptaron medidas organizativas y disciplinarias con la administración, trabajadores y especialistas. Concluía que se declaró la queja con razón, y se le daría seguimiento por la empresa al diseño sonoro aprobado.
Y en estos días volvió Humberto a escribirme para denunciar la persistencia sonora de El Piano, con un horario desde las dos o tres de la tarde, con «música alta y desagradable», hasta la una o las tres de la madrugada.
«Estamos sometidos a este infierno por más de 12 o 13 horas. No es posible ver algún programa por televisión, descansar, dormir, los niños hacer sus tareas. Al terminar el espectáculo los clientes en motos provocan un ruido insoportable. Hemos planteado esta afectación a los directivos del establecimiento, pero no están preparados para cumplir las leyes», concluye.
¿Estará esta columna arando en el mar ante los oídos sordos de quienes propalan la incontinencia hiperdecibélica a lo largo y ancho del país? Ni el cansancio nos frenará en la denuncia de esas orgías sonoras y la búsqueda de la paz y el respeto necesarios.