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El BCCR no tiene metas cambiarias

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Si de agradecer se trata, debo responder que gracias, pero no gracias. Nunca he sugerido, ni mucho menos afirmado, que el Banco Central de Costa Rica (BCCR) tiene metas de tipo de cambio, como con ladina picardía me atribuye el dueto de economistas compuesto por Luis Liberman y Daniel Ortiz (”Agradecimiento a don Jorge Guardia”, 31/8/ 2024).

Lo que sí he dicho, y sostengo, es que el BCCR tiene un régimen cambiario de flotación desde enero del 2015 y conduce su política monetaria bajo un esquema de metas de inflación, ambos adoptados unánimemente por la Junta Directiva con fundamento en el ordenamiento jurídico vigente. Afirmar que los abandonó sin derogarlos, para abrazar un tenebroso “esquema de metas de tipo de cambio”, suena más a una de esas teorías de la conspiración, tejidas malévolamente en las oscuras entrañas de la tierra.

Su afirmación es jurídicamente imposible y económicamente desatinada. El BCCR es una institución autónoma de derecho público, sus decisiones se toman formalmente en el seno de la Junta Directiva, se registran en la Secretaría General y se publican en su sitio web. ¿Podrían demostrar con una certificación de la Secretaría que el BCCR adoptó una meta cambiaria? Claro que no. Porque no existe. Y la razón es que tampoco podría adoptarla legalmente sin contravenir el segundo punto del inciso a del artículo 28 de su Ley Orgánica, que exige que las cotizaciones del colón frente a otras monedas las fije el mercado por oferta y demanda, y no mediante decisiones de la Administración ni su Junta Directiva.

Desde el punto de vista económico, también sería desacertada. La teoría y la práctica de los bancos centrales con metas de inflación indican que para desatar la política monetaria del fardo de la intervención obligada que la compele a emitir o esterilizar dinero a contrapelo de la programación de la liquidez (control de la expansión del crédito para que la demanda agregada se corresponda con la oferta total de bienes y servicios) se debe liberar el mercado cambiario.

Voy ahora a algo más puntual y mortificante: ¿Qué gana el dueto al insistir que Jorge Guardia perdió la cordura y ahora sostiene que el BCCR cultiva metas cambiarias? Nada, absolutamente nada. Primero, porque no es cierto, y segundo porque el BCCR tampoco da la razón. Y eso no lo afirmo yo; lo dice oficialmente el Banco en su Comunicado de Política Monetaria (n.º 05) del 18 de julio:

  1. La Ley Orgánica del Banco Central dispone en su artículo 2, como parte de sus objetivos principales, mantener la estabilidad interna de la moneda nacional; esto es, procurar una inflación baja y estable.
  2. El Banco Central conduce su política monetaria sobre la base de un esquema de metas de inflación. Bajo este marco, la política monetaria tiene carácter prospectivo y utiliza la tasa de política monetaria (TPM) como principal instrumento para indicar su postura de política.
  3. Las expectativas de inflación obtenidas de la encuesta del Banco Central y las estimadas a partir de la negociación de títulos públicos en el mercado financiero costarricense (expectativa de mercado) se mantienen dentro del rango de tolerancia alrededor de la meta de inflación.
  4. Para decidir el nivel de la TPM, el Directorio evalúa el comportamiento reciente y la trayectoria de los pronósticos de la inflación y de sus determinantes macroeconómicos. La decisión considera la evaluación del entorno macroeconómico actual, sus perspectivas y los riesgos asociados a la proyección de inflación. Precisamente, la valoración de esos riesgos, sean de origen interno o externo, permite inferir si su materialización ubicaría la inflación por arriba o por debajo del pronóstico central.
  5. De los riesgos al alza… una recomposición no ordenada del portafolio de instrumentos financieros locales, ante una persistente diferencia entre las tasas de interés por moneda, que pudiera incrementar las expectativas cambiarias y, consecuentemente, las expectativas de inflación.

Está claro que los esfuerzos por restablecer el equilibrio macroeconómico pueden afectar variables reales, como crecimiento, importaciones, gastos de consumo e inversión, empleo y, desde luego, las cotizaciones cambiarias. Pero son efectos colaterales del proceso de ajuste de estabilización, no el resultado de metas predeterminadas.

En nuestro caso, el interés del BCCR por evitar salidas desestabilizadoras de capital emana del posible efecto en las expectativas de inflación, y eventualmente en la inflación observada, si tratara de consentir tasas de interés inferiores a las prevalecientes en el mercado internacional, por un período prolongado.

Está muy claro que lo que pretenden ciertos sectores y sus asesores es devaluar, aun en detrimento de los sectores que más sentirían los aumentos en la inflación por la devaluación. Por eso no suscribo, para nada, fijar artificialmente tipos de cambio o tasas de interés desalineadas interna o externamente que pongan en peligro la inflación, ni tampoco albergar peregrinas teorías de la conspiración, contrarias a mi formación ética y profesional.

Concluyo esta discusión con una nota luctuosa: el dueto dirigió su fuego cruzado contra el blanco equivocado. Ahí feneció su frustrada intentona por devaluar a humo de fusil. No soy yo quien tiene el poder de decisión (soy uno entre seis directivos), sino el Banco Central como un todo. Y, a juzgar por su fiel apego a la ley, sus unánimes y reiteradas decisiones y la solidez de sus consideraciones económicas disponibles en su sitio web, tampoco le auguro a aquel tándem mucho futuro.

jorge.guardiaquiros@yahoo.com

El autor es economista y abogado.