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Catorce kilómetros de legajos de la Armada desembarcan en Madrid

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Desde ayer, en mitad del barrio de Campamento emergen tres edificios a modo de buques amarrados en este puerto sin agua. Dos espacios gemelos con las dimensiones de la nao «Victoria» –el primer barco en dar la vuelta al mundo en aquella peripecia única de Elcano que hoy celebra los 502 años– y otro, separado de estos dos por una lámina de agua, aunque conectado mediante pasarelas, que emula la manga y la eslora de otro navío insigne de la historia de la Armada, la «Santísima Trinidad». Juntos conforman el nuevo Archivo Histórico de la Armada o la sede Juan Sebastián Elcano, que se agrega a la ya existente de Álvaro de Bazán, enclavada en Viso del Marqués (Ciudad Real). «Un único archivo con dos sedes», presentaban, ayer, durante la inauguración.

Si esta última custodiará los documentos producidos por los órganos con jurisdicción territorial (antiguos departamentos marítimos y apostaderos de ultramar), la recién estrenada sede albergará los expedientes producidos por los órganos central y de mando del cuerpo. Hasta 20.000 legajos y 25.000 cajas se reúnen en unas estanterías que alcanzan los 14 kilómetros y que prevén ampliarse hasta los 42 con las próximas ampliaciones; «la distancia que hay de la Puerta del Sol hasta Collado Mediano», pone como ejemplo gráfico el capitán de navío Lorenzo Gamboa. No son despreciables las cifras si se toman como referencia las dimensiones del siempre referente Archivo de Indias, que «apenas» reúne 8 kilómetros. Se trata de la tercera entidad con un mayor volumen de archivos tras Cultura y el Ejército de Tierra.

[[QUOTE:PULL|||En los barcos españoles se escribió nuestra historia, pero también la de América y Filipinas]]

Emplazada en el acuartelamiento Alfonso X el Sabio (Sanchidrián, 9), se culmina así un «anhelo importante de la Armada desde hace años», apunta Gamboa: disponer de un gran edificio construido ex profeso para custodiar, conservar y divulgar el patrimonio documental generado y acumulado por la Marina española a lo largo de tres siglos. Y es que estamos ante un cuerpo que, como sostiene el capitán de navío, «siempre tuvo vocación archivística»; por ello, «hace siglos que se cuenta personal muy preparado que lo ha guardado todo. Es fundamental este testimonio documental para las siguientes generaciones». Historia de España, que, como apunta el dicho, «se escribió en las cubiertas de los buques»; pero también la de América y Filipinas. De la presencia española en estos lugares, de su geografía, de sus costumbres y de su cultura se tiene constancia en estos archivos a través de los innumerables documentos que generaron las expediciones bélicas, geoestratégicas, hidrográficas, político-científicas y de límites llevadas a cabo desde el último tercio del siglo XVIII y a lo largo del XIX.

Pañol y sala de dotación

Más allá de los propios documentos y del cuerpo que habita en ella, en la nueva sede madrileña se respira marinería en cada uno de los pasillos. No existe la «cocina» o el «lugar de descanso», sino la «sala de dotación»; ni siquiera el «cuartito de mantenimiento» es tal, en Campamento se ha creado el oportuno «pañol», que se lee en la placa de la entrada; igual que sucede en el «muelle de carga» a través del cual los camiones facilitan el desembarco de los miles de legajos que ya están aquí (y lo que quedan por llegar). «En el último año llegaba todos los días material para las estanterías», señala Gamboa junto a Fernando Santos de la Hera –jefe del área de Referencias y Difusión–. Son algunos de los espacios entre los que también se encuentran el taller de restauración y el servicio de reprografía, además de la sala de investigación (de 20 puestos) a la que ya ha pedido ayuda multitud de investigadores de varios países: «El 30% de las consultas son de fuera», señala Santos de la Hera.

Así, entre los fondos más antiguos sobresalen las campañas y viajes a las Indias y Europa emprendidas entre 1783 y 1898, con las incidencias de las navegaciones, batallas, los inicios de los movimientos insurgentes y el desarrollo de los movimientos independentistas; los procedentes del antiguo Depósito Hidrográfico; los expedientes de ingreso en las reales compañías de guardiamarinas y Escuela Naval Militar; los libros de galeras que detallan las vidas de forzados y esclavos; o documentación sobre la curiosa «Operación Mincemeat» que enfrentó a los departamentos de inteligencia de británicos y alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.