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Ian Lawrence: los desconocidos datos del abucheado lateral

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El abucheado Ian Lawrence es un atleta. Va y viene; va y viene; viene y va. Si no jugara fútbol, en la pista de atletismo tendría un lugar garantizado. No sé si correría los 100 metros planos, los 400, los 1.500 o la maratón, pero correría con mejores pronósticos que la mayoría de los futbolistas nacionales.

Silbado por la afición de Alajuelense y defendido por una “data” hasta ahora desconocida—de la cual nadie duda si Alexandre Guimaraes la menciona—, el jugador rojinegro enfrenta el menos fácil de los juicios: el de los propios.

Empecé este texto sin esos números que lo convierten en ese lateral “top” que al resto de los mortales nos cuesta ver.

Sin la estadística a la mano, sospechaba que pocos como Lawrence pueden recuperar su posición defensiva en ese Alajuelense lanzado al ataque, envolvente, con mucha apertura por las bandas y un sinnúmero de hombres empecinados en el marco contrario. A un cuadro que se expone al contraataque rival le urgen aquellos que regresan a la propia trinchera como quien corre los 100 metros planos; una especie de Forrest Gump (¿recuerdan las escenas en la guerra de Vietnam, cuando entraba y salía de la selva con un herido en hombros, y uno más, y otro?).

Ese es Ian Lawrence, hasta que un mal pase o un centro errado desespera a la afición, más aún si el marcador está en contra, como ha ocurrido no pocas veces en el Morera Soto en el recién iniciado torneo (ante Santos, Marathón, Comunicaciones y Saprissa).

Es aquí donde interviene usted, aficionado liguista. Y lo entiendo perfectamente. Usted no contabiliza piques, regresos en velocidad, idas y vueltas o kilómetros recorridos. No tiene en cuenta los esfuerzos para equilibrar a un equipo que, por vocación, juega al borde del desbalance.Usted ve lo que sucede una vez que se recupera la pelota: el regate de Aarón Suárez, los remates de Diego Campos, el enganche de Canhoto, la definición de Alberto Toril.

Lo entiendo perfectamente.Ian Lawrence no es sinónimo de paredes en corto, pases filtrados que dejen de cara a gol, centros perfectos o remates peligrosos. Ahí, en el último cuarto de cancha, donde la afición redobla sus expectativas, sus premios o reproches, Ian Lawrence no es la estrella.

Entiendo a la afición liguista, aunque siempre me ha parecido insensato (además de ingrato con el ser humano) el abucheo al jugador del propio equipo. Nunca he visto que los silbidos enderecen un mal centro, ni que los abucheos provoquen gambetas maradonianas. Al contrario, la mayoría de las veces terminan destrozando al jugador que lucha contra el rival, contra la afición y contra sus propios demonios. En resumen, con el silbido inmisericorde pierde el jugador, pierde el equipo y pierde el aficionado.Pero entiendo perfectamente que desde las gradas y mirando solo el balón es imposible adivinar los datos de Alajuelense que finalmente llegaron a mis manos.

Doce partidos jugados de doce disputados, 957 minutos, 96.7 kilómetros recorridos...Aquí empieza lo interesante: según los datos recabados por Alajuelense, Lawrence es uno de los tres jugadores del equipo con más kilometraje. Pero no es una maratón, dirá usted. De acuerdo, pero en el fútbol actual, aunque correr no garantiza ganar, no hacerlo garantiza perder.

En el caso de Lawrence, 7.016 metros los ha corrido con alta intensidad, superando a todos sus compañeros.

Sigamos: 50 balones recuperados. En este aspecto, tampoco lo supera ningún otro rojinegro. Y aquí sí estamos hablando de puro fútbol (de una faceta poco apreciada). En un equipo como Alajuelense, que ataca hasta con ocho jugadores, la recuperación de la pelota es asunto de vida o muerte.

Los 39 pases del rival interceptados también colocan al abucheado lateral entre los cinco mejores de la Liga en esa categoría. No es poca cosa en un equipo que juega con línea de cuatro, una formación que impone como prioridad de los laterales las labores defensivas.

Después me encuentro con otros datos que prefiero no juzgar, como 249 pases en corto con un 78% de efectividad. ¿Pases entre defensas? ¿O pases en el último tercio de cancha? No lo sé.En cambio, sí valoraría sobremanera al jugador con la transición más rápida ataque-defensa, donde Lawrence es líder del equipo con 3,7 segundos.

Adicionalmente, Ian gana ocho de cada diez balones aéreos que disputa; muy posiblemente balones divididos en despejes del rival.

A estas alturas, debo confesar que también he pensado más de una vez que Lawrence queda en deuda, especialmente después de algún centro a terrenos de nadie, o ese despiste en el área propia, en el que pierde la marca, como sucede con la mayoría de zagueros ticos, más pendientes de la pelota que viene desde el costado que del rival que anotará el gol (la buena noticia, liguistas, es que eso es corregible; su ida y vuelta, en cambio, no se logra en una sesión).

Una vez señalas sus falencias, los números obligan hasta al más fanático a reconocer que sin esos Forrest Gump del fútbol, tampoco existirían los Celso Borges, los Canhoto, los Suárez ni los Diego Campos. Sin aquellos que terminan muertos de cansancio por volver a la zaga, recuperar la pelota y entregarla agitados al compañero más cercano, no hay victoria posible.

Ian Lawrence es de esos y algunas de sus virtudes alcanzan los más altos rendimientos.

Y no estoy hablando siquiera del ser humano, del joven, de la madre o del familiar que sufre cada insulto y abucheo. Estoy hablando de fútbol. Del fútbol que vemos y del que ignoramos.