Sexo en Roma: el erótico y obsceno ajuar encontrado en Mérida
Aunque en buena medida la adolescencia sea una creación contemporánea, eso no significa que no se percibiera en el pasado diferencias entre las etapas vitales. Según el derecho romano se distinguía entre infancia, adolescencia, la edad de la confirmación, la madurez y la senectud. Si la madurez, a partir de los veinticinco años, le permitía al joven alcanzar automáticamente todos los derechos legales, éstos también podían disfrutarse durante la edad de confirmación, a partir de los veinte para los hombres y de dieciocho para las mujeres, si se les consideraba aptos para su ejercicio. Sin embargo, no era lo normal. Al joven se le solía representar en las fuentes, escritas naturalmente por adultos, como voluble, caprichoso, exaltado y temperamental. Así, Horacio decía que «el imberbe […] es blando como la cera para torcerse hacia el vicio, díscolo con sus consejeros, tardo para ocuparse de lo que es útil, pródigo del dinero, idealista, apasionado y presto para abandonar lo que amaba».
Sobre uno de estos jóvenes discurre «Una viñeta obscena, un alfabeto y más grafitos sobre una cerámica procedente de Augusta Emerita» recientemente publicado en la revista «Spal» por Luis Ángel Hidalgo Martín y Macarena Bustamante-Álvarez, investigadores del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida y la Universidad de Granada. Analizan una jarra de cerámica encontrada durante 2006 en Mérida en una inhumación de fines del siglo II asociada a los restos de una persona de 13 o 14 años y que constituye el único elemento del ajuar funerario. Es una jarrita de manufactura local, de apenas 16 por 13 centímetros de doble asa y boca ancha, conservada con daños menores.
No es, desde luego, una vasija de bella factura ni sobresale por su rareza aunque sí por los grafitos aparecidos en sus paredes que, realizados tras la cocción de la pieza, parecen ser obra del finado. Así, aparecen inscritos tanto en el cuerpo como en el fondo de la jarra dos árboles esquematizados o, más probablemente, dos hojas de palma que eran entregadas a los vencedores de la competición circense, mientras que, cerca de la boca, figura una gran inscripción donde se observa una S retrógrada, las cuatro primeras letras del alfabeto griego y ferox en latín. Con respecto a la primera letra, lo contemplan como el pictograma de una serpiente, un símbolo apotropaico relacionado con lo funerario aunque «también a la sanación, la eterna juventud y la capacidad para devolver la vida», una funcionalidad que extienden también a los otros grafitos referidos, pudiendo representar además el alfabeto griego un caso de bilingüismo. Por estas razones, sospechan que este último grafito pudo hacerse, aunque sin descartar lo contrario, tras la muerte de un joven que pudo llamarse o apodarse Ferox (Feroz).
Sexo en Roma
Los otros grafitos restantes situados en la panza de la jarra son muy diferentes. Por una parte, aparece escrito «Culus Crusantis est», que significa «es el culo de Crysanthus», un nombre masculino de origen griego habitualmente asociado con esclavos, si bien incorrectamente escrito en esta pieza, y, por otra, sobresalen un enorme falo, con su glande y testículos bien detallados. Tras analizar diversas posibilidades, los autores de la investigación sostienen que «el tenedor de la pieza, fuera quien fuera, quiso recordar e inmortalizar un encuentro sexual, seguramente propio, mediante la grabación de esta viñeta obscena» sin que sean capaces ante la evidencia de señalar si este Crysanthus fuera el muerto, siendo de este modo Ferox un apodo, o, como parece más probable, el objeto de sus atenciones.
En definitiva, alude a sexo homosexual. Como bien indican los autores, existen muchísimos paralelos de grafitos sexuales por todo el imperio, también en la misma Mérida, sobre los más variados tópicos en el mundo romano, incluida la homosexualidad. No en vano, ni ésta ni la bisexualidad eran infrecuentes en Roma, si bien se distinguía formalmente en el ámbito del amor entre hombres entre unas prácticas censurables y otras no tanto como, fundamentalmente, las relaciones mantenidas con esclavos.
En conjunto, resulta peculiar que aparezca una jarrita con estos motivos en la tumba de un joven de esa edad aunque, sin embargo, tampoco sorprende. Más bien parece la celebración de la vida de este. Más allá de unas fórmulas mágicas apotropaicas, en este recipiente se enfatizan pasiones típicas de juventud. Si por un lado aparecen unas hojas de palma que simbolizan la victoria en el espectáculo romano que más pasiones provocaba, el circense, y recordemos que en Mérida había un magnífico circo, por el otro no extraña encontrar una bravata sexual de un individuo que se calificaba a sí mismo de Feroz, nombre con innegables connotaciones de apasionamiento y arrogancia que cuadran perfectamente con una indómita juventud. Indudablemente, nos falta todo el contexto y no sabemos quién colocó esa jarrita, si la familia, los dueños o los amigos del fallecido, pero sí que era un homenaje sentido a su memoria.