Groves, un esprinter en el reino de Celama
La etapa se preparaba para otra escapada. «Llegará la fuga», aseguraban los directores en la salida. Era lógico, una jornada de media montaña entre la subida a Ancares y el Cuitu Negru. Y la escapada se formó, pero nunca llegó a adquirir una ventaja suficiente como para confiar en la victoria. Por allí andaban algunos de los habituales, como Campenaerts, Frigo y Jhonatan Narváez, pero Visma no quería dejar distancia a los escapados para preparar la llegada a Wout Van Aert. Para eso trabajaron durante toda la etapa, para echar abajo una fuga que se resistía a caer en la etapa más larga de la Vuelta, la única que supera los 200 kilómetros y que transcurría por el territorio minero de León camino de Villablino, lugar de nacimiento del último Premio Cervantes, Luis Mateo Díez.
En los terrenos del reino de Celama que inventó el autor, Narváez fue el último en caer. El ecuatoriano decidió marcharse solo en la subida a Leitariegos, el último puerto antes de la meta, pero su aventura duró poco. Ni siquiera pudo llegar a la cima por delante. Visma apretaba en la subida para devorar corredores a su paso y allanar el camino a Van Aert, que se contemplaba como la única opción de victoria,
No hay un esprinter que supere la montaña como él y, para demostrarlo, aceleró en la pancarta del premio de la montaña para ser el primero en puntuar. El belga es un ciclista total, un hombre capaz de ganar en todos los terrenos, aunque haya renunciado a prepararse para ganar una gran vuelta.
Van Aert es un corredor diferente. Llegó con la idea de conseguir el maillot verde y ahora se ha ilusionado con el de lunares que distingue al líder de la montaña. Dos camisetas aparentemente incompatibles, pero que encajan en la espalda de Van Aert. Pasar primero por el puerto de montaña era un aviso de lo que esperaba en la meta. Sólo podía ganar Van Aert. O eso parecía.
Pero a veces el trabajo no tiene premio, por muchas frases motivadoras que se escuchen. A veces el trabajo sólo es trabajo y el premio es para otro. Pasa demasiadas veces en el ciclismo y en la vida. Visma se esforzó por echar abajo la fuga y controló la subida a Leitariegos y el descenso.
Pero cuando se encaraba la línea de meta fue Alpecin el que tomó el mando y Planckaert el que hizo de lanzador para que Groves rematara. Van Aert se adelantó al esprint del australiano, pero se vio superado. Groves levantó los brazos en la meta.
No era una etapa para el esprint, pero ganó un esprinter. Tampoco era un día para los favoritos de la Vuelta, pero ellos no se movieron. Ni siquiera cuando pinchó Roglic en la subida a Leitariegos. Quedaban apenas 13 kilómetros para la llegada y el esloveno tuvo que utilizar la bici de Daniel Felipe Martínez para finalizar la etapa. Ninguno de sus rivales intentó aprovechar el percance y tampoco Roglic dio demasiadas opciones. Un par de compañeros se quedaron a esperarlo, pero no tuvieron mucho que hacer. Roglic bajaba más rápido que ellos y no tardó en enganchar con el grupo de los favoritos.
«Llegará la fuga», decían los directores. Pero el que llegó fue Groves. Los favoritos esperan.