Crítica de "Volveréis": el amor y lo nuevo ★★★★ 1/2
La repetición nunca está del lado del eterno retorno de lo mismo, dice Kierkegaard, sino en su potencial creador de lo disímil. Cuando la pareja protagonista de «Volveréis» decide comunicar a su familia y amigos que están invitados a una fiesta para celebrar su separación, la repetición del acto genera la diferencia de lo humano. En lo humano, claro, está la posibilidad de la aparición de lo nuevo.
Y por mucho que los que reciben la noticia con sorpresa vaticinen un retorno inevitable, ese «volveréis» que repararía la ruptura, Ale (Itsaso Arana) y Alex (Vito Sanz), cuyos nombres forman casi una repetición, y que funcionan como el yin y el yan (ella, directora de cine, él, actor) de la puesta en escena de un matrimonio, están abiertos a lo distinto, tanto como lo está la propia película, fresca y generosa, como esos amores que se rompen y se recomponen en las comedias de enredo matrimonial del cine clásico de las que tan bien escribió Stanley Cavell en «La búsqueda de la felicidad».
Cualquiera diría que «Volveréis» es una película filosófica, porque Trueba les reserva un espacio en su mesita de noche a Kierkegaard y a Cavell, aunque lo es como lo podría ser el cine de Rohmer o el de Hong Sang-soo, en la medida en que el amor es un asunto del corazón pero también del pensamiento, es un arrebato pero también un interrogante. A un amor en proceso de deconstrucción le corresponde una película que parece construirse a sí misma en complicidad con nuestra mirada, con una ligereza en el tono que no está exenta de melancolía. Tal vez porque duda de sí misma con la honestidad con que sus personajes dudan de sus decisiones, «Volveréis», que es una comedia romántica sin llegar a serlo, resulta tan irresistible.
Lo mejor:
Su frescura, su inteligencia, su lucidez al abordar los vaivenes del amor moderno.
Lo peor:
Que su innegable capital cultural se confunda con una impostura.