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Август
2024

La gran cantina presidencial, por Mirko Lauer

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El fraude de Nicolás Maduro ha desatado entre los presidentes de América Latina una guerra verbal que no amaina. Los bandos pueden definirse de varias maneras. La más sencilla es entre los amigotes del dictador Maduro y su banda chavista, y los partidarios de la democracia y sus instituciones. No es una guerra a muerte, pero va a dejar cicatrices.

En medio de ese asunto electoral, hay otros temas. La furia de Daniel Ortega contra Lula y Gustavo Petro proviene de haber sido tratado Ortega como el tirano que es. Las tirrias contra Manuel López Obrador se deben a que este ha repartido apoyos a opositores sin el menor criterio, como homenajes a su propia salida del poder.

El deslenguado Javier Milei se ha fabricado enemigos por todas partes, sobre todo en el sector más a la izquierda de América Latina. Con su denuncia de una elección irregular en Venezuela, Gabriel Boric se ha ganado ataques del promadurismo continental, prueba de que a los hijos de La Habana-Caracas no les basta que uno sea de izquierda; también debe ser prodictadura.

Una visión entre optimista y cínica podría decir que hacía mucho que no se advertía tanta variedad entre los Palacios de Gobierno latinoamericanos. Si hubiera que definirla, podría hablarse, primero, de la personalidad de cada presidente; segundo, de lo que este representa; y tercero, de los intereses o ideas a los que adhiere.

Algo que las discrepancias se han llevado por delante son los buenos modales políticos. Desde posiciones y capacidades muy diferentes, Milei y Ortega comparten una verdadera afición por el insulto al colega. No son los únicos, y en general, es claro que, con pocas excepciones, las presidencias se están devaluando a toda velocidad.

Toda esta situación es parte del triunfo de la dictadura cubana, que logró hacerse de importantes votos en la OEA usando el petróleo venezolano. Se disimula así el hecho de que todos los dictadores son de derecha, no importa a qué manual político se remitan. ¿Por qué los chavistas tienen que hacer fraude y los castristas no? Es una pregunta capciosa, claro.

Un dictador habla a título personal (autocrático), mientras que un presidente realmente elegido habla por un sistema político, que incluye lo institucional. Es una diferencia de fondo. No se sentía tanto cuando Fidel Castro era el único dictador. Hoy hay dictadores, o aspirantes a serlo, hasta debajo de las piedras.