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Август
2024

Dos sucesos

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No he podido ignorar dos sucesos que no guardan relación entre sí, de los que los medios se han ocupado en los últimos días. A primera vista, el primero que citaré puede parecer irrelevante; sin embargo, quiero referirme a los dos.

En el ajetreo bullicioso y regocijado de la convención demócrata en los Estados Unidos, que alienta a no descartar que la victoria electoral de este partido es posible y que ese país y el mundo a la larga pueden librarse definitivamente de yo sé quién, algunas frases y gestos me movieron a preguntarme por su trasfondo o su significado.

Un episodio especialmente emotivo sucedió cuando Tim Walz, candidato a la vicepresidencia demócrata, aludió a su familia, cuyos miembros lo escuchaban en primera fila, dirigiéndose directamente a ellos para decirles con sencilla convicción cuánto los quería. Al escucharlo, su hijo de 17 años se emocionó vivamente y rompió a llorar señalando con entusiasta aprobación a su padre con un gesto espontáneo que valió por mil discursos.

La política también puede depararnos momentos gratificantes, mostrarnos que no tiene por qué ser siempre una impostura, una actividad deshumanizada y hosca: que la expresión de sentimientos genuinos no solo está permitida, sino que hasta puede ser un medio para apreciar, en quienes le dedican su tiempo, integridad, decencia o entereza moral, de manera que nos permita confiar en ellos.

El otro asunto podría inscribirse en el fenómeno constante de criminalización de la política. Según diversos medios, en Colombia se anunció un atentado contra el presidente Gustavo Petro, que debió producirse en julio pasado, y se han hallado indicios que apuntan a un plan para atacar el Palacio de Justicia.

El fallido asalto no es un hecho inédito. Como es sabido, en 1985 la capital colombiana sufrió un acontecimiento de esta naturaleza, con un saldo de más de un centenar de muertos, magistrados algunos de ellos.

La masacre bogotana se tuvo muy presente entre nosotros en abril de 1993, cuando en San José se produjo el secuestro de la Corte Suprema de Justicia y en algunos momentos se temió que padeciéramos la misma suerte. Fue un episodio angustioso para los que lo vivimos de cerca, aunque por circunstancias imponderables no nos contábamos entre los secuestrados. Nos enseñó, eso sí, que siempre hay que poner las barbas en remojo.

arguedasr@dpilegal.com

Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.