El vehículo agrícola que se convirtió en un coche icónico
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Citroën escogió el Salón del Automóvil de París de 1948 para presentar un pequeño y práctico vehículo con tracción delantera, pensado para el campo. La expectativa era máxima, por supuesto. Con este objetivo en mente, nadie se esperaba que el vehículo alardeara técnica o estéticamente hablando. Sin embargo, se presentó el que el propio Pierre Boulanger, en aquel entonces director de la Oficina de Estudios de la marca, definió como »el coche del futuro». Y no fue para menos. Tras pasar un fin de semana al campo, viendo pasar a los agricultores que llevaban sus productos al mercado en carros, tirados por mulas, caballos o bueyes, tuvo una iluminación: hay que crear un vehículo que sirva para que los campesinos franceses se motoricen y cambien el carro o la mula por el automóvil. E inmediatamente puso en marcha el proyecto que llamó TPV (Très Petite Voiture, «Coche Muy Pequeño», en castellano), capitaneado por el tándem del que salió el Citroën Traction Avant, el primer vehículo de tracción delantera comercializado de forma masiva: André Lefebvre, en el apartado técnico, y el escultor Flaminio Bertoni, para el diseño, aunque en palabras de Boulanger, la estética no era una prioridad. El pliego de condiciones era claro y pensado claramente en el mundo rural, aunque algunos de sus puntos podrían valer para los actuales SUV: cuatro ruedas debajo de un paraguas. El TPV, debía ser capaz de transportar un cesto de huevos por un campo sembrado sin que se rompiera ninguno, además de 50 kg de mercancías. Además, debía ser fácil de conducir por alguien sin experiencia al volante, tener bajos costes de mantenimiento y consumir, como máximo, 3 l/100 km. Por supuesto, pese a su vocación agrícola, debía equipar la joya de la corona de la marca: la tracción delantera. Pese a su «target» con bajos recursos económicos, Citroën no reparó en medios para desarrollar este modelo. Se pensaron y probaron toda clase de innovaciones tecnológicas y de diseño. Así, se ensayaron brazos de suspensión de magnesio, puertas circulares, faros inspirados en las luciérnagas. El aligeramiento del vehículo se convirtió en una obsesión: el techo era de tela, las ventanillas de mica y la carrocería de aluminio ondulado. Se rechazaban los prototipos que ofrecían demasiado confort. El único capricho se concedió en la tapicería, en la que se atendió la recomendación de la esposa de Boulanger. Estos primeros trabajos se concretaron con un primer prototipo muy peculiar: el Cíclope. Con un único faro, contaba con una carrocería inspirada en la aviación, ondulada y fabricada con una aleación de aluminio, unos asientos de tipo hamaca colados del techo mediante cables, un motor de dos cilindros bóxer de 375 centímetros cúbicos refrigerado por agua. Pero el motor no fue lo que dejo patidifusos a los asistentes a la ceremonia de presentación del Citroën 2 CV. Fue la estética peculiar de este modelo. Desde «horrible» «raro» o «espantoso» a «divertido» o «único»: hubo comentarios para todos los gustos. Pero habría un cambio técnico de última hora que se resolvió al año siguiente, cuando un 2 CV que enseñaba todos los secretos de su motor de 375 cm3 refrigerado por aire, con transmisión de 4 velocidades y 9 CV de potencia, fue el rey y señor del stand de la marca. En julio de 1949 comenzó la producción y los clientes dejaron en muy mal lugar a los críticos: tras los primeros meses en el mercado, el plazo de espera llegó a tres años. El público supo ver inmediatamente lo que éstos no apreciaron: el 2 CV era el coche idóneo para necesidades muy distintas. Se desenvolvía muy bien en ciudad, circulaba con soltura por caminos sin asfaltar, era espacioso para su tamaño, tenía cuatro puertas y resultaba mucho más económico de utilizar y mantener que otros modelos en el mismo nivel de precios. El 2 CV era un coche sencillo, pero en absoluto tosco. Tan bien planteado y construido estuvo desde el principio, que en su evolución no hubo cambios importantes. El motor ganó cilindrada y potencia, aunque se mantuvo siempre con un consumo muy bajo. Los frenos de disco en las ruedas delanteras no fueron necesarios hasta los años 80, debido a lo ligero que ha sido siempre el 2 CV. En un país en reconstrucción, que aspiraba a un mayor bienestar, su lanzamiento comercial llegó en el momento oportuno. Disponible, en un primer momento, exclusivamente en forma de berlina descapotable, desde 1950 se ofrece también en versión furgoneta. Se venderán más de 5 millones de unidades hasta el cese de su producción en el año 1990. Más allá de su éxito comercial, que le convirtió en uno de los vehículos que motorizó el país, el Citroën 2 CV tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la industria de automoción en España. En 1958, abría sus puertas, en la Zona Franca de Vigo, la fábrica de Citroën Hispania. La marca, presente con vehículos importados desde 1924, apostaba por producir en España por el bajo coste de la mano de obra, la situación geográfica de la ciudad gallega y la posibilidad de conquistar un mercado emergente sin tener que pagar aranceles. El primer modelo que salió de las líneas de montaje de «La Citroën» de Vigo fue el 2 CV, en su versión furgoneta. Pronto seguirían su estela los 2 CV turismo. Las características de este modelo lo hicieron muy habitual en las carreteras de España. Durante décadas, el 2 CV furgoneta, pintado en gris, fue el vehículo más habitual de organismos tan esenciales como Correos y Telégrafos y la Compañía Telefónica Nacional de España. Incluso la Guardia Civil y las unidades de Montaña del Ejército se hicieron con varias unidades del Citroën 2 CV Sahara, un 4x4 antecesor de los SUV actuales. La peculiaridad de esta versión está en su forma de asegurar la tracción total: tenía dos motores, uno para las ruedas delanteras y otro para las traseras. Es más, las distintas generaciones del Citroën 2 CV fueron ganando adeptos. Al igual que en Francia y en los demás países en los que se comercializó, miles de personas, que no necesitaban un coche tan económico, lo adoptaron porque se sintieron atraídos por su diseño, su filosofía y su sencillez, que permitía adaptarlo al gusto de cada uno. Se convirtió en sinónimo de libertad y de un estilo de vida alejado de los corsés y las limitaciones del pasado. Y como sus clientes, el Citroën 2 CV fue evolucionando. Si, como hemos visto, en los primeros años sólo se fabricaba en gris, después hubo una paleta extensa de colores, algunos muy vivos. Las distintas series especiales, como el Sport, el Charleston o el Cocorico, le dieron un toque más de estilo. Todo dentro de una estética que se mantuvo casi inmutable durante 42 años. Los cambios más notables en la carrocería fueron el sentido de apertura de las puertas en 1964 o la tercera ventanilla lateral de algunas versiones. Por lo demás, sólo añadiduras de equipamiento (que habrían pasado por lujos inicialmente) y cambios cosméticos en los faros, los paragolpes o la parrilla. Aunque en los 80 se impone el 'revival' y la personalización. Se fabrican series limitadas especiales, entre las que sobresale el Charleston. El slogan decía 'Vive del aire» Una chica paseaba por la orilla de la playa a bordo de un Charleston, de pie, envuelta en un largo foulard y con el pelo al viento. El aire retro se impone.