ru24.pro
World News in Spanish
Август
2024

Los vecinos de Mocejón, sobre el asesino de Mateo: «Sabíamos que no estaba bien y que iba a cometer una estupidez»

0
Abc.es 
La tensión ha dado paso a la pena en Mocejón, la localidad de Toledo donde un joven perturbado mató sin ningún motivo a Mateo , un niño de once años que jugaba al fútbol. Dos días después de suceso, los vecinos dicen sentir lástima por el presunto asesino, incluso pena por su padre y sus abuelos, los únicos miembros de su familia que han vivido siempre en el pueblo. Una familia de la que todos ahora hablan en la localidad. «Todos sabíamos que el chico no estaba bien y, antes o después, iba a cometer una estupidez. Lo que no nos esperábamos ninguno es que fuera capaz de matar a alguien, de apuñalarle once veces y ensañarse con un crío », detalla sobre el arrestado una vecina, quien reside en un adosado cerca de la casa de los abuelos. Sobre Juan Francisco, poco se sabe de él. Alto, delgado y con una discapacidad psíquica del 75%, según afirma su padre. No levantaba la vista del suelo, no miraba a nadie a la cara, no tenía amigos y tampoco solía salir a jugar fuera de su casa. Los pocos vecinos que aseguran haberle visto en alguna ocasión fue a través de los cristales del coche del padre o cuando acudía junto a él a misa. Con padres divorciados, desde pequeño iba y venía al pueblo junto a su hermano menor, cuando les tocaba irse con su padre y abandonaban la casa de su madre, en Madrid. Sin embargo, solían quedarse en la casa de sus abuelos en el número 3 de la calle Juan XXIII, en vez de la vivienda de su padre en la calle Dalí, donde le detuvieron el pasado lunes. «Ellos preferían no quedarse con Fernando -el padre- porque sabían que a la mínima iban a recibir un grito, un empujón o un manotazo», explica Rosa, quien durante más de veinte años se ha encargado de limpiar la casa de los abuelos, por lo que asegura conocer «mejor que nadie» a los 'Sornoso', como son apodados los miembros de la familia en el pueblo. «Los abuelos son de aquí y son un encanto, gente muy agradable y dispuestos a echar una mano. Con ellos nunca he tenido problemas. Ellos (los nietos) y Fernando ya son otro tema». Rosa asegura que en más de una ocasión observó cómo Fernando gritaba tanto a su exmujer como a sus hijos, e incluso llegó golpear a los jóvenes por hacer alguna trastada o a su antigua esposa por alguna discusión de pareja. «Es un loco, un psicópata», asegura. Rosa relata que hace dos años fue a limpiar la casa de Fernando, haciendo un favor a María (la abuela). Sin embargo, al pasar el marco de la puerta, tuvo que irse porque el «olor nauseabundo» que desprendía la casa era superior a ella: «Estaba el suelo lleno de basura, con envoltorios de plástico por todas partes y humedades. La casa necesitaba una reforma, no una limpieza a fondo». «Fernando es un hombre abandonado y agresivo, pero no fue a raíz del divorcio, siempre ha sido así», asegura Rebeca, otra vecina que ha coincidido con el padre por el pueblo en más de una ocasión. Rebeca explica que Fernando se gana la vida como puede, encadenando un trabajo tras otro. Estuvo un año trabajando en el ayuntamiento del pueblo, haciendo labores de limpieza que no cumplía nunca, afirma esta vecina. «No se ponía el uniforme que tenía que llevar, lo rompía o cortaba siempre que podía para ir en chándal y deportivas. Cuando se le indicaba que tenía que quitar una serie de matojos, gritaba que estaban para proteger el pueblo y que no los podía arrancar». Esta misma vecina explica que hace tres años, por sus discrepancias con la dirección que llevaba el ayuntamiento, intentó montar un partido político con el que se presentó para ser alcalde, apodado como 'Partido Verde'. «Nadie sabe que le ronda nunca por la cabeza». Varios vecinos, que en esta ocasión prefieren preservar el anonimato por la estrecha relación que guardan con los abuelos, aseguran haber tenido varias disputas porque «cuando no lleva la razón, se altera». «Recuerdo discutir con él en pandemia, porque no quería llevar a sus padres a vacunar». «Gritaba a pleno pulmón que nos estaban implantando un chip y que era lo que nos iba a matar y no el Covid», afirma otro vecino. Ayer Fernando, tras eludir a la prensa durante más de 48 horas, decidió hablar y atender a los medios, visiblemente nervioso y con un monólogo en el que no respondía a las preguntas que se le formulaban. Achacó los problemas psíquicos de su hijo a las vacunas, tras declararse un «antivacunas», aseguró que Juan Francisco «lleva paseándose por el pueblo sin problemas desde que era niño», pero, no obstante, lamentó que su hijo «no hiciera ninguna amistad en todo este tiempo» y además desveló que hace dos años su hijo tuvo otro incidente durante el confinamiento donde tuvo que intervenir la Guardia Civil. Sobre la discapacidad que presenta su hijo, aseguró que «no toma medicación». «Es un chico muy sano, pero que tiene que dedicarse para lo que estamos diseñados que es para trabajar en el campo. A mi hijo no lo han acosado, pero no lo han tratado con amor» , continuó visiblemente afectado. «Si le hubierais sabido dar amor y no tratarle de 'tonto loco' ahora seríais todos niños felices». Por último, Fernando defendió que su hijo «ha sido el primero que siempre ha tenido que salir corriendo y no éstos que van apedreando mi casa por la noche, que no me dejan dormir. Son la vergüenza, cobardes». Pese a que los vecinos afirman a este diario que no sienten «resentimiento» ni por Fernando ni por su hijo, lo cierto es que el pasado lunes su coche, un Opel azul, llevaba escrito la palabra «asesino» en el capó . «Mocejón es un pueblo pequeño, pero es muy sentido y conflictivo por desgracia. Algunos no se quedan callados cuando ocurren desgracias de este tipo», asegura Francisca. A las afueras del pueblo, y cerca de las viviendas de los 'Sornoso', vive una comunidad de personas de Europa del Este. Según afirma Francisca, protegen el pueblo y son muy educados con los vecinos, pero, en ocasiones, «se pasan de la raya»: «No me cabe la menor duda de que hayan decidido tomarse la justicia por su mano y sean los responsables de rayar el coche del padre, y de incluso tirarle piedras a su casa». Sin embargo, ni Francisca ni el resto de vecinos defienden sus actos. «En dos meses olvidarán la muerte de Mateo, pero para las familias implicadas el dolor es de por vida».