Argelia mantiene su veto a las empresas españolas mientras crecen nuestras importaciones de gas
Más de dos años después y, a pesar de ciertos indicios que apuntaban a una progresiva relajación del veto, Argelia sigue boicoteando a las empresas españolas en su territorio como medida de castigo al Gobierno de España por el apoyo del presidente, Pedro Sánchez, a Marruecos en el conflicto del Sáhara Occidental. Entretanto, las importaciones españolas procedentes de Argelia no solo se mantienen, sino que experimentan un incremento en los últimos años.
Como demuestra el aplazamiento sine die del viaje del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, a Argel en febrero pasado –cancelado in extremis–, los puentes políticos siguen estando rotos con la primera potencia militar del Magreb, el mayor exportador regional de gas natural y un socio clave en la lucha contra la migración irregular –la ruta argelina con destino Baleares experimenta un repunte este verano– y el terrorismo en el Mediterráneo occidental y un Sahel convertido en un polvorín.
El 9 de junio de 2022, menos de tres meses después del apoyo epistolar de Sánchez a Marruecos, la Asociación argelina de Bancos e Instituciones Financieras (ABEF) bloqueaba las domiciliaciones bancarias a las firmas españolas. Un día antes, Argel daba por suspendido el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación suscrito con España en 2002. Una medida que las autoridades del país magrebí no han rectificado desde entonces.
Mientras las inversiones y exportaciones españolas en Argelia siguen bloqueadas, España continúa comprando con normalidad al país magrebí. El ejercicio pasado se saldó con importaciones por valor de más de 6.400 millones de euros, lo que supone un 38% más que en 2020, según datos del ICEX. El pasado 27 de julio el ministro argelino de Comercio, Tayeb Zitouni, anunciaba la venta por parte de la empresa Tosyali Argelia –filial local de un importante grupo turco productor de acero y hierro– de 150.000 toneladas de hierro a España, asegurando que su país «está abierto» a avanzar en las relaciones comerciales.
No en vano, Argelia es el principal suministrador de gas natural a España. De enero a julio, España importó más del 36% de su gas natural desde el país magrebí, que se situó por delante de Rusia –en segundo lugar con algo menos del 23% del total de las adquisiciones españolas a pesar del veto europeo a Moscú tras la invasión de Ucrania.
Las necesidades del mercado argelino –fuerte inflación y la llegada del Ramadán– empujaron en enero de este año a permitir las exportaciones españolas del sector avícola semanas después del regreso del embajador argelino a Madrid. Un mes después el régimen argelino hizo lo propio con la importación desde España de carne roja fresca. Señales de apertura que no han acabado teniendo correspondencia en el resto de sectores de actividad. Así, globalmente, poco ha cambiado para el resto de exportadores españoles habituales en Argelia. Aunque algunos han tratado de esquivar el veto exportando a través de países terceros, registran en conjunto pérdidas de varios centenares de millones de euros. Los empresarios lamentan la inacción del Gobierno a la hora de acercar posturas con Argelia y denuncian el abandono en el que les ha sumido la Administración central.
Son conscientes de que, en un futuro inmediato, mientras Sánchez y Abdelmadjid Tebboune –todo apunta a que se impondrá cómodamente en las elecciones presidenciales previstas para el 7 de septiembre– continúen al frente de sus respectivas administraciones no habrá cambios sustanciales. Con todo, una parte de los empresarios españoles consultados por este medio no pierde la esperanza y se muestra confiado en que haya pronto novedades positivas.
Entretanto, hace menos de un mes, Argelia recibió un nuevo varapalo diplomático a propósito de la cuestión del Sáhara Occidental: Francia, con quien las autoridades del gigante norteafricano mantienen una relación de amor-odio, iba más allá de España en su apoyo a la propuesta de autonomía bajo soberanía de Rabat para el Sáhara. Emulando a Sánchez, Emmanuel Macron enviaba una carta a Mohamed VI en plena celebración por el 25.º aniversario del ascenso al trono del soberano alauí en la que calificaba el plan de autonomía como «la única base para una solución política, justa, sostenible y negociada».
Apenas tres días después de que Rabat y París hicieran público el cambio de posición francesa en el Sáhara, trascendía que la empresa francesa Egis –en consorcio con la también gala Systra y la marroquí Novec– se había hecho con el contrato de asistencia al operador ferroviario marroquí ONCF en las obras de ampliación de la línea de alta velocidad entre Kenitra y Marrakech por un valor de unos 130 millones de euros. De tal forma que la francesa Egis superaba a la española Ineco al hacerse uno de los trozos más suculentos del pastel de las infraestructuras en curso en Marruecos en la cuenta atrás para el Mundial de fútbol 2030.