El asesino confeso de Mateo se quitó la ropa manchada tras el crimen y la metió en la lavadora de su abuela
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La Guardia Civil no ha escatimado medios para resolver el crimen de Mateo en Mocejón en un tiempo récord. En menos de 30 horas, detuvo al presunto autor, Juan Francisco, un chaval de 20 años. Nada más apuñalarlo mortalmente en el campo de fútbol, salió huyendo por dos agujeros en el doble vallado que rodea el polideportivo municipal Ángel Tardío. Cubrió a pie el kilómetro y medio que separa estas instalaciones deportivas de la casa de su abuela en la calle Juan XXIII. Llegó sudando y, como otras veces, se cambió de ropa, se aseó un poco y metió en la lavadora la que llevaba manchada (una camiseta blanca y un pantalón corto), sin que su abuela lo supiera. Horas después, con la ayuda de las 16 cámaras municipales de seguridad y alguna particular que grabaron su huida, la Guardia Civil puso en marcha un operativo con medio centenar de agentes de paisano, que preguntaron puerta a puerta desde la calle del polideportivo . Así recorrieron a pie cerca de una veintena de calles, apoyados por uniformados, hasta que llegaron a las inmediaciones de la calle Dalí con los datos aportados por vecinos y las imágenes grabadas por las cámaras. Con los nervios y por su edad, los niños habían dado una descripción que no se correspondía con la que manejaban los investigadores. No buscaban un joven rubio, calvo o rapado, sino a uno moreno con una camiseta blanca y pantalón corto, que había usado en el ataque un pañuelo para tapar su boca. Unas rayas de color rojo en su vestimenta, como si fueran un arañazo, terminan de señalarlo. El lunes por la mañana ya lo tenían centrado, con un 80 por ciento de probabilidades de que Juan Francisco era el presunto autor. Por eso, alrededor de las diez y media, los investigadores llamaron a la puerta del número 19 de la calle Dalí, a poco más de un kilómetro y medio del campo de fútbol. Querían tantearlo para ver si soltaba alguna información que le comprometiera. En la escena estaba su padre, Fernando, pero el chaval no aportó nada relevante. Además de manifestarlo su progenitor, los agentes advirtieron en el chico un comportamiento compatible con una severa discapacidad intelectual, cifrada por el padre en un 70 por ciento. Unas horas después, sobre las tres de la tarde, decidieron volver y detenerlo. Se realizaron dos registros: en ese domicilio y en la casa de la abuela, en la calle Juan XXIII. Encontraron la ropa lavada y un perro de la Guardia Civil marcó restos biológicos. «Está todo claro, tenemos muestras y en los registros se recogieron pruebas positivas». Tenían al presunto autor de la muerte de Mateo y lo llevaron a la Comandancia de Toledo, donde este martes va a pasar su segunda noche. «Fue este niño, pero le podía haber tocado a cualquiera», sostienen los investigadores sin ninguna duda.