Van Aert vuelve a desplegar las alas después de seis meses de pesadilla
Bajo un terrible sol y los 35 grados que marcaban los termómetros en Castelo Branco, Wout Van Aert volvió a agitar las alas para celebrar una victoria. Han pasado casi seis meses de su último triunfo, el 25 de febrero en la Bruselas- Kuurne -Bruselas y de una colección de podios que lo arrimaban al triunfo pero no acababan de llevarlo a él. Seis terceros puestos, entre ellos el de la contrarreloj de los Juegos Olímpicos que le valió la medalla de bronce, y tres segundos había conseguido desde entonces. Y ese ha sido el orden de sus puestos en esta Vuelta. Fue tercero en la contrarreloj inicial; segundo en el esprint de la segunda etapa y ahora ganador en Castelo Branco. Además, vestido con el maillot rojo, lo que le permite afianzar su liderato y vestir el maillot rojo un día más.
Aunque sea fugaz esa felicidad, Van Aert la disfruta. «Se acabó la diversión», dijo después de su victoria en la última etapa portuguesa de la Vuelta. La carrera ya abandona Portugal después de tres etapas para entrar en su casa, en España, a través de Extremadura. Y lo hace a lo grande, sin tiempo para que los ciclistas se hagan a la idea, con la subida al Pico Villuercas, la primera llegada en alto de la carrera.
Portugal se le da bien a Van Aert. Allí logró su primer triunfo de la temporada, una etapa de la Vuelta al Algarve. Pero se acabaron los esprints y los paseos a la hora de la siesta. La Vuelta ya mira hacia arriba y Van Aert, un ciclista total, capaz de ganar en todos los terrenos, se dispone a cambiar de trabajo. El belga no se ha decidido a hacer la transformación para convertirse en un corredor que pelee por las generales, anque esa era la función que se había diseñado para él en el Giro.
A la carrera italiana no pudo acudir por culpa de una caída en A través de Flandes, donde se rompió la clavícula y varias costillas. «Es una victoria muy especial para mí. Ha sido un año difícil. Ha sido un largo camino desde que competí por última vez en las Ardenas», confiesa.
No está acostumbrado Wout a estar tanto tiempo sin ganar, pero no estaba preocupado. «Me considero un corredor ganador y tengo que luchar por la victoria. Seis meses es mucho tiempo, pero no estaba preocupado por no haber ganado. Si no ganaba no era un problema porque ya he demostrado que estaba en buena forma», reconoce.
Aunque no tan en forma como para luchar por vestir de rojo en Madrid. Prefiere mantenerse en su segundo plano y cargar la responsabilidad sobre las espaldas de Sepp Kuss, el ganador del año pasado.
«La Vuelta es muy dura y considero que puedo estar bien en un carrera de un día o en una etapa de una gran Vuelta, pero luchar diez o quince etapas de una gran Vuelta es muy duro. Estaré para ayudar al equipo», asume.
Van Aert aprovechó los recursos de su equipo para hidratarse. Agua y chalecos de hielo le sirven para bajar la temperatura corporal. La potencia de sus piernas le lleva a desplegar las alas y dejó atrás a Groves, el mejor esprínter de la carrera, pero espera que no sea la última oportunidad de levantar el vuelo en esta Vuelta. Para el australiano quedan pocas posibilidades; Van Aert es más versátil. «Llega otra etapa dura, quizá después haya buenas oportunidades. Cuando no sea una etapa de montaña habrá oportunidades de estar en las fugas y de luchar por una victoria. Creo que algo más vendrá, pero es hora de ayudar al equipo», advierte.
Es hora de que los velocistas y los cazadores de etapas se echen a un lado para que los gallos exhiban las plumas. Tiempo para que Wout se vista de gregario a pesar de lucir el maillot rojo. La felicidad era esto, pero no es eterna.