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Август
2024

Dalida: estrella del pop francés asaeteada por el dolor

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De cuantas figuras femeninas del cine y la canción francesas consiguieron el éxito mundial sólo Dalida se impuso en el el panorama posmoderno como la gran diva. Brigitte Bardot, Édith Piaf o Françoise Hardy la superaron en importancia mítica pero solamente Dalida consiguió ese «je ne sais quoi» tan intangible y carismático que hizo de ella una diva. Y lo consiguió después de una carrera de éxitos musicales extraordinaria en la música ligeras, y asaetada por puñales de dolores. Dalida había nacido en El Cairo, de nombre Iolanda Gigliotti. Ganó el concurso de Miss Egipto 1954 que le abrió las puertas del cine árabe. En París, comenzó su escalada al éxito robándole una canción a Gloria Lasso, «Bambino» (1956), que la convirtió en una estrella de la canción, gracias a su manager y futuro marido el mafioso marsellés Luician Morisse.

Su carrera fue en ascenso, como sus amores fracasados, hasta vender cien millones de discos. Con su abundante melena negra rizada, su tez mediterránea y un fuerte acento, tanto en francés como en italiano, fue una megaestrella indiscutible de la canción pop francesa, italiana y española durante los años 60 y 70. Pero su paulatino ascenso hasta convertirse en la diva venerada por el gran público, gracias a la divinización de los gays, se debió a sus muchas desgracias pasionales. El sufrimiento es el bálsamo más preciado en el proceso de la divinización de la diva desgarrada por el dolor. Enamorada del cantautor Luigi Tenco, ambos participaron con la canción «Ciao, amore, ciao» en la edición del festival de San Remo de 1967, de la que fue eliminada en la primera ronda. Deprimido, el cantante se suicidó esa noche pegándose un tiro en la cabeza. Dejó una nota despotricando de los abucheos del público: «Hago esto no porque esté cansado de la vida (todo lo contrario) sino como acto de protesta contra un público…».

Dalida quedó tan descorazonada por el golpe sufrido que tardó años en superar su muerte. Veinte años después, el 3 de mayo de 1987, a los 54 años, justificó su suicidio con una carta: «La vie m’est insupportable. Pardonnez-moi». Años antes había protagonizado un intento de suicidio del que fue rescatada en el último momento. Poco después se suicidó su exmarido, Lucien Morisse descerrajándose un tiro en la cabeza con una pistola similar a la de Luigi Tengo. De nuevo una depresión insufrible, que sólo pudo superar con una combinación de psicoanálisis freudiano y meditación trascendental. Nada pudo con tamaña depresión, ni siquiera enamorarse del falso conde de Saint-Germain, que aseguraba ser inmortal desde el siglo XVIII. Durante nueve años la estuvo manejando, grabando con ella algunas canciones que nunca triunfaron, hasta que la abandonó por otra mujer y acabaron suicidándose ambos cuatro años después.

Un testamento vital cantado

Durante esos años depresivos, bajo la dirección de su hermano Orlando, grabó y actuó en vivo y en Televisión con un furor desusado, convirtiéndose, gracias a la influencia de su hermano en el mundillo gay, en la nueva diva de la canción disco en francés. Hizo remixes de sus éxitos de los años 60. Triunfó con «Gigi lamoroso» (1974), interpretó «Paroles, paroles» (1978) a dúo con su amante Alain Delon, y con «Mourir sur scène» (1983) cantó su testamento vital a ritmo discotequero: «Moi je veux mourir sur scène / Devant les projecteurs / Oui, je veux mourir sur scène / Le cœur ouvert tout en couleurs». Su público sabía que su vida era una discoteca vertiginosa, pero una vida prestada. Aunque murió en la cama, con un camisón de raso, en la canción quería morir en el teatro, delante de los proyectores, el corazón abierto, todo en colores. Y ese fue el fogonazo definitivo que la encumbró como gran Diva del pop. Pasión y muerte de una estrella cuya belleza fue en aumento a medida que se teñía de rubio, sufría delante del proyector y se entregaba a sus fans gays que le prometían la inmortalidad.

Desde entonces ha seguido vendiendo miles de discos que sonaban como himnos en todos los clubs gays de Francia. Fueron ellos quienes ensalzaron su imagen, repristinizada por los artistas Pierre et Gilles como estampas religiosas pop. En la visión idealizada de Pierre et Gilles, Dalida es la reina de las hadas, cuajada de brillos diamantinos. La encarnación de la gran diva, finalmente en ascensión al cielo gay.

Ramillete imparable de éxitos

Triunfó con «Bambino», al que siguieron numerosos éxitos italianos cantados en francés: «Romántica», de Tony Dallara, «Gondolier», «Les enfants du Pirée» y el éxito de Domenico Modugno «Dans le bleu du ciel bleu». En los años 70 fue la primera cantante popular que cantó en francés música disco. A dúo con el hermoso Alain Delon grabaron el éxito de Mina «Paroles, paroles», seguido de «Il venait davor 18 ans», que hablaba de sus amores con un joven, del que quedó embarazada y tuvo que abortar, quedándose estéril.