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Август
2024

El destino del mundo, en las manos de pocos miles

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Los norteamericanos están orgullosos de lo que denominan su “excepcionalidad”.

Es decir, un conjunto de circunstancias que hacen de Estados Unidos un país singular.

Uno de los ingredientes de esa singularidad es su sistema electoral.

Definirlo como arcaico, sería un calificativo amable.

Entre los grandes países de occidente, el sistema electoral norteamericano es quizás el único en el que puede llegar a la presidencia de la República el candidato que tuvo menos votos en las elecciones.

En los tiempos recientes ha sucedido en dos elecciones cruciales.

La más cercana fue la de 2016. En ese proceso electoral, Hillary Clinton obtuvo 65.8 millones de votos mientras que Donald Trump obtuvo 62.3 millones.

En casi cualquier democracia, Hillary se hubiera convertido en la primera presidenta de los Estados Unidos y quizás el mundo hoy fuera diferente.

En el año 2000, Al Gore obtuvo 51 millones de votos, frente a los 50.4 de George W. Bush, y también perdió las elecciones.

En Estados Unidos gana la presidencia, no el candidato que obtiene el mayor número de votos en las urnas, sino en mayor número de votos en el Colegio Electoral.

Cada estado de la Unión da un cierto número de votos electorales y en la mayoría de ellos, el candidato que gana la elección en el estado obtiene todos los votos electorales de esa entidad.

La historia ha mostrado que los demócratas ganan casi siempre los estados más poblados como California o Nueva York, mientras que los republicanos ganan la mayoría de los estados del medio oeste.

Por eso, en la nomenclatura electoral norteamericana son tan relevantes los llamados “estados columpio”.

Se trata de estados en los que ninguno de los dos candidatos presidenciales relevantes tiene seguro el triunfo.

Tradicionalmente, el candidato que gana esos estados es el que gana la presidencia de los Estados Unidos.

No tengo ninguna duda de que la fórmula demócrata Harris-Walz va a ganar el voto popular el próximo 5 de noviembre.

Pero aún no está claro si va a triunfar también en la votación del Colegio Electoral.

Para ganarla, se ha comentado en múltiples análisis, los demócratas deben ganar los estados de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Entre los tres estados suman 46 votos electorales que tienden a marcar la diferencia.

En la elección de 2020, Biden ganó esos estados por márgenes pequeños. Michigan lo ganó por 150 mil votos; Pennsylvania por 60 mil votos y Wisconsin por solo 20 mil votos.

Es decir, 230 mil votos de diferencia inclinaron la balanza.

Si esos tres estados los hubiera ganado Trump, se hubiera reelecto obteniendo 278 votos electorales por 260 de Biden.

Los tres estados son absolutamente claves para las aspiraciones de Harris.

¿Y cómo van ahora las encuestas?

En Wisconsin, la encuesta de Bloomberg y Morning Consult, levantada a finales de julio, da una leve ventaja de 2 puntos a Harris.

En Michigan el mismo estudio da una amplia ventaja de 11 puntos a los demócratas.

En Pennsylvania, el mismo sondeo da una ventaja de 4 puntos a la fórmula Trump-Vance.

Harris no puede darse el lujo de perder ninguno de esos tres estados.

La campaña electoral deberá concentrarse en tratar de obtener en ellos una ventaja suficientemente amplia para que no haya dudas en el resultado.

Pero, como en el pasado, algunos miles de electores en pocos estados de la Unión Americana tendrán en sus manos el destino de varios miles de millones de personas en casi todo el orbe.