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Август
2024

Brazadas para sanar las cicatrices del cayuco

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Abc.es 
Fatou (nombre ficticio) chapotea en la orilla, el agua apenas le llega a las rodillas, y ríe y juega. Esa imagen es uno de esos regalos gratificantes que hacen que se llene el corazón del coordinador del Proyecto Agua de la organización de rescate Proemaid, Jorge Balcazar. Aunque es normal ver a niños y niñas canarios de la misma edad, 7 años, haciendo exactamente lo mismo en la orilla de la playa, para Fatou tiene un significado especial. Llegó hace apenas unos meses en cayuco, y el miedo al agua que la había traído en un viaje terrorífico a través de la Ruta Canaria era atroz. «No se acercaba al agua, no podía. Pisaba el agua y entraba en pánico», recuerda Jorge, pero «a través de juegos hemos logrado que deje de ver el mar así», como esa tumba oscura que la trajo a Tenerife. «Bucea, juega en el agua y está feliz» de descubrir de nuevo el mar. Como Fatou, el Proyecto Agua busca sanar ese trauma de los migrantes con el mar, que no queda en el fondo de los cayucos al desembarcar, sino que en muchos casos les acompaña como una herida de esa travesía buscando una vida mejor , a veces con un coste tan alto como perder a un amigo, a una madre o la vida propia. Jorge reconoce que se le escapan las lágrimas al escuchar a su compañero voluntario Ismaïla , gran nadador en su país y que se ha volcado con el Proyecto Agua porque «el corazón no le cabe en el pecho». Lleva tres años en Tenerife aproximadamente, aún esperando el arraigo, y este mes de diciembre la Ruta Canaria se tragó sin piedad a su familia y a varios amigos. «Él perdió en diciembre a muchísimos familiares y amigos en una de las travesías y aún así te lo explica con resignación y una aceptación brutal». Muchos de ellos, procedentes de Mali, Gambia, Senegal, Marruecos, Guinea Conakri y Namibia , entre otros países, embarcan en un cayuco pagando un billete a un precio alto en lo económico, y que se paga a veces con la vida, para atravesar la ruta más mortífera de Europa, muchos de ellos sin haber visto nunca el mar y sin saber nadar. Y no solo es eso, ven morir a los suyos, les tienen incluso que tirar por la borda. En Proyecto Agua lleva trabajando en Tenerife desde hace tres años, principalmente con migrantes adultos, aunque cada vez se les suman más asociaciones de acogida de menores, algunos «con un nivel mayor porque proviene de zonas pesqueras» y otros que « no saben nadar nada de nada » o que no se atreven a entrar al agua. Trabajan con más de 300 personas cada verano, en grupos pequeños y de forma personalizada. El proyecto «tiene mucha aceptación por todos los usuarios» y ya ha ido creciendo hasta atender ahora a unos 150 menores y 400 adultos. La asociación y el proyecto nació con profesionales de emergencia y rescate, pero a día de hoy ya se han integrado perfiles con conocimientos sanitarios , con sensibilidad con las personas desplazadas y también perfiles que aporten un buen nivel de natación. Trabajan con ellos en dos clases semanales por grupo, algunos «con temores brutales porque han perdido personas durante el trayecto», una pesadilla de «11, 12, 14 días, 15 días...», por lo que también hay psicólogos y voluntarios como Ismaïla que entiende a la perfección la situación. Vienen « con cicatrices físicas del trayecto, pero también las tienen dentro » y para sanar ese daño establecen «diferentes dinámicas que buscar revertir un poquito toda esta situación». Hay tres puntos «muy importantes», señala Jorge a ABC, «revertir estos miedos y que dejen de ver el mar como un lugar hostil para que lo sientan como un lugar de paz y tranquilidad». Igual que «yo voy a al mar a surfear, a nadar o a hacer el deporte que sea y amo el mar, tratamos de transmitir esas sensaciones» para sanar la herida. Otro de los objetivos del Proyecto Agua es mejorar el nivel de natación de los participantes, tanto para quienes tienen un nivel bajo para mejorar la técnica como para aquellos que una antes nadaron en su vida. El compromiso de Jorge es firme, y por eso entrena tres o cuatro días a la semana para mejorar la técnica, y así intentar darles esas herramientas para que vayan mejorando en respiración, flotabilidad, desplazamientos o la propulsión pero, sobre todo, «que se sientan mucho mejor». El Proyecto Agua lleva tres años asentado en la isla de Tenerife, pero su recorrido empezó hace cerca de 10 años. Nació a raíz del boom migratorio de la zona del Egeo, cuando un grupo de bomberos de Sevilla decidieron ir a la isla de Lesbos a realizar tareas de rescate. «Estuvimos haciendo tareas de rescate hasta más o menos junio del 2016» pero eso fue solo el inicio. Nació de profesionales de la emergencia, bomberos, Salvamento Marítimo y personal sanitario, pero pronto fue creciendo «porque al final todas las personas necesitamos migrar por razones económicas, o huyendo de un conflicto, de la guerra, o por los motivos que sean» y, aunque la ruta a Lesbos quedó bloqueada , «siempre habrá rutas, como la del mediterráneo central o la Ruta Canaria». Fue en un campo donde estaban acogidas muchas personas vulnerables cuando «nos dimos cuenta de que los adultos, los niños y niñas, le tenían pánico al agua» por lo que «les dimos la posibilidad compartiendo nuestra experiencia en el mundo de la natación y la repercusión fue muy importante ». Desde ahí, solo quedaba crecer, y a la vez que ayudaban en rescates, en logística y vigilancia, aumentaba el Proyecto Agua de manera independiente. Hoy Jorge mira a Fatou con satisfacción, porque aunque ni ellos ni nadie serán capaces de devolverle a aquellas personas que perdió, o esa inocencia que se quebró en el viaje, con el agua por las rodillas al menos hoy el mar ha dejado de ser su enemigo.