Ayoub Ghadfa se queda con la plata
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El sueño del oro se esfumó para Ayoub Ghadfa , pero a cambio recibirá una medalla de plata de enorme valor, que embellece su palmarés y con la que poca gente contaba antes de viajar a París. En el combate final, el uzbeko Jalolov, un enemigo temible, se mostró superior. Controló el duelo de principio a final y conectó golpes contundentes que llegaron a su destino. Ayoub trató de zafarse y de contraatacar, pero fue a remolque durante los tres asaltos . Nunca se le vio cómodo, al contrario que a su rival. Jalolov acabó ganando por decisión unánime de los jueces (5-0), aunque el resultado no oculta la enorme progresión del boxeador andaluz, que a los 18 años cambió el kickboxing por el boxeo y a los 25 ha conseguido plantarse en una final olímpica, algo que España no había logrado desde Sydney. En París 2024 Ayoub ha firmado un torneo inmaculado aunque agotador, en el que ha ido ganando confianza a medida que avanzaba por el cuadro. Le tocó un duro primer rival, el kazajo Kunkavayev, medalla de bronce en Tokio, y libró un combate muy disputado, en el que los jueces le acabaron concediendo la victoria por 2-3. Los siguientes duelos, sin embargo, fueron casi un paseo militar para el boxeador marbellí, que acabó resolviéndolos por 5-0. El armenio Chaloyat aún le opuso alguna resistencia en el último asalto, pero el francés Aboudou, en la semifinal, se mostró inferior desde el primer toque de campana. Aunque Ayoub se mostró más técnico y limpio que su oponente, un fajador que atacaba embarulladamente, tuvo mucho mérito la capacidad del andaluz para abstraerse del ambiente infernal que se vivió en la pista Phillipe Chatrier de Roland Garros , con 15.000 gargantas festejando al unísono cada golpe que daba -o parecía dar- el púgil local. Los jueces, sin embargo, no cayeron en la trampa ambiental y proclamaron vencedor al español por unanimidad. Su trayectoria solo ha podido cortarla Jalolov, un boxeador que ya ha competido como profesional con un récord impactante: 14 triunfos por KO en 14 combates. La plata de Ayoub se une al bronce de Enmanuel Reyes Plá y viene a subrayar el magnífico momento del boxeo en los Juegos de París. Hacía 24 años que un púgil español no se subía al podio olímpico. En el año 2000, en Sydney, el actual seleccionador, Rafa Lozano, atrapó su segundo metal, una plata. Desde entonces, una sequía prolongada que se ha roto con estrépito este año. «No es casualidad -dice Lozano-. Cuando llegué a la selección tracé un plan de trabajo a largo plazo y se ha ido mejorando poquito a poquito. En Tokio se clasificaron cuatro púgiles y obtuvimos tres diplomas y ahora en París han venido seis, con dos medallas y dos diplomas ». Se trata, además, de un éxito insólito si consideramos los mimbres tradicionales del boxeo olímpico español, en los que abundan nerviosos púgiles de pesos bajos, como el propio Lozano. Ahora, sin embargo, el éxito lo han traído un peso pesado (Reyes) y un superpesado (Ghadfa), lo que no solo indica un cambio coyuntural, sino una estrategia con futuro. Reyes Pla se cruzó media Europa para llegar a España y, cuando llamó a la Federación de Boxeo, en seguida le ayudaron y solicitaron al Consejo de Ministros su nacionalización «por circunstancias excepcionales» en vísperas de los Juegos de Tokio. En el caso de Ayoub Ghadfa, fue el propio Lozano el que le echó el ojo cuando lo vio entrenar en el gimnasio de José Valenciano. Allí había caído el mocetón marbellí por casualidad, para soltar los músculos mientras estudiaba Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad Autónoma. Ni siquiera sabía boxear porque lo suyo, desde crío, había sido el kickboxing. No obstante, Rafa Lozano enseguida intuyó las posibilidades de ese chaval de 18 años con músculos de cemento, que podía cubrir un hueco histórico en el boxeo español, el de los pesos más altos. A Ayoub, seguidor de Mike Tyson y Muhammad Ali, la idea le cautivó y se dispuso a aprender los rudimentos de este deporte. No fue un aprendizaje teórico, de pizarrilla y clase magistral, sino un peregrinar de cuadrilátero en cuadrilátero para encontrar en cada golpe la fuente de la sabiduría. «Todos tenían que ganar más experiencia y hemos tratado de moverlos por el extranjero -apunta Lozano-. Había que motivarlos y demostrarles que no estaban en el culo del mundo, sino a la altura de cualquier otro boxeador. Esto no ha sido llegar y besar el santo. Aquí hemos metido muchas horas ». El premio se ha recogido esta semana, en un escenario majestuoso y en el torneo con el que todos los deportistas sueñan.