Cariocas por botellas
Durante décadas, a lo largo del siglo XIX, los vendedores ambulantes de baratijas aportaron imagen a La Habana, y cuando se establecieron dieron origen a las mercerías y a las quincallas para la venta de productos de poca monta, pero necesarios. Y al alcance de la mano. Porque una quincalla se establecía en la sala de estar de una vivienda y la atendía la propia familia sin atenerse a horarios rigurosos de almuerzo y cierre.
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