Crítica de "Niégalo siempre": hay que educar a papá ★★
Dirección y guion: Ivan Calbérac. Intérpretes: André Dussollier, Sabine Azéma, Thierry Lhermitte, Joséphine de Meaux. Francia, 2024, 94 minutos. Género: Comedia.
Es inquietante lo mucho que André Dussollier -antaño, como Sabine Azéma, fiel compañero de viaje de Alain Resnais- puede parecerse a Paco Martínez Soria en “Niégalo siempre”. Como si le moviera la envidia por Christian Clavier, encarna al burgués retrógrado, al patriota aferrado a los valores defendidos por la Francia lepenista, interpretando a un militar jubilado que, al descubrir que su esposa le fue infiel cuarenta años antes, emprende una histérica cruzada contra el que fue el amante culpable, poniendo en peligro su matrimonio. Es indudable la química entre Dussollier y Azéma en su decimosegunda colaboración juntos, aunque el histrionismo de su trabajo, que extrema los patrones gestuales de la comedia de vodevil, alimenta el populismo de tocador de la propuesta de Ivan Calbérac. El arco dramático del personaje de Dussollier no difiere, decíamos, del de Martínez Soria, salvo por el abismo de la clase social: tomando el camino más recto hacia el divorcio, se dará cuenta de que la rigidez de sus principios morales le ha convertido en un marido de segunda y un padre exigente e intolerante. Queda para un análisis más profundo cómo la comedia popular francesa lleva muchos años reflejando el conservadurismo recalcitrante que casi lleva a la extrema derecha a ocupar el Eliseo.
Lo mejor: el giro final tiene su gracia, porque condena al protagonista a resetear eternamente su recién ganada flexibilidad moral.
Lo peor: es reaccionaria y carpetovetónica, a pesar de que apuesta por redimir al patriota celoso.