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Август
2024

Ministros ninguneados

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Es triste llegar a la conclusión de que la autoridad de los ministros se ha desvalorizado tanto que su labor se redujo, en buena parte de los casos, a servir como peones de ajedrez o simples operadores políticos de las instrucciones del presidente de la República. Están ninguneados.

Esta transformación se da, obviamente, porque ellos lo consienten, dado que, desafortunadamente, los elegidos o los designados, conforme cada pieza cae, son principalmente profesionales con limitadas oportunidades o insuficiente autoestima para asumir el compromiso de liderar, con conocimiento, carácter y autonomía, los 20 ministerios.

Las consecuencias de que los ciudadanos tengamos un gabinete operado con hilos son graves. Esto se traduce en falta de autoridad para resolver, con eficiencia y prontitud, los problemas acuciantes, pues deben pedir permiso a la mano derecha para mover la izquierda. En ese entorno de opresión es imposible negociar, consensuar o decidir. Es más, está dicho: al que se atreva a pensar por su cuenta, lo decapitan.

Con un gabinete enclenque, el gobierno se ha ralentizado y metido en la espiral de echar la culpa a los otros: Que “los diputados no me dejan”, que “el Poder Judicial me impide”, que “la contralora se me atraviesa”, cuando la parálisis es porque se maneja, como reveló la exministra de Comunicación Patricia Navarro, “como una secta”, donde hay que aplaudir y nunca contradecir al jefe.

Al estar ninguneados, los ministros pierden credibilidad pública y el respeto de los diputados independientes al oficialismo, con quienes deberían consensuar los proyectos de ley que más urgen al país. Y no es porque los legisladores sean despectivos, sino porque hay ministros que abiertamente han llegado a mentir o defender ocurrencias. Otros, nunca llegan. La confianza la pierden incluso jerarcas que olvidaron sus orígenes humildes y ahora, con desdén, ponen su firma a recortes de subsidios a los más pobres, aunque de la boca para fuera se jacten de estar del lado de los pobres.

Mientras los ministros sigan siendo elegidos por su obediencia, no por sus competencias, el país continuará sumido en una gestión ineficaz y una peligrosa falta de liderazgo para resolver los problemas más urgentes. Lamentablemente, es la realidad.

amayorga@nacion.com

El autor es jefe de Redacción de La Nación.