El cielo no puede esperar
Irene Paredes alzó los dos brazos y señaló al cielo. Su expresión mostraba una emoción a flor de piel. Acababa de marcar el gol en el tiempo de descuento que sellaba el empate de España, allanaba el camino hacia la prórroga y permitía mantener vivo el sueño olímpico. Ese remate de cabeza en el 98', que posiblemente recordará como uno de los goles más importantes de su vida, se lo tenía que dedicar a su padre, que falleció de forma repentina justo antes de la concentración para el Mundial de Australia y Nueva Zelanda y que la acompaña siempre allá donde va con la selección.