El primer medallista olímpico de la historia del atletismo español acabó en el paro y murió pobre
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Correr 50 kilómetros es duro, pero la vida puede serlo aún más. Jordi Llopart Ribas (El Prat de Llobregat, Barcelona, 5 de mayo de 1952 -Badalona, 11 de noviembre de 2020) tocó el cielo deportivo hace 44 años, en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 , y luego vivió un calvario personal. Tras ser el primer medallista español de la historia en atletismo, el deporte rey de las citas olímpicas, resumió su trayectoria vital en una frase triste, muy triste: «Me he sentido poco querido». La fecha de ese hito inolvidable fue el miércoles 30 de julio de 1980. Así quedó impreso para siempre en el ejemplar de ABC del día siguiente : «Un joven catalán, de veintisiete años, Jorge Llopart, deparó, en la tarde de ayer, otro resonante triunfo de la representación olímpica española en estos Juegos de Moscú, al terminar segundo en la prueba de los 50 kilómetros marcha. Para Llopart, cuya medalla de plata representa el mayor éxito del atletismo español en unas Olimpiadas, es la consagración definitiva, después de la victoria que le catapultara a un primer plano deportivo: el Campeonato de Europa, en su edición celebrada en Praga, hace dos años. Medalla de oro en la prueba fue el germano oriental Gauder, mientras que el ruso Ivchenko conseguiría el bronce. Gauder, Llopart e Ivchenko fueron justos vencedores, después de una carrera en la que habían sido sus constantes animadores». «' Quiero un día de calor y humedad ', había dicho el campeón español. Y bien que pegó el calor (la humedad está asegurada en esta ciudad atravesada por el Moskova). Los mexicanos ponían con su participación cierto dramatismo, después de las descalificaciones en la marcha de 20 kilómetros, la semana pasada. Llopart, que en cierto sentido pertenece a la escuela mexicana de marcha, no cayó en ninguna trampa que pudiera traducirse en descalificación. Talón y talón, siempre un pie pegado al suelo. Eso y un ritmo endiablado y mantenido, doloroso de soportar. Los cuerpos de los andadores repetían el mismo gesto hasta el infinito, en una sincronización perfecta, pero en los rostros (que seguían atentamente las cámaras y que veíamos en los monitores del Lenin, mientras seguíamos en directo otras pruebas) se podía apreciar el gesto de brutal cansancio . El ritmo ha sido excelente, como lo demuestra el hecho de que tanto el tiempo final del primero como del segundo —nuestro compatriota— estaba por debajo de la mejor marca olímpica hasta el momento (en esta especialidad no hay propiamente récord)». «Moscú era la meta de Llopart, y al final no defraudó, a-pesar de que, lógicamente, a todos nos hubiera gustado que hubiera sido suya la medalla de oro. Pero su plata es, sin duda, el trofeo más valioso de los que, por el momento, lleva conseguida nuestra representación. Sin pretender minusvalorar el oro de Abascal y Noguer en las regatas de Flyng Dutchman , lo cierto es que en Tallin había importantísimas ausencias; lo mismo se puede decir de la plata en hockey, y si nos referimos al cuarto lugar en baloncesto también habría que señalar el efecto del boicot; pero en la especialidad de marcha estaban ayer, en Moscú, todos los grandes del atletismo mundial. Cuando en torno a las nueve de la noche, hora de Moscú, Llopart hacia su aparición en el expectante estadio Lenin, el joven barcelonés entraba en la gloria olímpica por la puerta grande». Aquel día de gloria deportiva y olímpica fue celebrado por toda España. Y Llopart recibió numerosas felicitaciones: «El presidente del Comité Olímpico Español, Jesús Hermida , ha enviado a Jorge Llopart los siguientes telegramas de felicitación por la consecución de la medalla de plata en la prueba de 50 kilómetros marcha. ' Su Majestad el Rey me honra encargándome te haga llegar su cordial felicitación, al alcanzar medalla de plata en la prueba de 50 kilómetros marcha '. ' Al tener conocimiento de haber conseguido medalla de plata en la prueba 50 kilómetros marcha, el presidente Suárez me encarga te haga llegar su afectuosa enhorabuena '. En su propio nombre, Jesús Hermida, envió el siguiente telegrama: ' Te envío, con un abrazo, mi cordialísima felicitación por el éxito que supone conseguir medalla de plata, con todo afecto '». Sin embargo, ni siquiera entonces pudo Jordi Llopart disfrutar con plenitud. Aquellos Juegos de Moscú estuvieron marcados por la tensión política internacional. Un año antes, la Unión Soviética había invadido Afganistán , y varios países decidieron boicotear la cita olímpica no acudiendo. España sí participó, pero decidió que no ondearía la bandera rojigualda ni durante las ceremonias de apertura y clausura ni en los podios a los que lograran subirse los deportistas españoles. Y eso a Llopart de dolió. «Yo hago deporte y me debo al Comité Olímpico Español, pero es una pena que no haya estado en el mástil la bandera española , como lo estuvo en Praga hace dos años (allí se proclamó campeón de Europa en 1979)», manifestó el atleta catalán. «Como deportista, no quiero inmiscuirme en problemas políticos. Simplemente, hago deporte porque me gusta». Según se lee en la información de ABC , «Llopart, que estaba muy nervioso e incluso vomitó después de la carrera por el esfuerzo realizado , dijo que el primer puesto no estuvo en ningún momento a su alcance, y narró así la carrera desde el kilómetro 35, momento en que se despegó de sus compañeros y salió en busca del alemán Gauder: ' Pensaba, al despegarme del resto, que podía alcanzar a Gauder, si flojeaban sus fuerzas. Pero he comprobado que estaba muy bien preparado. La prueba está en que llegó con una diferencia de dos minutos, es decir, que desde el kilómetro treinta y cinco me ha cogido treinta segundos más '.» «Llopart afirmó que, ' en la medida de lo posible, he dado todo, y creo que es el máximo que puedo conseguir para mi país '... Y no pudo decir nada más. Se lo llevaron en volandas, entre abrazos y una emoción difícilmente contenida por los españoles que estaban en el estadio». A casi 4.000 kilómetros de Moscú, en Barcelona, su madre también fue protagonista por un día: « Esperaba que mi hijo lograra la medalla de oro . Estaba tan segura del triunfo de Jordi, que esta mañana ya he puesto el champán en la nevera para poder celebrarlo con todos los amigos que han venido a hacerme compañía. Desde hace un cuarto de hora no cesa el teléfono. Todos quieren saber cosas de Jordi. Es un hijo perfecto. La verdad es que estoy muy contenta, a pesar de que no haya conseguido la medalla de oro». A partir de ahí, Jordi Llopart participó en los Juegos de Los Ángeles 84 y Seúl 88 . Después, ya retirado, se convirtió en entrenador. Daniel Plaza, campeón olímpico en Barcelona 92, y Jesús Ángel García Bragado , oro en el Europeo de Stuttgart 1993, fueron algunos de sus pupilos marchadores. También fue secretario técnico en la sección de atletismo del FC Barcelona . Pero la memoria colectiva suele ser frágil y cuando los ecos de la fama se apagan, la gente se olvida de ti. El ostracismo en el que se vio sumido Llopart le llevó a lanzar un grito de auxilio en diciembre de 2014. «No pido limosna, solo un trabajo» , tituló ABC . La noticia detalla «las graves dificultades por las que atraviesa el primer atleta español que consiguió una medalla olímpica. Sobrevive con 426 euros al mes del subsidio de desempleo . Su esposa también está en el paro». Y a continuación las desgarradora confesión del propio Jordi: «Llevo más de un año llamando a un montón de puertas, incluyendo las federaciones española y catalana de atletismo. No pido limosna, solo un trabajo. Cuando voy a la oficina del INEM les digo que, además de entrenador, soy políglota y diplomado en Enfermería y Turismo. Pero no hay nada para mí». Seis años después, poco o nada había cambiado. Una entrevista a doble página desnudaba con crudeza la situación de todo un medallista olímpico. Frases demoledoras que no auguraban nada bueno: « En Cataluña me pusieron la cruz porque dediqué mis medallas a España». «Tengo 68 años, tengo cuatro hijas, dos de ellas pequeñas de mi segundo matrimonio, y cuatro nietos. Y ya está. Lo que quiero es tirar la vida hacia adelante y no vivir de recuerdos porque si no tendría que venderme la casa e irme de alquiler». «Ni tengo trabajo ni tengo nada. Tengo una mísera pensión de setecientos y pico euros y nada más. Pero ya he llorado mucho. No quiero llorar. Solo quiero descansar». «Para sobrevivir solo necesito pan y agua». Después de esa entrevista Jordi sobrevivió... tres meses. El 11 de noviembre de 2020 su corazón dejó de latir.