Bienaventurados los mansos
El hablar de los mansos, mujeres y hombres, es como un reguero que hace germinar los campos, sin apenas ser notado; es un manantial que recoge las aguas de los infinitos regatos del deshielo, y las transporta hasta la meseta, por el acueducto de los corazones, para calmar la sed de los hombres.