Alcaraz apaga a Safiullin con prisas para llegar a cuartos y al dobles
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Se despierta Roland Garros con otra jornada de calor y bochorno, ataviados por fin los recogepelotas con gorros para evitar algún susto. Aunque no le importa a Carlos Alcaraz, que, como dice, los españoles están acostumbrados a estas temperaturas. Y no le importa porque tiene 21 años y las piernas de un atleta recién estrenado, aunque ya lleve cuatro Grand Slams y un número 1. Está fresco el chaval, como para exigirse los dos partidos, individual y dobles, en un mismo día sin apenas romper a sudar (primero ante Roman Safiullin, 26 años y 66 del mundo, a quien vence por 6-4 y 6-2, y después en el superdobles con Nadal ante Ram y Krajicek). Lo contrario que la grada, que se pasea de sombra en sombra, de fuente en fuente y no tiene prisa por llegar a la Suzanne Lenglen. Todo lo que ayer eran colas para ver a Alcaraz y a Nadal juntos, es una grada a medio gas cuando el murciano sale a pista. El príncipe espera su momento y trata de ganárselo con sonrisas, entusiasmo y puntos que despiertan al personal en esta sobremesa tórrida de las de notar la gota de sudor atravesar la frente y la espalda. No quiere sudar Alcaraz, que entra como un toro para romper el servicio de Safiullin a las primeras de cambio. Y a las segundas de cambio. Un 4-0 en apenas 10 minutos para acortar el tiempo en pista que queda mucha jornada por delante y mucho camino hacia el único objetivo que contempla: el oro el día 2. Le tiene ganas al Safiullin porque solo se han enfrentado una vez y fue un 6-3 y 6-4 para el rival en la segunda ronda del Masters 1.000 de París-Bercy. Y no le gustan nada al español esos cara a cara desfavorables. De aquel partido saca el ruso un chispazo de inspiración, y se apoya en dos errores graves del murciano para recuperar una rotura. Ha mejorado con respecto al primer día, que las lecciones las absorbe como una esponja, pero sigue habiendo ese espacio para que entren las decisiones del tiro que asombre antes que el efectivo. Y la ventaja inicial se diluye por demérito propio; Safiullin solo tiene que esperar el error, o la mala decisión de no rematar con fuerza sino con más imaginación de la debida, para meterse en el partido y enredarlo un poco más de la cuenta. Innecesario para lo que tiene por delante, pero tan de este Alcaraz superior que hasta eso levanta varios «Viva Murcia», «España, España» y hasta un «Te quiero, Carlos». Tras el despiste, el acelerador. Saques por fin contundentes para rematar el set que acompaña con aplausos para él: «Bien, Charly, bien». Y bien que funciona la derecha para aliviar el contratiempo y dirigir el paso firme. Incluso para que entre un poco de aire en la Lenglen, cierlo encapotado cuando se acaba el primer set para alivio de todos, ya pista casi llena siguiendo la letra de «Emmenez-moi» de Charles Aznavour a través de la pantalla. No le sienta bien el paso por el vestuario a Safiullin, que concede su primer juego en blanco, lo que aligera la carga de Alcaraz, que ya no atiende a desconexiones, solo a los consejos de David Ferrer desde el palco, y corre de lado a lado para llegar a todo con esas piernas de 21 años que decía Nadal en la previa. Aun así, no va limpio de ideas el murciano, algo plomizo, como el día, que amenaza tormenta después del terrible calor mañanero y Roland Garros se protege: techo desplegado sin que el partido se pare, que no quieren ninguno de los dos. Sobre todo Alcaraz, que tiene prisa y se despierta del letargo con un revesazo paralelo con el que enciende al personal y que deja fundido a Safiullin. Rotura para el 5-3 y saque del español. Que ya se ha cansado de esta primera prueba y sacude con el primer servicio para recibir el aplauso de la Lenglen y devolvérselo antes de besar la camiseta del conjunto español. Alcaraz se enfrentará a Tommy Paul para entrar en semifinales. Por el otro lado del cuadro, sigue firme Novak Djokovic, ya en cuartos después de batir a Koepfer por 7-5 y 6-3. Se juega el pase a la penúltima ronda contra Stefanos Tsitsipas.