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Июль
2024

Festival LittleOpera: Lirismos de variado cuño

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Comenzamos la andadura lírica de este IX festival de ópera de cámara con el acostumbrado recital a dúo en la siempre poblada Plaza de la Catedral. Los protagonistas fueron el veterano tenor José Bros y la joven soprano Elisabet Pons, que ofrecieron una selección de arias y dúos de Puccini en el centenario de su muerte en compañía de páginas de otros autores italianos. Bros, que está a unos meses de la sesentena, posee ahora un timbre más lleno, hasta cierto punto más oscuro, aunque en el fondo sigue siendo fundamentalmente un lírico, ahora más ancho. Canta, siempre lo ha hecho, bien, sin trucos ni apoyos espurios, fraseando casi siempre con donosura y elegancia, con una nítida dicción. Aun cuando la voz no sea bella, rica en armónicos, el sentido común predomina en el planteamiento de dinámicas y reguladores. Medias voces de libro y algún que otro falsete exagerado. La emisión no es siempre segura y en ocasiones el sonido se bambolea en exceso; máxime en esta ocasión en la que tenía problemas derivados de un catarro, pero la línea de canto se mantiene.

A su lado, Elisabet Pons mostró un timbre fresco, con vetas de reconocible dulzura, un vibrato presente pero no exagerado, extensión algo justa y una técnica en proceso de formación. Brilló sobre todo en un aria de «Le Villi», «Se come voi piccina», y en una bien trazada «In quelle trine morbide» de «Manon Lescaut»; y anduvo flojilla en «Vissi d’arte» de «Tosca» y en el dúo de «La bohème» «O soave fanciulla». Ambos acometieron el dúo de «Otello» de Verdi «Gia nella notte densa». Equivocadamente, porque si bien es un fragmento de raro lirismo necesita de dos instrumentos de encarnadura más enjundiosa. Cantaron bien a dúo algunas piezas escritas para una sola voz en realidad, como las canciones napolitanas «Musica proibita» de Gastaldon y «Non ti scordar di me» de De Curtis. Y, como segundo regalo, «Granada», de Lara. Muy meritoria la interpretación por parte del tenor de la hermosa aria de «Luisa Miller» de Verdi «Quando lo sere al placido», con recitatvo incluido. El acompañamiento a cargo de la sólida Orquesta de Castilla y León dirigida con solvencia y su miaja de pasión por Lucía Marín fue en todos los casos aceptable. Claro que estos juicios pierden algo de su valor por cuanto se hacen tras la escucha de un sonido amplificado, de resonancias metálicas, con los lógicos confusionismos y faltas de planificación. Inevitable teniendo en cuenta que el concierto se celebraba en la vasta plaza de la Catedral. Éxito franco, sobre todo, al final de la sesión.